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Un juicio surgido de la Guerra Fría

Alemania procesa a un matrimonio por espiar para Rusia durante 23 años Putin, exoficial de la KGB, se negó a canjearlos con Berlín por otros agentes

Andreas Anschlag, con la cara difuminada,hoy en el juicio.
Andreas Anschlag, con la cara difuminada,hoy en el juicio.niedemueller (getty images)

Durante 23 años, Andreas y Heidrun Anschlag llevaron en Alemania una apacible vida de matrimonio de clase media acomodada. Se ha difundido la foto de un cincuentón de pelo corto, cara rellena y expresión inofensiva que eligió marrones diversos para su camisa, chaqueta y corbata: el aspecto de un tipo cualquiera que podría ser tu médico, el pequeño empresario que te vendió el coche o, por qué no, el ingeniero industrial que le sirvió de tapadera para su identidad falsa. Ni siquiera su hija de 20 años, estudiante de medicina en Marburgo, sospechó que los Anschlag eran espías del KGB.

El juicio por espionaje contra el matrimonio, que ha empezado hoy, es uno de los procesos más llamativos desde la caída del Muro de Berlín en 1989. Los acusados callaron en la primera vista, en la que se limitaron a asentir cuando les preguntaron si están de acuerdo en que se dirijan a ellos por sus seudónimos alemanes.

Andreas Anschlag, que según sus papeles falsos tiene 53 años, se llama quizá Sascha Rost. Se cree que su mujer Heidrun (47 años en su pasaporte) podría llamarse Olga. Sentados en el banquillo de un tribunal de Stuttgart, están acusados de espiar para el servicio secreto soviético KGB y su organización heredera rusa SWR. Durante un cuarto de siglo enviaron a Moscú informaciones secretas sobre Alemania, la Unión Europea y la OTAN. A cambio percibían más de 100.000 euros anuales con los que mantenían la fachada familiar de ingeniero y ama de casa. Eran ilegales, es decir, espías de profesión.

Una doble operación de la unidad policial de élite GSG9 terminó en octubre de 2011 con la doble vida de los Anschlag. A las tres de la mañana arrancaron a Andreas (nombre en clave: Pit) de su cama en una casa de Balingen, 70 kilómetros al sur de Stuttgart (en el suroeste de Alemania). Otro grupo de agentes armados asaltó tres horas más tarde la residencia familiar en Marburg, a unos 90 kilómetros al norte de Fráncfort. En ese preciso momento, Heidrun (nombre en clave: Tina) estaba sintonizando la radio de onda corta que, conectada a un ordenador portátil y a un aparato de cifrado, le servía para contactar con Moscú una o dos veces por semana. Según el dominical del Frankfurter Allgemeine (FAS), el sistema disimulaba la comunicación en una especie de ruidos irreconocibles. Cuenta el rotativo que los policías encontraron en Marburgo “una buena cantidad de dinero” en divisas extranjeras y documentos secretos.

A principios de 2012, dos agentes alemanes trataron de negociar con los rusos un intercambio de espías como los que durante la Guerra Fría se organizaban sobre el puente de Gleinicke, que unía Berlín Occidental con la República Democrática Alemana. Moscú tardó mucho en responder, demasiado. Se cree que una decisión así necesita el visto bueno del entonces primer ministro ruso, el actual presidente de Rusia, Vladímir Putin, oficial de la KGB en Dresde entre 1985 y 1990. A cambio de los Anschlag, Alemania pedía la liberación de espías occidentales. Verosímilmente la de un antiguo informador y oficial de los servicios secretos domésticos rusos (FSB) condenado a casi 20 años de cárcel. Se especula que a Putin, que fue director del FSB hace 15 años, le pareció un precio demasiado alto.

Así que la fiscalía alemana mantuvo la acusación contra los Anschlag, que ahora enfrentan una condena comparativamente suave: la pena máxima es de 10 años. El rechazo ruso al intercambio disgustó en los despachos del servicio secreto alemán BND. Invita a sospechar que hay más agentes ilegales en Alemania. Algunos expertos creían desaparecida esta actividad por costosa y complicada. El trabajo fragmentario de los Anschlag tiene sentido si forma parte de una red más amplia y compleja, cuyo mantenimiento exigiría decenas de millones de euros al año. No se sabe si existe tal red o si los Anschlag eran solo un residuo de la Guerra Fría.

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Andreas, Sascha o Pit llegó a Alemania en 1988. Dijo que venía de México. Tenía un pasaporte austriaco fraudulento según el cual había nacido en Argentina en 1959. Heidrun, Olga o Tina llegaría dos años después: también con papeles falsos austriacos, nacida supuestamente en Lima en 1965. Se casaron en 1990, el mismo año en el que Andreas se matriculó en la universidad de Aquisgrán para estudiar ingeniería. Contaban que su acento extranjero era “español” y que se debía a su juventud en América Latina. Él terminó los estudios en 1998 y empezó a trabajar en empresas de automóviles. No le admitieron en ninguno de los cada vez más prósperos consorcios alemanes de armamento para los que se postuló. Pero mediante su participación en organizaciones relacionadas con Defensa y próximas a la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y al partido liberal FDP, el falso Anschlag enviaba a Rusia perfiles de funcionarios y políticos susceptibles de ser comprados o espiados.

Contactaban con el Kremlin por satélite, radio o, en los últimos tiempos, mediante participaciones cifradas de Heidrun en foros de Internet, como los del portal de vídeos YouTube. Su pseudónimo online: Alpenkuh 1, es decir, Vaca de Los Alpes 1. Los Anschlag estaban preparando su salida de Alemania cuando los detectaron los servicios secretos de EE UU y alertaron a los alemanes.

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