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BBC, el símbolo que zozobra

La cadena pública británica sufre problemas presupuestarios y una grave fisura en su credibilidad, en medio de los ataques de competidores privados

La niebla de Londres, el atraco a un tren y el discurso de un político conservador de la época protagonizaron, en un boletín de noticias del 14 de noviembre de 1922, el modesto estreno de la BBC como un servicio público que acabaría tornándose en referente mundial. Desde aquella primera emisión radiofónica —accesible entonces a los apenas dos millares de hogares con transistor— hasta su conversión en un gigante audiovisual con una audiencia global de casi 300 millones de personas, los británicos han mantenido una fidelidad inquebrantable a una de sus grandes instituciones, apodada cariñosamente “la tiíta” (Auntie). Todo un signo de identidad, comparable a la monarquía o el té de las cinco, cuya calidad, rigor, creatividad y férrea independencia del poder político les ha compensado el pago de un canon anual para mantenerla a lo largo de nueve décadas. La British Broadcasting Corporation acaba de soplar las velas de ese aniversario muy lejos, sin embargo, de la fanfarria que sugeriría ese prestigioso legado, sumida en la crisis más grave de toda su historia y capeando los recientes escándalos que han puesto en entredicho su gestión, buen juicio e incluso el propio modelo de radiotelevisión pública. La corporación siempre ha tenido enemigos entre los grupos privados que compiten por el mismo mercado y ciertos sectores que la consideran un bastión progresista, pero nunca hasta ahora había afrontado la pérdida de confianza del público.

Los rivales de la cadena afirman que es demasiado cara y burocratizada

“Recuperar la credibilidad es indispensable para nuestra supervivencia”, ha admitido el propio presidente del consejo que gobierna el ente, Chris Patten, a la hora de responder sobre el cuestionado papel de la BBC en un doble frente que viene acaparando titulares este otoño: el encubrimiento de las actividades sexuales ilícitas de uno de sus presentadores legendarios —el ya fallecido Jimmy Saville— y la emisión de un programa en el que se acusó erróneamente a un antiguo político conservador de pedofilia. Por primera vez desde que la consultora YouGov mide la adhesión de los británicos a sus principales instituciones, quienes desconfían de la BBC (47%) ya superan a los que creen que sus periodistas “dicen la verdad” (44%). Aunque la encuesta sigue situando la valoración de la radiotelevisión pública por encima de los restantes medios, tanto audiovisuales como escritos, y fue realizada “en caliente” tras la dimisión el 10 de noviembre de su director general, George Entwistle, la piedra angular de la credibilidad aparece hoy tambaleante.

El público que sufraga y disfruta de la oferta informativa y de entretenimiento de la BBC, de sus documentales, programas culturales y series multipremiadas, ha acogido con aprensión no solo las revelaciones de que Saville abusó de centenares de menores a lo largo de los años, a la par que presentaba, entre otros, emisiones infantiles. El rigor y transparencia de la televisión también se han visto comprometidos. Considerado hasta ahora un modelo de investigación periodística, el mismo programa Newsnight que el pasado diciembre canceló una emisión sobre las oscuras actividades del personaje ha tenido que volver a pedir disculpas a principios de este mes por implicar (sin citarlo por el nombre) al extesorero tory lord McAlpine en el abuso de niños en un hospicio de Gales. En el primer caso se aplicó la autocensura para no empañar la imagen de quien fuera una de las figuras más reconocibles del medio. En el segundo, el hoy dimisionario Entwistle admitió que desconocía el contenido del programa, a pesar de ser el máximo responsable de la línea editorial de la BBC, abundando en la noción de descontrol en el ente. Las 450.000 libras (556.000 euros) que percibirá como indemnización por tan solo 54 días en el cargo han atizado, además, la recurrente polémica sobre las remuneraciones exorbitantes de los directivos y presentadores estelares del medio público.

