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Las ardientes fiestas francesas

En una mezcla de protesta y celebración, 1.200 coches han ardido esta Nochevieja en Francia: una tradición festiva que calcinó más de 40.000 vehículos en 2012

Un bombero intenta apagar el incendio en un coche en Nochevieja en Estrasburgo.
Un bombero intenta apagar el incendio en un coche en Nochevieja en Estrasburgo. JEAN-MARC LOOS (REUTERS)

Cada año arden en Francia nada menos que entre 40.000 y 60.000 coches. Les prenden fuego en una mezcla de protesta y celebración que ya se ha convertido en algo parecido a una tradición vándala. Es un fenómeno particular de Francia que suele registrar picos en fechas como Nochevieja y el día de la fiesta nacional de 14 de Julio. La última noche de 2012 tampoco fue una excepción: desconocidos prendieron fuego a casi 1.200 vehículos.

Desde hace unos años, a pesar de la falta de fiabilidad de las cifras —algunos recuentos suman los incendios intencionados, otros los fuegos en vehículos, otros las intervenciones de los bomberos—, la práctica parece haberse estabilizado. Eso sí, se ha estabilizado en un nivel alto, con algo más de mil vehículos incendiados en Nochevieja. Este año fueron exactamente 1.193, según el ministerio del Interior.

Sarkozy prohibió difundir datos de los incendios para evitar la emulación

El ministro del Interior, Manuel Valls, ha decidido este año volver a publicar la estadística, después de que el Gobierno anterior del presidente Nicolas Sarkozy dejara de hacerlo porque consideraba que estimulaba el vandalismo. Mientras los políticos discuten sobre el efecto de la publicación de los datos, los sociólogos alertan sobre la necesidad de entender las motivaciones tras estos actos, en los que se mezclan protesta y celebración.

“Se trata de un fenómeno muy francés y muy localizado, principalmente en la región parisina y en la zona de Estrasburgo, y que se remonta unos 30 años”, explica el sociólogo Michel Wierviorka, experto en violencia. Aparece cuando estalla en los años ochenta la crisis de las banlieues, las periferias populares de las grandes ciudades caracterizadas por la concentración de inmigración y pobreza. Entonces surgen los denominados “rodeos”, una práctica por la que los jóvenes de estos barrios roban un coche potente en un barrio rico, se lo traen a casa, donde recorren las calles a toda velocidad y acaban incendiando el vehículo. “Ahora la diferencia es que queman los coches de sus propios barrios”, dice Wierviorka.

El vandalismo esconde a veces la destrucción de pruebas o fraudes
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La práctica empieza a tomar una gravedad considerable a finales de los noventa, cuando los picos en Nochevieja empiezan a preocupar a las autoridades. “Es una suerte de fiesta al revés, con elementos típicos de la celebración como el fuego, mezclada con la confrontación con la policía”, explica Sébastian Roché, del Instituto de Estudios Políticos de Grenoble. “Es una de las modalidades de expresión del sentimiento de abandono de estos barrios”, señala por su parte Wierviorka, quien también destaca el factor lúdico, al que añade el mediático: “Es una forma de llamar la atención y de atraer a los medios de comunicación y de los políticos".

“Desgraciadamente nos faltan estudios serios sobre el tema para poder entender realmente su significado”, destaca por su parte Laurent Mucchielli, investigador del Consejo Nacional de Investigación Científica (CNRS).

A los factores de protesta y de juego con el fuego se mezclan motivaciones más prácticas. Por una parte, se estima que parte de los coches incendiados esconden otros delitos y son así una forma de hacer desaparecer las huellas y otras pruebas. Otra explicación que recuerdan las autoridades son los casos de fraude al seguro: según las aseguradores, uno de cada cinco vehículos quemados lo es por este motivo.

En cualquier caso, el debate político se ha centrado en los últimos años en la mediatización del fenómeno y la pertinencia de publicar las cifras anualmente. Los sucesivos ministros del Interior de Nicolas Sarkozy, Claude Guéant y Brice Hortefeux, decidieron dejar de hacer público este dato escudándose en la voluntad de no alimentar una “competición estúpida” entre barrios. Sus detractores estiman que la verdadera motivación era una voluntad de ocultar la amplitud del fenómeno. Restablecida la transparencia, queda ahora pendiente tratar de actuar sobre sus causas.

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