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Obama alerta del caos en la economía mundial si EE UU suspende pagos

La rueda de prensa se centró en su mayor parte en la regulación de las armas y la economía

Foto: overonaelpais | Vídeo: Reuters-LIVE / Brendan Smialowski (AFP)
Antonio Caño

Barack Obama advirtió este lunes que la suspensión de pagos por parte de Estados Unidos –una posibilidad real cuando el país está a un mes de alcanzar el techo legal de su endeudamiento- provocaría un severo daño para todos los norteamericanos y un caos en la economía mundial. El presidente, que dedicó la mayor parte de su última rueda de prensa del primer mandato a alertar sobre ese peligro, pidió al Congreso, que es el único autorizado a elevar el límite de deuda, que lo haga de inmediato y sin condiciones.

Obama aseguró que no piensa entablar una negociación con los republicanos sobre esa materia. “No voy a negociar con una pistola en la sien del pueblo americano”, dijo. El país acaba de salir de una larga y difícil negociación para evitar el abismo fiscal que culminó con un acuerdo in extremis en las primeras horas de este año. Obama no quiere empezar otra vez un proceso similar sobre este problema del techo de deuda, un asunto de mayor gravedad aún que el del abismo fiscal.

Desde el punto de vista del presidente, la situación es muy clara: EE UU tiene que pagar sus deudas. Punto. Cualquier reclamación relativa a la reducción del déficit o al recorte del gasto público tiene que hacerse al margen de esa obligación imprescindible. Para los republicanos eso no está tan claro. En este momento, la oposición se niega a aprobar el aumento del techo de deuda, que se requiere para hacer frente a los próximos pagos, si el Gobierno no se compromete a cambio a eliminar o reducir los más costosos programas sociales.

La oposición se niega a aprobar el aumento del techo de deuda, que se requiere para hacer frente a los próximos pagos

El trasfondo de este nuevo conflicto presupuestario es el mismo que el del abismo fiscal: los republicanos quieren políticas de ajuste para reducir el déficit de forma drástica y la Casa Blanca quiere hacerlo de forma más progresiva e incluyendo aumentos de impuestos. La diferencia esta vez es que el duelo sobre el techo del deuda puede tener consecuencias más inmediatas y contundentes. “Sería un desastre para nosotros y para toda la economía mundial”, manifestó Obama. Como él mismo anticipó, el Gobierno tendría que dejar de pagar a sus empleados, a los militares, a los pensionistas, a los médicos que atienden la seguridad social. El Tesoro no podría pagar los intereses de sus bonos, los extranjeros que invierten en EE UU pondrían en duda las garantías que este mercado ofrece y una ola de pánico se extendería casi inevitablemente por todo el sistema financiero internacional, con una previsible paralización de la actividad económica. El Gobierno de EE UU quedaría, de hecho, paralizado, únicamente capaz de atender los asuntos de máxima urgencia, y el país tendría que declararse, formalmente, en suspensión de pagos.

Todo eso ocurriría en algún momento aún no determinado de mediados del mes de febrero si el Congreso no aprueba la elevación del actual techo de deuda, que es de 16,4 billones de dólares. La cifra, en realidad, se alcanzó ya el último día de 2012, pero el Tesoro encontró entonces mecanismos financieros legales para tener dinero a su disposición durante unas pocas semanas más. Ahora el plazo no se puede volver a extenderse.

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Este hecho de que EE UU supere el techo de deuda que previamente establece el Congreso no es nuevo en este país. Lo que es nuevo es que su extensión provoque semejante polémica y alarma. El techo de deuda fue ampliado por el Congreso durante la mayoría de las presidencias anteriores de forma casi ritual, sin que diera lugar a negociaciones ni controversia. Fue en 2011, poco después de la llegada al Capitolio de la primera hornada de congresistas del Tea Party, cuando la elevación del techo de deuda dio lugar a un penoso tira y afloja. Fue a finales de julio, y EE UU estuvo en aquella ocasión a horas de distancia de la suspensión de pagos. Como consecuencia de aquel debate, la nota de la deuda del país fue rebajada por algunas agencias calificadoras.

Obama no quiere que ocurra la mismo esta vez, pero no se ve de qué forma puede evitarlo. De momento se ha limitado a apelar al sentido común de los congresistas con un argumento muy elemental: todo el mundo tiene que pagar sus deudas. La elevación del techo actual no es para afrontar nuevos gastos sino para pagar lo que ya se debe y fue aprobado en su día por el propio Congreso. No hacerlo pondría a EE UU al nivel de un país con la economía en total bancarrota.

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