Demasiado cara, demasiado grande, demasiado burocratizada, es el retrato que han venido presentando invariablemente los adversarios de la BBC, pero que empieza a tener verdadero calado. Los analistas de los medios, y en primer lugar los propios responsables de un gigante con 22.800 trabajadores y 3.900 millones de libras de presupuesto anual, subrayan la urgencia de una profunda reestructuración. Pero si las reformas suelen ser en estos tiempos precarios sinónimo de recortes, su plantilla ya ha venido encajando en los años recientes una merma de efectivos que en 2017 habrá supuesto un 20% del total. El Gobierno conservador de David Cameron ha congelado durante seis años la cuantía de la cuota que pagan los hogares con televisor (145,5 libras), lo que ha forzado otras medidas de austeridad como el desplazamiento de trabajadores a Manchester y el cierre del edificio en forma de rosquilla que albergaba sus estudios históricos de la capital.

Hay más dirigentes que en el Partido Comunista chino Chris Patten, presidente de la BBC
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Reputados periodistas de la casa como Jeremy Paxman (uno de los presentadores de Newsnight) o Jonathan Dimbleby identifican los recientes escándalos y el general deterioro de la calidad con ese tijeretazo que se ha cebado más en la nómina de periodistas que en la de los gestores. “En la BBC tenemos más dirigentes que el Partido Comunista chino”, suele bromear Patten sobre el voluminoso entramado de jefes y directivos que hoy precisa de “una revisión estructural radical”. La labor va a recaer en Tony Hall, cuyo nombramiento esta semana como nuevo director general ha sido muy bien recibido: se trata de un personaje fichado fuera de la BBC (hasta ahora era director ejecutivo de la Royal Opera House), pero conoce bien sus entresijos porque fue periodista de su plantilla durante 28 años y dirigió el servicio de noticias.

La naturaleza de los parabienes que desde todo el espectro político se ha dedicado a la designación de lord Hall da la medida de los retos que le esperan: el Gobierno considera esencial “que restaure la confianza del público”, mientras la oposición laborista reclama “el retorno de la estabilidad en estos tiempos difíciles para la BBC”. Un indisimulado sabor a venganza revestía en cambio la misiva lanzada el pasado domingo en su cuenta de Twitter por el magnate de las comunicaciones Rupert Murdoch, él mismo acuciado por el escándalo de las escuchas ilegales en algunos periódicos de su propiedad: “El desastre de la BBC procura a Cameron una oportunidad de oro para reorganizar apropiadamente la gran emisora pública”, escribió el autoproclamado enemigo número uno de la corporación. En otras palabras, reducir el tamaño y papel de la radiotelevisión pública en un mercado definido por la oferta multicanales y plataformas de pago, como la poderosa BSkyB que controla el empresario de origen australiano. Los medios privados y sus intereses comerciales están aprovechando la frágil posición de la BBC para redundar en las críticas contra la “competencia desleal” de un ente público que se mide con ellos en la batalla por la audiencia. Y sin los molestos cortes publicitarios.

“La BBC es una parte absolutamente esencial del Reino Unido que tiene además un impacto increíble en el resto del mundo”, ha declarado un lord Hall empleado en poner la casa en orden para recuperar la confianza del público y reivindicar que la solidez de la radiotelevisión pública británica merece todavía una presencia destacada ya bien entrado el siglo XXI. En plena era tecnológica, el desafío pasa por demostrar que la “tiíta” no se ha vuelto demasiado anquilosada y obsoleta.

Un gigante público

  • Creada en 1922, es el mayor grupo audiovisual público del mundo.
  • La audiencia alcanza los 47 millones en el Reino Unido y 239 millones en el mundo, de ellos, 180 millones escuchan el World Service, emitido en inglés y otras 27 lenguas.
  • El presupuesto fue de 3.900 millones de libras (4.800 millones de eurospara los años 2010-2011). 3.600 millones proceden del canon televisivo que pagan los hogares británicos.
  • Los hogares británicos con televisor pagan un canon anual de 145,5 libras. El Gobierno conservador congeló por seis años esa cantidad en 2010.
  • La cadena tiene 22.800 trabajadores, pero recortará 2.000 empleos hasta 2017.
  • Tiene 8 cadenas de televisión nacional, 54 emisoras de radio y una de las webs más visitadas de Europa.

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