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Los sondeos alertan de que Italia se enfrenta al desgobierno

El centroizquierda sigue encabezando los sondeos, frente al auge de Berlusconi y del cómico Grillo El centro de Monti se estanca

El candidato Bersani con el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, (derecha) en Turin este sábado.
El candidato Bersani con el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, (derecha) en Turin este sábado.ALESSANDRO DI MARCO (EFE)

A dos semanas justas de las elecciones italianas, el 18% aún no sabe a quién votar y el 21% sí, pero admite que podría cambiar de idea. Teniendo este dato en cuenta, los demás provocan vértigo. Porque los demás dicen que el centroizquierda de Pier Luigi Bersani sigue en cabeza con el 34,7% de intención de voto, pero que ha perdido cuatro puntos en 15 días. Y que el segundo clasificado, un tal Silvio Berlusconi, ya tiene el 29%, tres puntos y pico más que hace dos semanas. O sea, que si el anterior primer ministro —aquel que fue expulsado del poder hace poco más de un año para evitar que el país se despeñase— logra mantener su tendencia al alza, Italia puede enfrentarse al fantasma de la ingobernabilidad.

Sobre todo teniendo en cuenta que la tercera posición ya es propiedad del cómico Beppe Grillo, líder del Movimiento Cinco Estrellas, cuyo “tsunami tour” contra la política tradicional sigue llenando plazas y ya tiene el 16% de intención de voto. Y que para encontrar a Mario Monti hay que bajar hasta el cuarto lugar. Pese al apoyo de Europa, los mercados y el Vaticano, el técnico convertido en político apenas alcanza un 13,6%.

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En cualquier caso, el futuro de Monti no depende de su propia victoria, sino de las derrotas ajenas. Esto es, si los electores italianos decidieran el 24 y el 25 próximos que el Partido Democrático (PD) se merece una victoria clara y que ya va siendo hora de jubilar a Berlusconi, el primer ministro técnico ya no tendría mucho más que decir en la política italiana.

A pesar de sus esfuerzos por dulcificar su imagen —en las últimas horas ha puesto en circulación un vídeo cuidando a sus nietos y ha adoptado un perrito en directo—, Monti porta consigo la vara verde de los recortes y los impuestos que todavía escuecen en el bolsillo de los italianos. Pero si, por el contrario, la victoria clara del centroizquierda no se llegara a producir, el profesor volvería a jugar un papel crucial forzando un acuerdo de gobierno con Pier Luigi Bersani. Al igual que sucedió en noviembre de 2011, el éxito político de Monti está supeditado al fracaso de la política italiana para administrarse a sí misma.

Y la política italiana —incluido Monti, que ya forma parte de ella— sigue teniendo un gran problema para dar pasos en el camino correcto. Durante el último año, los dos grandes partidos que, de mejor o peor grado, han sostenido a Monti, el Pueblo de la Libertad (PDL) de Berlusconi y el PD de Bersani, no han sido capaces de ponerse de acuerdo para hacer las reformas que todo el mundo está de acuerdo que son necesarias desde hace tiempo: reducir los costes de la Administración y el número de parlamentarios, aprobar una ley decente sobre la financiación de los partidos y, sobre todo, cambiar una ley electoral a la que apodan “cerdada” y que, si bien en la Cámara de Diputados otorga un premio a las mayorías, en el Senado las pulveriza.

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De tal forma, según la media de los últimos sondeos recogida por la agencia Reuters, el centroizquierda lograría hoy mayoría absoluta en el Parlamento, pero solo alcanzaría la mayoría en el Senado si vence las elecciones en dos regiones clave, Lombardía y Sicilia. Si pierde en alguna de ellas —o por supuesto en las dos—, el partido de Bersani se quedaría por debajo del límite de 158 senadores que conforman la mayoría absoluta. Y, en ese caso, la gobernabilidad sería muy difícil.

Con este panorama, no es de extrañar que los dos únicos candidatos que aparentan estar pasándoselo en grande en la campaña electoral sean Silvio Berlusconi y Beppe Grillo. El anterior primer ministro porque hace dos meses era un cadáver político —de hecho, anunció que se retiraba en medio del terremoto de corrupción que sacudía su partido—, pero en pocas semanas ha resucitado y visto crecer de forma exponencial sus posibilidades. Su zafarrancho de combate ha consistido en aparecer en televisión de forma constante, escenificar una especie de limpieza del partido quitándose de en medio a los candidatos más tocados por la corrupción o por la mano de la Mafia, prometer sin sonrojo el cielo y la tierra —eliminar el impuesto de la primera vivienda, una amnistía fiscal, millones de puestos de trabajo— y, por si fuera poco, seguir apareciendo ante el país como empresario simpático y de éxito capaz de fichar a Balotelli para el Milan.

Por su parte, Beppe Grillo basa su éxito en que es el único candidato capaz de llenar un día tras otro las plazas de todo el país —el resto prefiere los recintos cerrados y bajo control—, y su discurso histriónico contra los privilegios de la casta política arranca aplausos allá por donde va. No hay que olvidar que ya gobierna en Parma y que en Sicilia se convirtió en la fuerza más votada en las pasadas elecciones regionales. Si los sondeos no se equivocan, el populista Berlusconi lograría meter a 127 diputados en la Cámara y el populista Grillo, 77. El espectáculo está asegurado. ¿Y la gobernabilidad?

Durante un encuentro en Turín con los líderes progresistas europeos, Bersani aprovechó este sábado para recordar a los italianos que estas elecciones no son unos comicios más. “Suponen la oportunidad”, dijo, “de situar a Italia sobre un nuevo rumbo y de superar la etapa de Berlusconi, que no solo acarreó al país muchos problemas desde el punto de vista económico y social, sino también desde el punto de vista del deterioro de la ética. Él es la punta de lanza más espectacular de una regresión populista que ha terminado por minar la raíz del espíritu de Europa, que es la solidaridad y el proyecto común”. En una campaña protagonizada por los chistes y las declaraciones altisonantes de Berlusconi y Grillo, la seriedad y la mesura que apuesta por mantener el candidato del centroizquierda parece que le está pasando factura.

Al quite ha salido en las últimas horas Matteo Renzi, el alcalde de Florencia, quien a pesar de perder las primarias del centroizquierda sigue siendo el político italiano más valorado. La campaña de Renzi a favor de Bersani se orienta hacia dentro del Partido Democrático—“te puedes fiar de Pier Luigi”, le dijo por teléfono a una simpatizante en un mercado de Turín— y también hacia quienes, como el exjuez antimafia Antonio Ingroia, han saltado a la política y hacen la competencia a la izquierda en su propio terreno. “La lista de Ingroia [Revolución Civil]”, dijo el alcalde de Florencia durante un acto en Nápoles, “no busca vencer, sino provocar que perdamos. Y eso no es aceptable”.

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