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El trágico final de Aliou Touré

Cansados de los abusos, los vecinos de Gao linchan al jefe de la Policía Islámica

José Naranjo

Aliou Touré era un joven más bien tímido y de carácter débil. Comerciante, vendedor de cuero y pieles, sus vecinos de Gao acostumbraban a gastarle bromas, a reírse de él. Un buen día, hace ya algunos años, desapareció. Cuentan que estuvo en algún país árabe profundizando sus conocimientos sobre el islam. Pero a pocos parecían preocuparle las nuevas ideas del pobre Aliou.

Todo cambió en abril de 2012, con la llegada a la ciudad del grupo islamista Muyao (Movimiento por la Unicidad y la Yihad en África Occidental). Los recién llegados, procedentes de otros países, necesitaban simpatizantes locales que les informaran de lo que pasaba en Gao. Y Aliou Touré estaba ahí. Quizás por su timidez, quizás por proteger sus negocios o porque, como él decía públicamente, Muyao “promueve la verdadera fe”. Lo cierto es que en julio, después de la expulsión de los rebeldes tuareg, Touré ya era el jefe de la Policía Islámica, ante quien todos ahora temblaban, y el encargado de aplicar los castigos corporales, amputaciones incluidas, a los “delincuentes” que bebían alcohol, cometían adulterio, fumaban cigarrillos o robaban.

Así pasaron las semanas. Y del miedo se pasó pronto al odio. Aliou Touré encarnaba todo aquello que la mayoría de los habitantes detestaban de los barbudos, con el agravante de que se trataba de uno de los suyos, un habitante de Gao, el cómplice necesario. El 5 de agosto de 2012 fue él quien ordenó que le pegaran una paliza casi mortal al periodista Malick Maïga por haber criticado en la radio la aplicación de la sharía, la ley islámica. Y quien poco después arrebató la mujer a un campesino para entregarla en matrimonio a uno de sus nuevos amigos yihadistas. Cayó en desgracia Aliou Touré. Muchos jóvenes que le veían pasearse altivo por Gao mascaban su odio en silencio, pensando que un día la tortilla se daría la vuelta.

Ese día llegó el jueves pasado. La intervención francesa en el centro del país para contener el avance de los yihadistas ha hecho cambiar de bando al miedo. Ahora son los miembros del Muyao quienes duermen en las afueras de la ciudad y se preparan para retirarse en cuanto los soldados lleguen a las puertas. Y los habitantes de Gao que se han sentido humillados y acorralados por los radicales ganan terreno.

Las circunstancias no están claras porque desde hace una semana no hay cobertura telefónica. Pero lo cierto es que Aliou Touré ha tenido un final trágico. Al parecer, ordenó el linchamiento del periodista Kader Touré, un locutor de radio muy querido y respetado en Gao que se mostraba crítico con los radicales. Y el jueves pasado la población se tomó la venganza. Fueron a por él y lo despedazaron a machetazos.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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