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Los conflictos sin cerrar de la OTAN

Los miembros de la Alianza suben el tono contra Siria mientras se enfrentan todavía a conflictos abiertos en Afganistán e incluso en Kosovo

GUILLERMO ALTARES (ENVIADO ESPECIAL)
Vista general de una reunión sobre la misión en Afganistán este miércoles en la sede de la Alianza.
Vista general de una reunión sobre la misión en Afganistán este miércoles en la sede de la Alianza.JOHN THYS (AFP)

La reunión de ministros de Exteriores de la OTAN terminó este miércoles con una decisión clara, el envío de baterías antimisiles Patriot para proteger a Turquía de ataques desde Siria, y con una gran incógnita: ¿Qué ocurrirá si la situación en Siria sigue degenerando? Mientras la Alianza como organización ha insistido en que no tiene ni un plan para intervenir ni un mandato del Consejo de Seguridad, bloqueado por Rusia en ese asunto, alguno de los socios más importantes sí que han lanzado advertencias directas en caso de que el régimen de Bachar el Asad utilice armas de destrucción masiva, o incluso si solo baraja hacerlo, como temen algunos servicios secretos tras haber detectado movimientos sospechosos de componentes químicos sobre el terreno.

Aunque el tema principal de la cumbre era Afganistán, la reunión celebrada el martes y el miércoles en Bruselas estuvo marcada por Siria y, sobre todo, por la revelación de que Damasco podría estar preparando sus armas químicas --calificada de rumor por Rusia, aunque tomada muy en serio por los ministros--. Los otros conflictos que estuvieron sobre la mesa demuestran hasta qué punto son imprevisibles y difíciles de cerrar las intervenciones militares, incluso cuando cuentan con todos los sellos legales y con lo más parecido a un consenso internacional que se pueda conseguir.

"Hay absoluta unidad en eso: sería cruzar una línea roja y queremos dejarlo tan claro como sea posible. Lo hemos dicho por canales directos e indirectos, en público y en privado", aseguró este miércoles la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, al ser preguntada por la situación sobre el terreno en Siria y por el posible uso de armas de destrucción masiva. Clinton, que comenzó su intervención asegurando que se trataba de su última reunión de ministros de Exteriores de la OTAN a la que asistía --"He pasado muchas horas en este edificio en los pasados cuatro años"--, reconoció que "la creciente situación desesperada en la que se encuentra el régimen de El Asad le puede llevar a utilizar armas químicas o a perder su control".

"Nuestra posición sigue siendo la misma", declaró por su parte este miércoles el secretario general, Anders Fogh Rasmussen cuando fue preguntado por el cambio de tono de la Alianza sobre Siria. "No tenemos intención de intervenir militarmente, creemos que la solución debe ser diplomática. El despliegue de Patriot en Turquía es totalmente defensivo. Pero es cierto que todos somos conscientes de los movimientos en torno a las armas químicas. Los ministros de Exteriores hicieron una clara advertencia: ni siquiera se les debería pasar por el cabeza el uso de esas armas", agregó.

"Siria no es Libia", manifestó el martes en Bruselas el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, para dejar claro a los aliados que Moscú rechaza de plano cualquier amago de intervención en Siria, con o sin atajos. Precisamente para tranquilizar a Rusia, Rasmussen descartó en cada una de sus intervenciones durante los dos días de cumbre en Bruselas que la OTAN vaya a actuar como organización contra el régimen de Bachar el Asad (otra cosa es lo que hagan los socios de forma individual o coordinada, sin el paraguas de la Alianza).

Pero Libia, sin tropas sobre el terreno, es de las pocas intervenciones que se han cerrado de forma limpia, aunque la situación en el país está muy lejos de ser estable, como quedó demostrado tras el asesinato en un ataque terrorista en septiembre del embajador estadounidense y por los constantes enfrentamientos entre milicias rivales.

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La guerra de Afganistán comenzó en el invierno de 2001 tras los ataques contra Washington y Nueva York del 11 de septiembre de 2001. Actualmente hay una misión internacional en la que no solo están implicados los 28 países de la Alianza, sino un total de 52 Estados. La situación sobre el terreno ha sido estudiada a fondo por los ministros de Exteriores en Bruselas que han hablado, sobre todo, del futuro de la misión tras la retirada en 2014, cuando se entregará la seguridad al nuevo Ejército afgano. Continuará entonces una misión de entrenamiento --Rusia pide una nueva resolución del Consejo de Seguridad y todo indica que la habrá--.

La caída de los talibanes no significó su desaparición sino el comienzo de un largo conflicto de guerrillas y el país sigue envuelto en una guerra interminable. La teoría --entregar la seguridad a los afganos-- cuenta con un grave problema: los talibanes tienen tan infiltradas las fuerzas armadas que, solo hasta octubre, habían sido asesinados 51 soldados occidentales por los mismos militares afganos que entrenaban. Fuentes de la OTAN indicaron que se va a crear la figura de un policía que vigile a los soldados afganos durante los entrenamientos, una especie de guardaespaldas armado para proteger a los instructores. La corrupción rampante fue también evocada estos días en Bruselas. Y no parece que ninguno de estos problemas vaya a cerrarse de aquí a 2014, cuando se produzca la retirada general. El peligro de que Afganistán vuelva al caos entonces es una realidad.

Ni siquiera Kosovo, que cuenta con la presencia de tropas de la OTAN desde 1999 tras la guerra que forzó la salida del Ejército serbio, es una caso cerrado. Pese a que ha conseguido la independencia y el reconocimiento de la mayor parte de la comunidad internacional --aunque no de España--, Rasmussen reconoció el martes que la situación en el norte, la zona de mayoría serbia donde se producen enfrentamientos frecuentes, "sigue siendo volátil".

Kosovo tiene dos millones de habitantes, en un 90% albaneses. Siria es, en cambio, uno de los conflictos más complejos que puedan imaginarse. En el centro de Oriente Próximo, con un componente sectario que desborda en países como Líbano, siempre al borde de estallar, un tirano que se niega a rendirse y dispuesto a todo, una crisis de refugiados, un indescriptible sufrimiento de la población civil, la creciente presencia de elementos yihadistas --fuentes de la OTAN reconocieron que esto era una enorme fuente de preocupación-- y una oposición que nunca acaba de unirse totalmente pese a que ha dado pasos en ese sentido.

Solo faltan las armas de destrucción que, como subrayó Clinton, no está claro qué es peor, que estén controladas por el régimen o descontroladas a merced de cualquiera. La situación en Siria hace casi inevitable tarde o temprano algún tipo de intervención internacional que, sin embargo, sobre el papel parece casi imposible.

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Sobre la firma

GUILLERMO ALTARES (ENVIADO ESPECIAL)
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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