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Las elecciones de Estados Unidos ralentizan la política internacional

El presidente norteamericano no mantendrá reuniones bilaterales con otros mandatarios

Antonio Caño
El presidente Obama sube abordo del Air Force One camino de Nueva York.
El presidente Obama sube abordo del Air Force One camino de Nueva York.BRENDAN SMIALOWSKI (AFP)

Hace un año, con motivo de la Asamblea General de Naciones Unidas de 2011, Barack Obama sostuvo trece entrevistas bilaterales con otros tantos jefes de Estado o de Gobierno en Nueva York. Este año, no está prevista ninguna. La última figura internacional con la que se ha encontrado Obama es de tan escasa controversia como la Nobel birmana Aun Suu Kyi. Dos pesos pesados que quisieron verse con él, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y el presidente de Egipto, Mohamed Morsi, recibieron una cortés negativa de la Casa Blanca.

Eso no se debe a que el presidente norteamericano haya perdido, de repente, interés en el mundo. El motivo es que la proximidad de las elecciones de noviembre tiene paralizada la política exterior de Estados Unidos. Y, con esa interrupción, también la Asamblea General de este año, que comienza hoy, cae en una cierta ralentización, a la espera de conocer el nombre del próximo líder de la mayor potencia.

Pese a que la práctica de la diplomacia ha cambiado mucho en las últimas dos décadas y ningún poder, ni siquiera el de EE UU, es tan sobresaliente como para decidir el rumbo del mundo, cualquier intervención de la comunidad internacional en las principales crisis de este momento exige previamente una definición clara de parte de la Administración norteamericana, algo que actualmente no existe.

El caso más evidente es el de Irán, que este año, de nuevo, será asunto estelar de esta reunión, con Ahmadinejad ya en la ciudad de Nueva York. El Gobierno de Israel considera que el programa nuclear de ese país ha entrado ya en la zona roja en la que la construcción de una bomba atómica es inminente. Es partidario, como consecuencia, de una acción militar inmediata contra Irán. Obama no comparte ese punto de vista y ha pedido a Netanyahu más tiempo para el diálogo.

Si Obama es reelegido, es posible que el problema palestino-israelí vuelva a estar en los primeros puestos de la lista de prioridades de la Administración

El primer ministro israelí ha seguido presionando al presidente norteamericano durante la campaña electoral. Hasta el punto de que Israel y Netenyahu son frecuentemente utilizados por la propaganda de la oposición republicana como prueba de la debilidad de la política exterior del presidente. En algún momento, se llegó a temer, incluso, que Netanyahu aprovechara la escasa maniobrabilidad de Obama durante este periodo para lanzar un ataque unilateral. Pero hoy no parece que eso vaya a ocurrir y, más bien, el primer ministro israelí viene ahora a Nueva York con la esperanza de obtener un compromiso de actuación después de noviembre.

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Irán es una crisis de gigantescas proporciones, pero todavía potencial. Al lado, crece a diario un conflicto que ha degenerado en una carnicería que horroriza al mundo. La Administración norteamericana y los Gobiernos europeos han resaltado varias veces las diferencias entre los casos de Siria y Libia, donde la OTAN ayudó a los rebeldes, y han advertido de las dificultades de una intervención contra el régimen de Bachir el Asad. Pero, si la matanza continúa y se acumulan pruebas de crueldad contra los civiles, no le va a ser fácil a Obama continuar al margen.

Oriente Próximo, con los rebrotes fundamentalistas de las últimas semanas, por un lado, y la consolidación de los procesos democráticos en varias naciones, por otro, sigue siendo el principal centro de preocupación por la seguridad internacional. El presidente Morsi decía este fin de semana en The New York Times que la posición que adopte EE UU puede decantar las tensiones actuales en un sentido o en otro. Morsi pedía a Obama dos cosas: respeto con las características y los tiempos de la transición en los países árabes y una solución del conflicto palestino-israelí.

Hace un año, Obama advirtió en este mismo foro que el camino emprendido entonces por los dirigentes palestinos, el de reclamar el reconocimiento internacional de un estado palestino, no era el más adecuado para encontrar una solución. Efectivamente, un año después no ha habido ningún progreso en ese conflicto.

No es probable que lo haya tampoco este año, sobre todo porque Netanyahu parece haber entendido que no tiene nada que ganar en una negociación con los palestinos. Si Romney es el próximo presidente, ya ha advertido que no tiene intención de presionar al primer ministro israelí para que lo haga. Pero si Obama es reelegido, es posible que el problema palestino-israelí vuelva a estar en los primeros puestos de la lista de prioridades de la Administración.

De alguna manera, para eso es esta Asamblea General, para conocer las prioridades de cada cual. En su discurso de este martes, Obama señalará algunas de ellas, con Irán, seguramente, a la cabeza. Pero, sobre todo, intentará que el mundo que le observa imagine cómo podrían cambiar las cosas si el año que viene, en lugar de él, estuviera aquí Mitt Romney.

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