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“Qué chimenea tan pequeña”

El ambiente en torno a la Basílica de San Pedro oscila entre la afluencia normal de turistas y los preparativos para acoger a fieles y periodistas

Un equipo de televisión, en la plaza de San Pedro.
Un equipo de televisión, en la plaza de San Pedro.VINCENZO PINTO (AFP)

La cola para acceder a la Basílica serpentea lenta entre las columnas de la derecha. A dos días del principio del cónclave, la plaza de San Pedro vive un día casi normal. Se abre a los turistas más que a los peregrinos. “Reservamos el viaje hace meses, sería mucha suerte pillar la fumata blanca”, exclama Gustavo Lamas, mexicano de 24 años. Muchos buscan la chimenea de la Capilla Sixtina. “Es pequeña”, dice decepcionada Margherita Grassi, de 30 años, cuando la encuentra, a la derecha de la cúpula de Miguel Ángel.

Una treintena de brasileños ondea banderas y canta rodeando a un cura que toca la guitarra. Parecen el único grupo llegado especialmente para el cónclave. El arzobispo de Sao Paulo, Odilo Scherer, es uno de los favoritos. Carlos Monconski, 30 años, viene de esa ciudad. “Un papa brasileño sería un orgullo para el país entero”, considera. No es “muy católico”, pero su madre sí: le compra por 6,5 euros cuatro sellos emitidos por la sede vacante. En un puesto, su tía compra un rosario que huele a rosa con la cara de Juan Pablo II. Los hay de Ratzinger, también, junto a un muñeco vestido de gladiador que sacude la cabeza.

Los precios están en sintonía con la atmósfera que precede a los eventos trascendentes: un capuchino ya cuesta 3,5 euros, el triple que en cualquier bar. Una avalancha de bocadillos inunda el escaparate de una pasticceria de la calle del Borgo Pio: “Esperamos a las hordas barbáricas”, se ríe el gerente frotándose las manos. Frente a cada restaurante espera un camarero. Centinelas sin armadura y con delantal.

Muchos cardenales frecuentan Al Passetto, donde una buena comida casera sigue costando unos 15 euros. Ignazio Ingrao, vaticanista del semanario Panorama, considera que “el cónclave se decide en esta histórica trattoria”. “Desde que venís los periodistas, los cardenales se esconden”, regaña afable el dueño. Él prefiere a los norteamericanos, “son muy agradecidos, les encanta la cocina romana”. El Papa Emérito bendice desde los muros de las callejuelas cercanas: el Ayuntamiento de Roma le ha dedicado un cartel: “Siempre estarás con nosotros. Gracias”.

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