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SECUESTRO EN LA PLANTA DE GAS DE ARGELIA

El terror devuelve Argelia al pasado

La reaparición de la violencia en el Sáhara trae a los argelinos recuerdos traumáticos de los años noventa y desencadena una ola de patriotismo

Un operario ajusta un conducto en la planta de gas de In Amenas, reabierta hoy.
Un operario ajusta un conducto en la planta de gas de In Amenas, reabierta hoy. louafi larbi (REUTERS)

Durante cuatro días muchos argelinos han tenido la impresión de hacer un viaje en el tiempo, a los traumáticos años noventa cuando el terrorismo islamista golpeaba a diario causando más de 150.000 muertos en una década. “El secuestro nos ha traído muy malos recuerdos”, afirma Ahmed, con cara apesadumbrada, mientras toma un café en un bar de la céntrica calle de Didouche Mourad de Argel. La barra está cubierta de cabeceras de periódicos con la foto del primer ministro, Abdelmalek Sellal, y un titular que se repite extractado de su rueda de prensa del lunes: “Es un mensaje claro para los terroristas”.

El mensaje fue el asalto que lanzó el Ejército, de jueves a sábado, para retomar el control de la planta gasística de Tigantourine, a 1.300 kilómetros al sureste de Argel, de la que se había apoderado, el miércoles 10 de enero, un comando terrorista. En la operación de rescate murieron al menos 37 rehenes extranjeros, un guardia de seguridad argelino y otros cinco expatriados siguen desaparecidos. Veintinueve terroristas fueron también abatidos.

“Los argelinos tienen miedo de que Argelia se convierta de nuevo en un foco de violencia indiscriminada”, afirma el excoronel Chafik Mesbah. De ahí el impulso patriótico y las alabanzas al Ejército en las páginas de los diarios, incluso los más independientes, “pero sobre todo en las redes sociales”, recalca, agradablemente sorprendido, un alto cargo.

En Argel, donde la lluvia ha provocado estos días atascos más largos que de costumbre, apenas se ha notado el mazazo terrorista de Tigantourine. La seguridad ha sido, eso sí, reforzada ante algunas embajadas y centros culturales extranjeros, empezando por los de Francia, pero este corresponsal solo pasó controles rutinarios para acceder ayer al Palacio de Gobierno. Una de sus alas fue volada, en abril de 2007, por la explosión de un coche bomba que causó 12 muertos y 135 heridos.

Más allá de la reaparición de la violencia armada, “lo primero que nos ha recordado los siniestros años noventa ha sido nuestro aislamiento”, afirma un diplomático argelino. Entonces la comunidad internacional dio la espalda a Argelia en su lucha contra los grupos islámicos armados. Como antaño, Argelia estuvo aislada en su actuación. Washington pedía “aclaraciones”, Tokio presionaba para que detuviera el asalto, Londres lamentaba carecer de información... Esta vez, sin embargo, la incomprensión occidental apenas duró 48 horas. A partir del viernes, casi todas las críticas se convirtieron paulatinamente en elogios encabezados por París, que necesita la colaboración de Argel en su guerra en Malí.

Los cuatro días del rebrote terrorista en Tigantourine no son comparables a la tragedia que vivió Argelia hace veinte años. Miles de islamistas radicales se han acogido desde entonces a las diversas amnistías. Desde que, en diciembre de 2007, la rama magrebí de Al Qaeda (AQMI) perpetró atentados en Argel, el terrorismo no ha vuelto a golpear ninguna gran ciudad. Hasta la semana pasada era un fenómeno residual que persistía sobre todo en las montañas de la Cabilia (este).

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Argelia es un país sosegado de puertas para dentro, pero el enemigo está ahora a su alrededor, al sur, en Malí, y al este, en Libia y Túnez. Desde fuera quiere darle zarpazos. Derrotada en la Cabilia y en los suburbios de Argel, la rama magrebí de Al Qaeda se ha replegado en el norte de Malí. Desde marzo controla, junto a los tuaregs radicales de Ansar Dine, un territorio de 830.000 kilómetros cuadrados.

Desde diciembre AQMI se ha fraccionado. El argelino Mojtar Belmojtar, el que planeó el secuestro colectivo de Tigantourine, se ha escindido del grupo. Él y sus rivales que aún siguen en AQMI, Abdelmalek Drudkel y Abu Zeid, se van a lanzar en una frenética carrera por imponerse como el Osama bin Laden del Sahel. Una carrera que estará jalonada de golpes terroristas.

Las fronteras meridionales de Argelia, con Malí y Níger, siempre han sido porosas, pero, desde hace ya 15 meses, las del este también lo son. Prueba de ello es que el comando que se apoderó de Tigantourine partió del norte de Malí, cruzó a Níger y entró en Argelia a través de la frontera libia. De sus 32 integrantes, al menos un tercio eran tunecinos y entre ellos había libios y subsaharianos. A diferencia de los años noventa, la mayoría de los enemigos de Argelia ya no son argelinos.

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