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GUERRA EN MALÍ

Primeras evidencias de ejecuciones en el Malí controlado por el Ejército

Amnistía denuncia desapariciones y asesinatos de sospechosos de ser yihadistas

José Naranjo
Soldados malienses de camino a Mopti, el sábado.
Soldados malienses de camino a Mopti, el sábado.fred dufour (AFP)

En Sevaré, en el centro de Malí, hay una zona a la que llaman Million-Kin (Barrio de los Millonarios, en bambara, la lengua local). Allí, en un descampado no muy lejos de la pista de tierra, hay un cadáver semienterrado con descuido. Está tumbado boca abajo, desnudo, y solo asoman sus nalgas y su brazo izquierdo. Parece que ha sido quemado y que no lleva allí más de 48 horas. Numerosos residentes en Mopti y Sevaré hablan, cada vez con más insistencia, de que se están llevando a cabo ejecuciones extrajudiciales por el mero hecho de ser extranjero y no tener papeles, ser de piel clara o por proceder del norte del país. Amnistía Internacional y la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) aseguran tener pruebas que implican al Ejército de Malí.

Está lejos de ser un secreto, pero todos hablan en voz baja. “Hay que estar muy atentos. Estos días están pasando cosas en Sevaré y hay gente que está desapareciendo”, asegura un residente. Algunos van más allá y relatan incluso haber participado, en los últimos días, en la quema de una veintena de cadáveres que luego han sido arrojados a pozos o enterrados en las afueras. Los pozos han sido rellenados con arena y grava. Imposible verificar a simple vista o saber si se trata de combatientes yihadistas que murieron en la batalla de Konna, a 70 kilómetros de aquí, como dicen unos, o de personas sospechosas de haber colaborado con los radicales y ejecutados de forma sumaria, como aseguran otros. Pero la presencia de un cadáver en Million-Kin es una evidencia imposible de negar.

El alcalde de Mopti, Oumar Bathily, asegura: “hemos dado instrucciones a todo el mundo sobre los sospechosos. Si hay gente rara o desconocidos en el pueblo, hay que denunciarlos y que las autoridades se encarguen de hacer la investigación. Sabemos que hay infiltración de yihadistas y no lo vamos a permitir. Mopti siempre ha sido un lugar de acogida, abierto a todo el mundo, pero nos hemos dado cuenta de los peligros que esto entraña”. Sin embargo, al ser preguntado por posibles hechos violentos en la ciudad, asegura no tener constancia. En la misma línea, el coronel Didier Dacko, hasta hace solo unos días responsable del Ejército maliense en Sevaré, dice “no haber escuchado nada”.

Amnistía Internacional piensa de otra manera. Un observador de esta organización ha recogido testimonios de arrestos, interrogatorios y torturas a personas sospechosas de haber colaborado con los yihadistas. En concreto, cita el caso de una mujer de etnia fulani. “Un día, mi hijo desapareció. Le buscamos durante dos o tres días pero no pudimos encontrarlo. Entonces, algunas personas nos contaron que el día que desapareció, el Ejército había disparado a dos personas y los había arrojado a un hoyo dentro de la base militar”, aseguró esta mujer a Amnistía Internacional. Por su parte, la FIDH habla de al menos diez ejecuciones sumarias en Sevaré, mientras que Human Rights Watch dice haber recibido “informaciones creíbles” respecto a graves abusos cometidos por las fuerzas de seguridad en Niono contra poblaciones árabes y tuaregs.

En Wailhirdé (Sevaré) hay un pozo cercano a una base militar que muchos señalan como uno de los lugares donde se están arrojando los cadáveres. En el brocal hay restos de sangre. Y otros testimonios apuntan a la existencia de agujeros y fosas donde están siendo enterrados los cuerpos después de haber recibido un disparo en la cabeza. “Los matan en una zona llamada Chechenie, donde se llevan a cabo las prácticas militares de tiro”, asegura otro vecino. Hace unos días desaparecieron el padre y el hermano de un gendarme, originarios del norte. Estas desapariciones se han intensificado en los últimos días, tras la llegada de los salafistas a la ciudad de Konna, pero no son algo nuevo.

Mohamed era un tuareg de unos cincuenta años procedente del norte muy conocido en Sevaré. Tenía una pequeña tienda en la que vendía todo tipo de productos. En abril, tras la toma de Gao por los yihadistas, desapareció. “Todo el mundo sabe que está muerto”, asegura un joven residente. El carácter étnico de estas desapariciones es lo que más preocupa a Amnistía. “Vestir ropas tradicionales árabes o tuaregs y no ser de Sevaré es suficiente para que te pare la policía”, relata otro testimonio. En los últimos días hay gente que incluso se ha afeitado la barba para evitar ser confundidos con yihadistas.

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En este sentido, Boucacar Traoré, coordinador del campo de desplazados de Sevaré donde residen 587 ciudadanos que han huido de sus hogares en el norte, ha recomendado a las personas allí acogidas no salir mucho estos días a la calle “hasta que la situación sea estable”. En todo Mopti se ha declarado un toque de queda a partir de las nueve de la noche y muchos permanecen en sus casas por temor.

El ministro de Justicia de Malí, Malick Coulibaly, dio una respuesta inquietante a Amnistía Internacional cuando fue contactado por teléfono: “Ningún Ejército es perfecto. El estadounidense es uno de las más profesionales del mundo y se ha descubierto que han cometido actos de tortura y asesinatos ilegales. Eso existe en todos los ejércitos”.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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