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Columna
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Las mujeres de Ohio

La cesión del centro que Obama le ha permitido a Romney quizá acabe siendo su gran error estratégico

Francisco G. Basterra

Quedan solo diez días para elegir al presidente del país más poderoso del mundo, el único todavía capaz de asumir riesgos globales mediante la campaña electoral más cara de la historia, 6.000 millones de dólares, más de 1.000 en anuncios negativos de televisión, que permiten cavilar que la Casa Blanca puede comprarse. También la más mentirosa por parte de los dos candidatos, que no pagan precio alguno por faltar a la verdad porque la ciudadanía refuerza sus prejuicios cuando recibe hechos que los contradicen. Crecen los críticos de la miopía de un sistema político disfuncional que se mira el ombligo, remoto a lo que ocurre en la vida de las gentes. Obama pide cuatro años más para hacer lo que no sido capaz de realizar en los últimos cuatro y recurre a la fe: “Creo en vosotros y necesito que creáis en mi.” Mientras, Romney ha conseguido ocupar una posición central que no hubiera soñado hace solo un par de meses. La elección no es un viaje al futuro en un momento de cambio de sociedad, sino algo mucho más pedestre. Esto explicaría que a finales de octubre afrontemos, con la contestación en el aire, esta doble pregunta:¿cómo es posible que Obama pierda? y ¿cómo es posible que Romney gane?

La respuesta la darán unos pocos miles de electores en un reducido número de estados. Cuando Kennedy ganó la presidencia a Nixon en 1960, por el 0,2% del voto popular, 20 estados con el 52% de la población eran altamente competitivos. La micro segmentación del voto, apuntando el microscopio electoral a cortes de población muy específicos, permitida por las nuevas tecnologías para escarbar entre inmensas bases de datos y descubrir qué electores concretos necesitas para ganar, y donde se encuentran, convierte en espectadores irrelevantes para el proceso a la gran mayoría de votantes y de estados. Se busca mujer blanca, sin estudios universitarios, trabajadora fuera de casa, camarera, operaria de mono azul, o funcionaria, con lealtad política poco clara pero que tiende a votar al Partido Republicano. Y no en todo el país, sino en media docena de estados claves, especialmente en Ohio, 18 votos en el Colegio Electoral, símbolo de la sociedad de la clase media. Estado industrializado, fábricas de automóviles, salvadas de la quiebra por el rescate de Obama; por debajo de la media de paro nacional. Desde 1964, ningún presidente ha llegado a la Casa Blanca sin ganar Ohio.

Estas mujeres, el 9% del electorado nacional en 2008 y con ingresos familiares por debajo de 50.000 dólares anuales, constituyen el vital votante móvil indeciso entre demócratas y republicanos. Las necesita Romney, incluso más Obama, que está viendo erosionado su antiguo tirón entre las mujeres. Ya han sido bautizadas como las waitress moms, por supuesto no todas son camareras ni siquiera madres, y pueden ser muy importantes para decidir si Obama permanece en la presidencia o tiene que dar paso a Romney. Son como las soccer moms, las mamás que en los suburbios conducían a sus hijos a los entrenamientos de fútbol tras el horario escolar, que contribuyeron a la reelección de Clinton en 1996. Eran tiempos de bonanza económica, nada comparable con la crisis actual, donde las mamás camareras “giran en la rueda del hamster de una economía tiesa que no acaba de arrancar,” según el New York Times.

De ahí sus dudas: Obama no puede responder a su pregunta: ¿Dónde están los empleos? Mientras que Romney les inquieta por su postura frente al aborto. A pesar de haber logrado con éxito su milagrosa, también tramposa, conversión al centrismo que le está empujando electoralmente, sellada en el último debate donde se mostró moderado en política exterior, preparado para recibir la llamada a las tres de la madrugada del estallido de una crisis internacional sin declarar la guerra. Esta cesión del centro que Obama le ha permitido a Romney quizá acabe demostrándose el error estratégico más serio que el presidente ha cometido en esta campaña. Ha preferido ser un progresista fallido que un centrista convincente, al revés de Clinton que irritó a su partido pero logró la reelección. EE.UU. es una nación dividida, confirmando el fracaso del primer objetivo que se marcó Obama al llegar a la Casa Blanca. Dos de cada tres blancos votarán previsiblemente por Romney, mientras que 4 de cada 5 no blancos lo hará por Obama. Es crucial para el presidente que logre casi el pleno de los negros, los más castigados por la crisis económica y con un índice de paro 6 puntos superior al de los blancos; necesita sumar el 70% del voto latino y penetrar en el caladero republicano de blancos, sobre todo hombres, sin educación universitaria. Sin olvidar a los jóvenes que estuvieron con él decisivamente en 2008, hoy desencantados, que pueden quedarse en casa.

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