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Asia se prepara para la guerra fría

Los perfiles nacionalistas de los nuevos dirigentes de China, Japón y Corea del Sur agravan las disputas fronterizas y el desencuentro entre Pekín y Washington

Ceremonia en recuerdo del 75º aniversario de la masacre de Nanjing (China), el pasado día 13.
Ceremonia en recuerdo del 75º aniversario de la masacre de Nanjing (China), el pasado día 13. CARLOS BARRIA (REUTERS)

Con el triunfo de la conservadora Park Geun-hye en las elecciones presidenciales de ayer en Corea del Sur se cierra un año en que los tres países de Asia del Noreste —China, Japón y Corea del Sur— cambian de liderazgo en un momento crucial de sus relaciones y cuando todo apunta hacia el inicio de una nueva guerra fría en Asia. El auge del nacionalismo en los tres países y los islotes en disputa entre China y Japón, unos; y entre Japón y Corea, otros; unido al cambio en la estrategia de Defensa de Estados Unidos, hace temer un agravamiento de las tensiones en la zona y un avance de la ya iniciada carrera armamentista, sobre la que planea la amenaza nuclear de Corea del Norte.

Xi Jinping, elegido secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh) en noviembre pasado, pidió a sus Fuerzas Armadas que “intensifiquen su capacidad para el combate real”, durante la primera reunión que mantuvo con los altos mandos del Ejército Popular de Liberación (EPL) como máximo líder comunista. Xi se refirió a los nuevos retos que enfrenta el Ejército más numeroso del mundo, con 2,3 millones de efectivos, “en la era de la información” y le conminó a “mejorar la habilidad de luchar en guerras regionales”.

Las palabras de Xi, que será nombrado presidente de la República Popular el próximo marzo, no tranquilizaron a sus vecinos. El presupuesto militar de China hace ya casi una década que crece dos dígitos por año. En 2012 ascendió a 80.423 millones de euros, lo que supone un aumento del 11,2% con relación al año pasado. Este año también ha botado su primer portaaviones y ha mejorado considerablemente las capacidades de su Armada, lo que es visto con extrema preocupación por Japón y los países del sureste asiático con los que se disputa otros islotes en el mar del Sur de China.

El ascenso en Japón de Shinzo Abe, halcón del Partido Liberal Democrático (PLD), tampoco suaviza las tensiones. En su primer discurso tras su apabullante victoria en las elecciones legislativas del pasado domingo, Abe dejó claro que las islas Senkaku (en japonés) y Diaoyu (en chino) “son parte integral del territorio de Japón” y rechazó cualquier tipo de negociación al respecto. Con ello, este, dejó claro a Pekín desde el principio de su mandato cuales son sus líneas rojas, aunque posteriormente le tendió una rama de olivo al subrayar que China es el “primer socio comercial de Japón”.

Nada más conocer su victoria en las urnas, el nuevo primer ministro nipón reiteró que las islas Senkaku son japonesas

Abe apoya que Japón transforme sus fuerzas de autodefensa en Ejército regular, lo que requiere reformar el artículo 9 de la Constitución pacifista impuesta en 1946 por EE UU como potencia ocupante tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial. Ya en 2006, durante los 11 meses en que Abe encabezó por primera vez el Gobierno japonés, dio importantes pasos en este sentido. Pese a las limitaciones que impone la actual Carta Magna, Tokio tiene el sexto mayor presupuesto militar del mundo (45.000 millones de euros en 2012, aunque para 2013 se prevé una reducción del 1,8%).

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Las Senkaku / Diaoyu, que Washington quiso mantener bajo su control hasta que las devolvió a Japón junto con el archipiélago de Okinawa en 1971, se encuentran protegidas por el Tratado de Defensa mutua entre Estados Unidos y Japón. De ahí, que esta disputa encona también las relaciones entre Pekín y Washington. “China debe sentir la contención de Estados Unidos para que no continúe su expansión. Hay que ejercer presión y no solo militar sino también económica”, señalan fuentes diplomáticas japonesas.

Para China, la nueva estrategia de seguridad nacional del presidente Barack Obama, que da prioridad a la región de Asia-Pacífico, no tiene otra intención que “cercarla e impedir su ascenso”. De ahí, el malestar existente por la decisión estadounidense de estrechar las relaciones estratégicas con Japón y Corea del Sur, países en los que tiene estacionadas tropas, además de con otros vecinos de China como Filipinas, Vietnam, India y Myanmar (la antigua Birmania).

China no acepta las críticas de Washington por el fuerte incremento anual de su presupuesto militar y le echa en cara que apenas llega al 1,8% de su Producto Interior Bruto (PIB), mientras el de EE UU, con 662.000 millones de dólares (500.380 millones de euros) supera el 2% del PIB estadounidense. Además, la decisión de potenciar el espionaje, los robots de combate, las operaciones especiales y la guerra cibernética es vista por buena parte del Partido Comunista Chino como “la prueba evidente de que Washington ha desatado una nueva guerra fría en Asia porque no está dispuesto a permitir el ascenso pacífico de China”, según diferentes analistas.

La puesta en órbita de un satélite por Corea del Norte es vista como un ensayo de misil intercontinental

A su vez, Washington está muy molesto con Pekín porque no frena las amenazas nucleares de su socio norcoreano, cuyo régimen considera “muy poco fiable”. La puesta en órbita de un satélite la semana pasada es vista como un nuevo ensayo de misil intercontinental y viola las ordenanzas de la ONU, pero no es posible imponer sanciones a Pyongyang porque Pekín lo impide al considerar que si se aisla aún más a ese régimen se le hace más peligroso y beligerante.

La victoria electoral de la conservadora Park Geun-hye juega también un importante papel en la zona. Corea del Sur es un destacado socio militar de Washington, pero la disputa por las islas Dokdo (en coreano) / Takeshima (en japonés) ha envenenado en los últimos meses las relaciones con Japón. Además, Shinzo Abe, durante su primer mandato como jefe de Gobierno, rechazó que el Ejército imperial utilizara “esclavas sexuales” coreanas durante las guerras de expansión por Asia en la primera mitad del siglo XX, lo que desató aireadas protestas en Seúl. Abe se vio obligado a pedir perdón para no romper las relaciones con su vecino.

Seúl casi está más preocupado por el aumento del nacionalismo japonés que por el del chino. Pero lo que sus vecinos aguardan con interés es ver que actitud tomará ante frente a Pyongyang. Buena parte de los surcoreanos apoya una mejora de las relaciones entre los dos países, lo que favorecería económicamente a ambos.

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