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Columna
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Los socialistas y Europa

El paralelismo entre la experiencia de Mitterrand en 1981 y de Zapatero en 2010 es evidente

El 9 de mayo es la fecha con mayor carga simbólica de Europa. En ese día se celebra tanto el aniversario de la Declaración Schuman de 1950, que puso los cimientos de la actual Unión Europea, como la capitulación de la Alemania nazi. Pero para los socialistas españoles, la fecha del 9 de mayo trae un recuerdo amargo. Fue precisamente ese el día, en 2010, en el que Zapatero dio un giro completo a su política económica y adoptó un severo plan de ajuste para la economía española. Zapatero fue doblegado por los mercados, los ministros de Economía europeos reunidos de emergencia en domingo en Bruselas y hasta el mismo Obama, que por teléfono le advirtió de que si caía España, caería Europa desencadenándose una crisis económica global. Ironías de la historia para los socialistas españoles, tan profunda y sinceramente europeístas, el día de Europa de 2010 dio paso a una debacle electoral de primera magnitud.

Para Zapatero, ese giro, además de una pesadilla, fue una sorpresa que no esperaba. Pero seguro que no lo fue para Felipe González. Si algo marcó la llegada del PSOE en 1982 al poder y condicionó sus actuaciones una vez en el gobierno fue el llamado “giro hacia la austeridad” (le tournant de la rigueur) que los socialistas franceses se vieron obligados a adoptar poco después de llegar al poder en 1981. Mitterrand había optado por una política económica típicamente de izquierdas: a la nacionalización de industrias estratégicas, bancos y compañías de seguros unió una expansión importante del gasto público así como la elevación del salario mínimo. Pero las políticas expansivas de Mitterrand pronto chocaron con la realidad. Los mercados reaccionaron muy negativamente y, anticipando presiones inflacionistas, comenzaron a retirar capitales de Francia, lo que desembocó en tres devaluaciones consecutivas del franco. Al final, desbordado por las presiones de los mercados y sometido a una intensa presión por parte de los colegas del G-7, reunidos, para más humillación, en Versalles, Mitterrand tuvo que dar su brazo a torcer, renunciar a sus programas sociales e implantar un programa de austeridad que devolviera la confianza a los mercados.

El paralelismo entre la experiencia de Mitterrand en 1981 y de Zapatero en 2010 es evidente. Los socialistas franceses fueron los primeros en sufrir en sus carnes la humillación de intentar hacer caso omiso a los mercados en una Europa económicamente integrada. Claro que la (entonces) Comunidad Europea no tenía el euro, pero sí un sistema de tipo de cambios fijos con una banda de oscilaciones basado en una cesta de monedas, el famoso ECU, que limitaba igualmente la libertad de acción de los gobiernos en materia de política económica. El giro francés abrió un debate sobre Europa y los mercados dentro del socialismo francés que todavía pervive, con un ala izquierda que sospecha de la integración europea, y que llamó al no en el referéndum sobre la Constitución Europea de 2005, y un ala muy europeísta pero pragmática, heredera de Delors, el Ministro de Economía que rescató a Mitterrand del marasmo, que ve Europa como una oportunidad de importar eficiencia y competitividad en la economía.

¿Y los socialistas españoles? ¿Cuál es su lectura del 9 de mayo de 2010? Para unos ese parece ser un día aciago que obliga a repensar Europa, la izquierda, la democracia y la idea de soberanía nacional. Por primera vez en su historia, una parte del PSOE se siente humillada e incómoda con Europa. Y aún más que el 9 de mayo, lo que lamenta es la decisión de agosto de 2011 de modificar la Constitución por la vía de urgencia y apenas sin debate para aplacar a los mercados. Nuestra Constitución, argumentan, símbolo de la España democrática, se merecía algo mejor que ser manoseada de esa forma por los mercados financieros.

Para otros, por el contrario, el 9 de mayo no sería tanto el día de la ira como el día del sentido común. El trauma de 1981 modeló las políticas económicas de los gobiernos de Felipe González y del primer gobierno de Zapatero: desde Miguel Boyer a Pedro Solbes, pasando por Carlos Solchaga, esos gobiernos se apoyaron en los mercados para crecer y en el Estado para redistribuir pero, como demostró la huelga general de 1989, priorizando siempre lo primero y teniendo siempre un ojo puesto en el déficit y la inflación. El giro de 2010 no sería pues una imposición sino una corrección necesaria que, en ausencia del coraje político necesario en casa, tuvo que venir desde fuera. Quien tenga razón en este debate no es lo importante ahora, lo importante es que los socialistas comiencen a debatir internamente sobre Europa, cosa que no han hecho hasta ahora.

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