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Bruselas critica con tibieza el chantaje permanente de Reino Unido

París afirma que si Londres quiere dejar Europa le pondrán “la alfombra roja”

El ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle (izquierda), y su homólogo francés, Laurent Fabius, este martes en Berlín.
El ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle (izquierda), y su homólogo francés, Laurent Fabius, este martes en Berlín.MAURIZIO GAMBARINI (EFE)

Europa lleva varios años intentando frenar su dulce decadencia, de momento sin éxito, para gestionar sus relaciones con un mundo cada vez menos eurocéntrico. Londres era y es fundamental en ese viaje, como contrapeso de París y, sobre todo, Berlín. Pero cuando la crisis obliga a acelerar el proceso de integración, resulta que el Canal parece más ancho que el Atlántico y además está cubierto de una espesa niebla: el anuncio británico sobre una futura convocatoria de referéndum sobre la UE ha provocado este miércoles saltos de alegría entre los eurófobos de Reino Unido, y apenas una reacción sorprendentemente tibia y cautelosa en Bruselas.

La Comisión Europea y el Consejo han estado prácticamente desaparecidos: no hubo noticias de los presidentes José Manuel Durão Barroso y Herman Van Rompuy, dueños de un silencio diplomático o autista ante lo que, siempre en privado, los eurócratas califican de impresentable chantaje permanente de Londres. El ruido llegó, sin embargo, desde algunas capitales. La resupuesta fue de baja intensidad en Berlín, que ha encontrado en Reino Unido un aliado perfecto en su estrategia destinada a retrasarlo todo para después de sus elecciones de otoño. Pero París, presuntamente en horas bajas, se ha atrevido con una salva de cañonazos contra esa niebla que recubre el Canal tras el anuncio del primer ministro, David Cameron.

“Si Reino Unido quiere dejar Europa le pondremos la alfombra roja”, ha espetado Laurent Fabius, ministro de Exteriores francés. París sostiene que Londres va de farol y Fabius ha aprovechado para devolverle un antiguo golpe bajo a Cameron, que hace unos meses utilizó la misma metáfora —esa referencia a la alfombra roja— para dar la bienvenida a los franceses ricos, molestos con la subida de impuestos del Gobierno de François Hollande. El titular de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, ha sido menos ácido pero ha advertido a Cameron que Europa no es un menú “a la carta”, en el que uno puede escoger lo que le gusta y descartar lo que no le beneficia. Ni Hollande ni Angela Merkel han levantado la voz: los observadores sostienen que de esa tibieza, combinada con el extraño silencio de Bruselas, se puede inferir que al final Cameron obtendrá al menos parte de lo que pretende, para presentarse como ganador ante los británicos y asegurarse un sí a la UE.

Pensar en un Reino Unido compitiendo solo es no entender el tiempo en el que uno vive" José Manuel García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores

Las palabras de la canciller Merkel sugieren que ese será, a grandes rasgos, el resultado final: “Alemania, y yo personalmente, queremos que Reino Unido siga siendo una parte importante de la UE. Estamos dispuestos a hablar sobre las aspiraciones británicas” y a negociar un “nuevo acuerdo” sobre la relación entre Londres y la UE, ha dicho. Las declaraciones de la canciller sonaron, una vez más, como si Europa se estuviera convirtiendo en mera política interior alemana.

Más allá de Berlín y París se han oído palabras fuertes. Una parte de Europa acusa el discurso de Cameron de egoísta, ignorante y peligroso. “Reino Unido se dedica a repartir culpas, pero tiene una gran responsabilidad en todos los retrasos de Europa”, ha asegurado el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz. “Está jugando con fuego y muestra un enorme grado de ignorancia acerca del funcionamiento de la UE”, le ha secundado el líder de los liberales en la Eurocámara, Guy Verhofstadt. El ministro de Exteriores español, José Manuel García-Margallo, ha calificado de “pésima noticia” la convocatoria del referéndum: “Pensar en un Reino Unido compitiendo en el mundo con Estados Unidos, China, India o Brasil realmente es no entender el tiempo en el que uno vive”. Pero otros países, como Holanda, Suecia y los tradicionales aliados británicos en el continente, han sido mucho más benévolos.

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Las relaciones británicas con el continente son cualquier cosa menos sencillas. Reino Unido ha solicitado su ingreso en las Comunidades Europeas hace 50 años y lo ha conseguido hace justo cuatro décadas, en parte como consecuencia de su declive geopolítico y económico —angustia posimperial, según lo denominan los historiadores— y sobre todo por motivos de seguridad, por la Guerra Fría. Por el camino ha contribuido decisivamente a cincelar una Europa inglesa: grande, flexible, librecambista, abierta, en muchos sentidos profundamente no-francesa. Y es decisiva en la política exterior y defensa: solo Londres y París son verdaderos actores en ese ámbito. Acabada la Guerra Fría y a la vista de que ahora las debilidades son casi mayores en el continente, Cameron da la sorpresa y parece decidido a preguntar con honestidad a la opinión pública británica una pregunta que ha estado ahí durante mucho tiempo: ¿UE sí o no?

Reino Unido tiene relaciones fuertes pero no profundas con el continente. “Cameron hace esa jugada por su debilidad interna, con una ola de eurofobia que parecía imparable y una crisis económica que no acaba de cerrarse. De paso, Londres se está quedando más y más aislada en Europa por el resquebrajamiento de la ley de la unanimidad, de su poder de veto, que deja paso a las mayorías cualificadas: con el referéndum persigue que la reforma de la Unión no se haga contra sus intereses”, resume un diplomático de uno de los grandes países europeos. Los británicos afirmaban que cuando De Gaulle hablaba de Europa quería decir Francia. Eso mismo sucede ahora con Merkel: habla de Europa y está diciendo Alemania. A día de hoy, nadie sabe exactamente qué quiere decir Londres cuando hace referencia a la UE. Tal vez en 2017 se aclare ese malentendido.

 

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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