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La ingobernabilidad de Italia se contagia a los partidos

El complejo resultado electoral amenaza con destrozar la cohesión interna. Solo la formación de Berlusconi, que tiene una nueva causa judicial, se salva

El líder del Partido Democrático, Pier Luigi Bersani, el 26 de febrero.
El líder del Partido Democrático, Pier Luigi Bersani, el 26 de febrero. TONY GENTILE (REUTERS)

Los partidos que tienen que gobernar Italia apenas pueden gobernarse a sí mismos. El endiablado resultado electoral amenaza con hacer trizas la cohesión interna de las tres principales formaciones, antagónicas entre sí pero condenadas a entenderse si no quieren someter a Italia a otro proceso electoral. El centroizquierda de Pier Luigi Bersani, que obtuvo mayoría en la Cámara de Diputados pero no en el Senado, está hecho un lío. Su candidato es partidario de alcanzar algún tipo de acuerdo con Beppe Grillo, pero el líder del Movimiento 5 Estrellas le responde llamándolo “muerto que habla” y diciéndole que jamás obtendrá el cheque en blanco de su confianza. Ante eso, algunos barones del Partido Democrático (PD) —con el exprimer ministro Massimo D’Alema a la cabeza— sugieren la posibilidad de un gobierno de emergencia nacional con Silvio Berlusconi, a lo que otros pesos pesados, y sobre todo las bases de la izquierda, advierten a Bersani: “Si llegas a un acuerdo con la derecha, el partido se rompe y desaparece”.

Pero no acaba ahí el asunto. La victoria pírrica del PD está poniendo en cuestión el liderazgo de Pier Luigi Bersani, de 61 años, al que culpan de haber desperdiciado la gran ventaja que, hace apenas dos meses, le concedían las encuestas. No hay que olvidar que Bersani, un político que no incluye el carisma entre sus virtudes, ganó las primarias a Matteo Renzi, de 37, alcalde de Florencia y tal vez —suspiran a toro pasado en el PD— el candidato idóneo para haber pescado en el caladero de Berlusconi y haber evitado la fuga de los votantes hacia las playas de Grillo. De hecho, cuando ganó Bersani, Berlusconi vio el cielo abierto: “¡Si lleva en política más años que yo y además es comunista!”. El caso es que las miradas se vuelven hacia Renzi e incluso hay quien propone que, de repetirse las elecciones, tendría que ser el candidato. El alcalde dice que no de una manera muy italiana: “Seguiré siendo alcalde, no apuñalo a Bersani, pero es verdad que no ha convencido”.

Por su parte, Beppe Grillo también empieza a tener problemas. Nadie discute que es el verdadero ganador de las elecciones, y de hecho se lo está pasando en grande teniendo a todo el mundo en jaque. No solo ha desafiado a Bersani y a Monti a que apoyen juntos un gobierno del Movimiento 5 Estrellas, sino que va retransmitiendo en directo las ofertas que le llegan: “En estos días, el PD ha abierto el mercado de ganado. Nos continúan llegando ofertas para ocupar la presidencia de la Cámara o del Senado o incluso ministerios. Aún no se han dado cuenta de que no nos vendemos”. Pese a su euforia, la misma configuración del Movimiento 5 Estrellas —candidatos surgidos de células regionales, votados por Internet, con escaso contacto con Beppe Grillo— lo hace aún más imprevisible e incluso vulnerable. Muchos ya le han hecho saber que prefieren algún tipo de acuerdo con el centroizquierda a que Berlusconi recupere zonas de poder.

El único que no tiene demasiados problemas de democracia interna, porque lo suyo más que un partido es un cortijo, es Silvio Berlusconi. Sus conflictos van más del lado de la magistratura. Apenas 48 horas después de su magnífico resultado electoral —lo daban por muerto y no ganó de milagro—, el anterior primer ministro se enteró de que está siendo investigado por la fiscalía de Nápoles por corrupción y financiación ilegal de partidos. Se sospecha que pagó tres millones de euros al senador Sergio de Gregorio, del partido progresista Italia de los Valores (IDV), para que se pasara a su partido y así dejar caer el Gobierno de Romano Prodi (2006-2008). La noticia le ha sentado como un tiro a Berlusconi, que ha perdido de sopetón su sonrisa electoral y ha vuelto a clamar contra los jueces que, según él, lo persiguen por motivos políticos. Il Cavaliere, que se ha venido arriba con unos resultados que ni él soñaba, está dispuesto a salir con sus huestes a la calle para poner verdes a los jueces rojos.

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