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Bruselas apremia a Portugal a cumplir a rajatabla sus objetivos

Lisboa tendrá que subir los impuestos o reducir el gasto para cumplir sus objetivos fiscales

Claudi Pérez
Un manifestante disfrazado del primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho, el viernes en Lisboa.
Un manifestante disfrazado del primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho, el viernes en Lisboa.ANTONIO COTRIM (EFE)

Les subieron los impuestos en varias oleadas, les redujeron los sueldos, les bajaron las pensiones, despidieron a funcionarios, recortaron servicios públicos. Hasta aquí esa descripción vale para Portugal, pero también para Grecia e Irlanda, y empieza a valer para España, las cuatro economías rescatadas –de momento— y sometidas a curas de austeridad por sus socios europeos. Pero en Lisboa el Gobierno del conservador Pedro Passos Coelho dio un paso más en aras de cumplir con los objetivos de déficit y recuperar competitividad y se lanzó a un experimento social que consiste, en pocas palabras, en quitarle parte del salario al trabajador para dárselo a su empresa. Y de repente los portugueses, los tipos que venden zapatos, los maestros y los cajeros de supermercado, que habían aguantado estoicamente varias dosis de tijeretazos para convertir al país en el mejor alumno de la receta europea anticrisis, salieron a la calle, se plantaron educadamente en una plaza y empezaron a protestar en voz alta. Fin de la paz social y del consenso parlamentario. Economistas, varios grupos políticos, sindicatos y patronales están contra esa medida (elevar las cotizaciones que pagan los trabajadores del 11% al 18% y bajar la factura a las empresas del 23,75% al 18%). La presión ha sido tal que el Ejecutivo ha dado marcha atrás. Pero esas voces de desaprobación no llegan hasta Bruselas: la Comisión instó ayer a Portugal a cumplir lo pactado: “Los objetivos no cambiarán”, dijo un portavoz comunitario.

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La Troika (Comisión, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) negó hace unos días haber exigido al Gobierno esa medida, que ha encendido la mecha en Portugal. Bruselas dejó claro ayer que Lisboa debe cumplir la meta de déficit y eso supone acometer nuevas subidas de impuestos o recortes en el gasto para compensar la eliminación de la controvertida propuesta de Passos Coelho. La eurozona acaba de darle un año más para alcanzar el objetivo de déficit del 3% del PIB.

“Está en manos de las autoridades portuguesas decidir qué hacer para cumplir con los objetivos fiscales que se han revisado recientemente, tanto en números como en calidad”, dijo el portavoz del vicepresidente Olli Rehn en rueda de prensa. En román paladino, “números” significa recortar el déficit al 5% del PIB este año y al 4,5% el próximo, algo improbable con la recesión haciendo estragos: el PIB caerá el 3% este año y el 1,5% en 2013, según el FMI. Y “calidad” supone dar carta blanca a Lisboa para que decida qué tipo de recortes, siempre que la música guste en Bruselas. La UE quiere medidas preferiblemente por el lado del gasto y que eleven la maltrecha competitividad de Portugal, una de las economías que más ha sufrido por la irrupción de China.

Lisboa ha sido hasta ahora el alumno perfecto para Bruselas, Fráncfort y Berlín. Se ha aplicado con la tijera y ha conseguido hacerlo con amplísimos acuerdos políticos y sociales. Ha recogido incluso algunos frutos de ese régimen severo: los tipos de interés de su deuda están lejos de los máximos alcanzados, y la balanza comercial (la diferencia entre exportaciones, que han aumentado ligeramente, y unas importaciones hundidas) es positiva por primera vez desde la II GuerraMundial, en esa búsqueda desesperada por apartarse del modelo griego. Una cura de manual, salvo por el hecho de que hay un segundo manual: los recortes portugueses, combinados con los del resto de Europa, han sumido a la economía en una especie de depresión social: profunda recesión, paro al alza, demanda interna inexistente y, en fin, batacazo de los ingresos públicos. Pese a huir del paralelismo con Grecia como de la peste, al final Portugal se heleniza a toda velocidad: Lisboa ha fallado exactamente en el mismo momento en que lo hizo Atenas, en la quinta revisión del programa de ayuda europea, poco más de un año después de pedir 78.000 millones. No hay suficiente cursiva para escribir esas palabras, ayuda europea: “El Gobierno portugués es perfectamente consciente de lo que debe hacer para que el Eurogrupo apruebe el próximo desembolso”, dijo el ya citado portavoz de la Comisión. Traducción bastarda: las primeras dosis de recortes tal vez no hayan funcionado; apliquen una dosis adicional. Y rápido.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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