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Los católicos americanos copan la población mundial de fieles

Los latinoamericanos y estadounidenses propician un vuelco geográfico, que pone fin al dominio demográfico de los europeos

El Papa electo Francisco I aparece en el balcón de la Basílica de San Pedro.
El Papa electo Francisco I aparece en el balcón de la Basílica de San Pedro. MAX ROSSI (REUTERS)

 Si en el último siglo la población mundial se ha cuadruplicado, pasando de 1.500 millones a casi 7.000, la proporción de católicos se ha mantenido estable, tanto en términos globales como en el porcentaje que suponen dentro de la cristiandad. En 1910, los católicos eran el 48% de todos los cristianos, y el 17% de la población mundial (291 millones); en 2010, representan el 50% de los cristianos y el 16% de los habitantes de la Tierra (1.100 millones), según revela el informe La población católica global del Pew Center. Lo que ha cambiado, y mucho, es su distribución geográfica: hace un siglo tenían en Europa su feudo (65%), seguido a bastante distancia por Latinoamérica (24%); hoy son mayoría en América y el Caribe (el 39% de los católicos del mundo viven en esa región) y en Europa suponen solo un 24% del total mundial. Todo un vuelco demográfico y geográfico al que parece ajena la preponderancia europea en el cónclave: el 53% de los cardenales que elegirá al nuevo papa son del Viejo Continente.

En estos últimos 100 años, pues, el catolicismo ha hecho buena la etimología de la palabra: “católico” significa “universal”, “general”. Los datos del Pew Center reflejan cómo en un periodo tan corto —para los siglos de historia de su fe— se han diseminado por el mundo, desde Alaska a Oceanía, en paralelo a su decadencia en Europa. El crecimiento exponencial más rápido se ha producido en el África subsahariana (del 1% en 1910 al 16% actual; es decir, de 1 a 171 millones de personas) y en la región de Asia-Pacífico (del 5% al 12%; de 14 a 131 millones). Los católicos de Norteamérica han aumentado de manera mucho más lenta (del 5% al 8% en 100 años), y los de Oriente Próximo, pese a la raigambre del cristianismo en la región —cuna de las tres grandes religiones monoteístas y granero de las iglesias orientales—, prácticamente son los mismos que hace un siglo: no llegan al 1% de la población, y su sangría no cesa por culpa de los conflictos, bélicos o de cariz religioso.

Aunque los datos relativos a Norteamérica son en apariencia los más discretos, revisten una importancia capital en la distribución del orbe católico. “El fenómeno del catolicismo en Estados Unidos indirectamente ha marcado algunas tendencias en la expansión del catolicismo en el mundo, porque subraya el rumbo y la confianza de la Iglesia fuera de Roma”, explica el jesuita Alfredo Verdoy, profesor de Historia de la Iglesia en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas. “Muchas iglesias de Norteamérica se convierten en los últimos años del pontificado de León XIII en canteras de misioneros para América del Sur”.

En la repartición urbi et orbe de los católicos desde Roma destacan, según Verdoy, “los esfuerzos misioneros de Pío X . Pero es en los pontificados de Benedicto XV y Pío XI cuando esta difusión se pone de manifiesto. Benedicto XV escribió una encíclica misionera, que subrayaba la importancia de que los indígenas gobernasen su propia iglesia, y les invitaba a formarse en Roma, pero también en sus lugares de origen. Pío XI ordena por primera vez a bombo y platillo a cuatro obispos negros y chinos. Para entonces la Iglesia tiene claro su papel en África y Asia”.

El arranque del siglo XX, una vez recuperada la Iglesia del embate de las revoluciones liberales-burguesas de las décadas anteriores, marca el inicio de la expansión, a la que no han resultado ajenos factores tales como la demografía —el envejecimiento de la población por la caída en picado de la natalidad en el Primer Mundo, gracias a la generalización de los métodos anticonceptivos—, el desarrollo económico de zonas alternativas (Asia) o la geopolítica, del rediseño geopolítico del mundo tras el fin de la guerra fría a los grandes conflictos bélicos o el proceso descolonizador. La II Guerra Mundial frenó en seco la expansión de la Iglesia, hasta que el papa Pío XII retomó la evangelización con un modelo de clara inspiración colonialista. “Con él la Iglesia empezó a expandirse por el África subsahariana bajo el patrón de las iglesias de Francia, Bélgica y Alemania y las sociedades misioneras que se crearon esos años —explica Verdoy—. En China y el sureste asiático, la expansión avanza en paralelo al crecimiento demográfico y la pujanza de las economías nacionales: las clases populares se convierten en clases medias, y el catolicismo arraiga”.

El fenómeno migratorio como epítome de la globalización no es ajeno tampoco a la redistribución del mapa católico, y desempeña un papel primordial en los más de 75 millones de católicos de Estados Unidos: 22,2 millones han nacido fuera del país (el 30%), más del doble del porcentaje total de población de origen inmigrante. La mayoría de los católicos extranjeros que viven en el país son latinos.

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El tirón de la teología de la liberación

La distribución geográfica de la población católica mundial y su correspondiente plasmación en el colegio cardenalicio que ha elegido al nuevo Papa es desigual e incluso poco ajustada a realidades como la pujanza de la Iglesia en América Latina: solo 19 purpurados de los 115 electores han sido latinoamericanos. El influjo de Norteamérica en la Iglesia del siglo XXI se deja sentir en la existencia de un claro eje euroatlántico: es decir, en la sobrerrepresentación europea y norteamericana en el cónclave. Aunque aún predominan los italianos (28 cardenales; el 24% de los electores del nuevo Papa), hay 11 estadounidenses —pese a que la población católica de ese país solo supone el 7% del total mundial— y tres canadienses (14 en total).

La teóloga Margarita Pintos sostiene que la preponderancia católica en América Latina —con Brasil y México a la cabeza, el 11,7% y el 8,9% del total, respectivamente— se debe a la penetración de la teología de la liberación. “Si en América Latina hay mayoría de católicos, es gracias a la teología de la liberación, lo mismo puede aplicarse a África y Asia, donde esa doctrina también ha dado sus frutos”. Una de las principales bazas que según la teóloga explicaría la eclosión del catolicismo en Latinoamérica, ha sido acortar la distancia que separaba a las bases de la jerarquía: “[La teología de la liberación] por una parte ha fomentado las comunidades de base; por otra, el ejemplo de una jerarquía que ha dejado su vida porque se la han arrebatado (monseñor Romero, los asesinatos de la UCA salvadoreña) en defensa de los empobrecidos por los regímenes totalitarios, ha sido el semillero de ese florecimiento en América Latina”.

La pujanza de la Iglesia católica en América Latina-Caribe es doblemente significativa, pues compite con un sinfín de iglesias y sectas evangélicas que, en el caso de Brasil o Centroamérica, llegan a convertirse en auténticas multinacionales y, a veces, a exportar de la mano de los inmigrantes sus credos a Europa o América del Norte.

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