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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El chantaje del herético

Si Reino Unido se aleja, nos empujará a los demás a los fornidos brazos de Alemania

Andrés Ortega

David Cameron se ha presentado como un herético y como un chantajista, pero con claridad. Si ha exigido esta claridad a los nacionalistas escoceses para su referéndum de independencia en 2014, él se ha comprometido a una pregunta también clara —“dentro o fuera”— sobre la UE en 2017. Aunque con ello ha añadido incertidumbre al proyecto europeo.

La herejía —él ha utilizado el término, con orgullo— ha sido la de rechazar el objetivo, plasmado en el artículo 1 del Tratado de la UE, de avanzar hacia “una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa”. No solo se opone a la idea de más Europa, sino que aspira a ir a menos. Lejos queda incluso de Margaret Thatcher, que en su famoso discurso de Brujas en 1988 afirmó querer ver “una Europa más unida y con un mayor sentido de propósito común”. Aunque la eurozona, en la que no está Cameron, va paso a paso a bastante más y Merkel y Hollande han anunciado que harán propuestas al respecto en las próximas semanas. Sin embargo, puede que el británico tenga razón al considerar que esta construcción no tiene por qué ser siempre acumulativa —más poder a la UE—, pues puede tener sentido que a la vez que se le dan más poderes a la Unión, se le retiren otros que ya no necesite. El debate, en todo caso, promete.

Los inevitables cambios en los tratados, que los Veintisiete no pueden pretender obviar mucho más allá de las elecciones europeas de 2014, conllevarán refrendos en cada vez más países. Ni el resultado de la negociación de estas reformas ni la aprobación por los ciudadanos están asegurados, un factor más de incertidumbre. Pero el chantaje de Cameron es claro: si no se le da lo que pide, los otros europeos serán responsables de que Reino Unido se salga, debilitando a la Unión.

El error de Cameron es pensar que la UE va a negociar una devolución a los Estados de algunas políticas solo para contentarle a él y algún otro revisionista a la baja, como el actual primer ministro holandés, Mark Rutte. Esta será una negociación entre todos, no solo con Londres, ni desde luego para una nueva ristra de op-outs británicos. Cameron se ha metido en una estrategia de negociación utilizando al pueblo británico. Lo que no deja de ser democrático (y Cameron tiene razón al apuntar a los graves problemas de democracia que tiene la construcción europea). Pero si el resultado de la negociación no es satisfactorio, los británicos podrían votar por salirse. Y si lo hicieran, Reino Unido perdería peso en el mundo a los ojos de todos y especialmente de Washington; los escoceses querrían separarse para permanecer (o reingresar) en la UE; y la City vería socavada su esencial posición financiera. La UE también perdería y podría olvidarse de una política europea de defensa digna de ese nombre (Francia es la única verdadera potencia militar de esta Europa).

Cameron sigue rechazando el euro, pero los británicos han sufrido la crisis tanto o más que los países de la unión monetaria. Además, el premier conservador, secuestrado por los euroescépticos de su partido, ha cometido estos años otros grandes errores en su enfoque europeo. Por primera vez desde el ingreso británico en la UE, durante su mandato ha dejado que se reunieran los dirigentes de los países de la eurozona quedándose Reino Unido fuera. Y se marginó del nuevo tratado conocido como Pacto Fiscal que, además, sentó el precedente de una entrada en vigor con una mayoría de ratificaciones. La construcción europea está dejando atrás las unanimidades y los vetos, y él no lo ha visto.

Pero, cuidado, pues si Reino Unido se aleja, nos empujará aún más a los fornidos brazos de Alemania. Un apretón que puede llegar a asfixiar.

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