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De caballos y bayonetas: los momentos clave del debate

El debate de política exterior dejó algunas respuestas para los anales de las campañas norteamericanas. Transcribimos algunos de los mejores pasajes

“Gobernador Romney, los ochenta llaman, piden que les devuelva su política exterior porque, no sé si lo sabe, pero la Guerra Fría acabó hace 20 años”. El último debate entre los candidatos a la presidencia norteamericana no sólo dio para enjundiosos análisis y propuestas en materia de política exterior. Dio también para ataques que en unas ocasiones eran personales, en otras eran cómicos y siempre revelaban una inquina personal entre ambos candidatos que iba más allá de lo político.

Fue Barack Obama quien pasó antes y más frecuentemente al ataque. “Usted mencionó que la Armada tiene menos barcos que en 1917. Pero Gobernador, es que también tenemos menos caballos y bayonetas, porque la naturaleza de nuestro ejército ha cambiado”, dijo. “Tenemos unos artilugios llamados portaaviones en los que los aviones pueden aterrizar. Y tenemos un tipo de barcos que van por debajo del agua, llamados submarinos nucleares”.

Así, como si le leyera una novela de Julio Verne a Mitt Romney, el presidente quiso transmitirle a la nación la idea de que el candidato republicano, en realidad, no sabía de lo que hablaba. “Ya sé que usted no se ha visto nunca en una posición en la que haya tenido que ejercer en materia de política exterior, pero cada vez que ha emitido una opinión al respecto, ha estado equivocado”, añadió Obama. “Dijo que deberíamos haber entrado en Irak, a pesar de que no había armas de destrucción masiva”.

Romney, por su parte, se vio obligado a estar a la defensiva, tratando de desviar un debate de política exterior a asuntos económicos, que son su fuerte. También intentó dejar al presidente, y sus ardides, al descubierto. “Atacarme a mí no es un plan de gobierno”, llegó a repetir en tres ocasiones. “Atacarme no es hablar de cómo nos enfrentaremos a los desafíos de Oriente Próximo, y de cómo aprovecharemos la oportunidad de sortear esta oleada de violencia”.

A Obama le importó poco que Romney le llamara al orden. Echó mano incluso de algo a lo que en pocas ocasiones recurre: recordar el nombre de los arquitectos de las dos guerras a las que ha puesto fecha de caducidad. “El Gobernador Romney alabó a George Bush como un gran administrador de la economía y a Dick Cheney como alguien de gran sabiduría y juicio. Llevarnos de nuevo a aquellas estrategias que nos dejaron en este desastre no es el modo de mantener el liderazgo en este siglo XXI”.

Ni siquiera en su punto fuerte en política internacional, su enardecida defensa del derecho de Israel de defenderse y su relación de amistad con el primer ministro Benjamin Netanyahu, tuvo Romney un respiro. El republicano le recordó a Obama que no ha puesto el pie en Israel durante toda su presidencia. “Bueno, fui como candidato a Israel, y no me llevé a donantes de mi campaña, ni participé en actos de recaudación de fondos”, respondió Obama, en referencia a una visita de Romney a Jerusalén este pasado verano, en la que hizo, efectivamente, ambas cosas.

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