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Cameron, humillado por el voto protesta en unas elecciones locales

La elección de un escaño en el distrito de Eastleigh, obtenido por los liberales, evidencia el avance del ultranacionalista UKIP ante el descontento social

El líder de los liberales, Nick Clegg (derecha), felicita al nuevo miembro del Parlamento, Michael Thornton, este viernes.
El líder de los liberales, Nick Clegg (derecha), felicita al nuevo miembro del Parlamento, Michael Thornton, este viernes.Luke Mac Gregor (REUTERS)

El tradicional castigo que recibe el Gobierno en las elecciones parciales para cubrir escaños vacantes en la Cámara de los Comunes se ha convertido en la madrugada del viernes en una formidable humillación para el primer ministro británico, David Cameron. Los conservadores se han visto relegados al tercer puesto en las elecciones del jueves en Eastleigh al ser superados no solo por los liberales-demócratas (que consiguieron mantener el escaño que tenía su diputado y hasta entonces potencial futuro líder, Chris Huhne), sino por el UKIP, el partido ultranacionalista que se afianza como el partido protesta, como el Beppe Grillo de la política británica. Los laboristas, incapaces de incrementar su voto a pesar de los problemas de la coalición, apenas pueden congratularse de las desgracias ajenas.

Eastleigh, una circunscripción de 78.000 votantes en Hampshire, en la costa sur de Inglaterra, se ha convertido en las últimas semanas en una especie de laboratorio de la política británica. El veredicto final del experimento es que las elecciones generales de 2015 están muy abiertas, que Cameron va a sufrir un verdadero calvario hasta entonces, que los liberales están cayendo a plomo, pero parecen capaces de seguir vivos, que los laboristas pueden beneficiarse del desgaste de sus rivales, pero no entusiasman y que el UKIP es el partido de moda pero que si no fue capaz de ganar estas parciales difícilmente conseguirá escaños en 2015.

Cuando esta madrugada se anunciaron los resultados, el liberal-demócrata Mike Thornton fue declarado ganador con 13.342 votos, por delante de la candidata del UKIP, que obtuvo 11.571, y de la aspirante conservadora, tercera con 10.559 votos. Para los liberales, que habían ganado el escaño en 2010 con el 45% de los votos y han caído ahora al 32%, fue sobre todo un alivio. Para los conservadores, que han caído del 39% al 25%, ha sido un estrepitoso fracaso.

Eastleigh es importante porque confirma que el auge electoral del UKIP puede ser un factor decisivo en las generales. Su irrupción puede ayudar a los liberales a mantener escaños en lugares en los que su previsible bajón podría en circunstancias normales beneficiar a los tories. Y puede también favorecer las posibilidades de los laboristas en los feudos en los que se la juegan mano a mano los dos grandes partidos.

La gran incógnita es saber cómo va a reaccionar David Cameron. La tentación de girar aún más a la derecha siguiendo la estela populista, antieuropea y anti-inmigración del UKIP va a ser grande. Pero el ala más centrista del partido va a argumentar que esa estrategia no está dando resultado y que lo que de verdad preocupa a los británicos es la economía, la sanidad y la educación.

Los laboristas se llevan el serio aviso de que se han quedado estancados en Eastleigh. No tenían nada que hacer, pero los votantes han preferido expresar su frustración a través del UKIP y no a través del partido que aspira a convertirse en alternativa de gobierno.

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El UKIP transpira euforia. El 3,8% de votos que obtuvieron aquí en 2010 se ha disparado al 28% y han estado bastante cerca de conseguir por primera vez un escaño en Westminster. “Los partidos establecidos se han quedado de piedra. Estamos cogiendo impulso y ya nadie puede decir que votar al UKIP es tirar el voto”, proclamó su líder, Nigel Farange.

Sin embargo, es difícil imaginar ninguna otra oportunidad tan ideal para el UKIP como Eastleigh para ganar un escaño: una circunscripción en la que los laboristas no pintan nada; los liberales-demócratas han llegado no solo carcomidos por su desprestigio en la coalición sino con un sórdido escándalo de acusaciones de naturaleza sexual contra uno de sus gerifaltes que ha dejado en mal lugar a su líder, Nick Clegg; con los conservadores agarrotados por el estancamiento de la economía y la humillación de perder la triple A, la máxima calificación de su deuda pública. Si el UKIP, un partido con escasos recursos y que vive de du presencia en los medios nacionales, no ha ganado en esas circunstancias y pudiendo concentrar todos sus esfuerzos en esta campaña, ¿dónde puede ganar?

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