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Un festejo poco multitudinario en la catedral porteña

Tibia celebración de los feligreses argentinos con motivo del nombramiento del arzobispo de Buenos Aires como nuevo Papa

Alejandro Rebossio
Argentinos en la catedral de Buenos Aires.
Argentinos en la catedral de Buenos Aires. Lalo Yasky (Getty)

“Me da lástima que haya poca gente acá en la catedral (de Buenos Aires). Si hubiésemos ganado el Mundial, estarían todos en el Obelisco”, lamentó Viviana, una docente de 54 años que este miércoles por la tarde se acercó a ese templo, frente a la Plaza de Mayo, para festejar la designación del argentino Jorge Bergoglio como nuevo papa. A esa hora, la catedral estaba llena de feligreses que rezaban el rosario para celebrar y afuera se juntaban algunos cientos, la mayoría jóvenes bien peinados que cantaban canciones religiosas con bombos y banderas argentinas. Por la noche, cuando otros feligreses salieron de las oficinas del centro de Buenos Aires, se podían contar unos miles, pero no tantos. Lejos estaba de ser una reunión masiva y tal vez había tanta concurrencia como en la manifestación que a 200 metros de allí protagonizaban jóvenes más desalineados de partidos trotskistas contra una fuerte represión policial ordenada por el alcalde de Buenos Aires, el conservador Mauricio Macri, contra artistas que ocupaban el principal centro cultural de la ciudad para defender sus actividades allí.

“Es maravilloso”, festejaba la docente Viviana el nombramiento del arzobispo de Buenos Aires como jefe de los católicos de todo el mundo. “Yo lo conozco a Bergoglio porque venía a dar misa en mi parroquia. Se quedaba hablando con la gente al terminar, es un pastor. Una vez yo le pregunté en qué se iba porque no veía ningún coche. ‘Yo me voy en subte (metro)’, me dijo. Me pareció una ternura. Siempre pedía que rezáramos por él. Tenía buena onda con los pibes (jóvenes)”, comentó Viviana, a quien le preocupa que su enfrentamiento con la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, “separe más” a la sociedad de su país en dos bandos. La maestra no espera ni desea cambios doctrinales en el catolicismo: “Nunca la Iglesia va estar con el aborto o el matrimonio gay, pero tampoco Bergoglio va a discriminar. Él se mantendrá fiel al Evangelio”.

Juan de Dios es supervisor en un molino de harina de La Plata (55 kilómetros al sur de Buenos Aires) y volvía a su casa en Vicente López, en la periferia norte de la capital, cuando se enteró de la noticia del papa argentino. Entonces se vino a la Plaza de Mayo con su uniforme blanco de operario de fábrica. “Paré con el coche para festejar. Primero porque es argentino y segundo porque es Bergoglio. Es emocionante. Se destacó siempre en la lucha contra la pobreza, contra la drogadicción, es un papa jesuita. Es un tanto revolucionario: se opuso a los curas que no querían bautizar a hijos de madres solteras. Yo creo que puede luchar contra la corrupción en la Iglesia, así como luchó contra la corrupción en Argentina. A veces la Iglesia se separa de la gente y espero que Bergoglio haga las reformas para atraer más fieles”, expuso Juan de Dios.

Dos hermanos, Hernán, de 34 años, y Karina, de 35, empleados administrativos y menos formales que muchos de los jóvenes allí presentes, decían que conocían el “trabajo” de Bergoglio. “Él trabajaba para las villas (barrios de chabolas). Conocemos su buen corazón, que es humilde. Estamos muy contentos”, contó Karina. “Hay muchos jóvenes que dejan la Iglesia”, reconoció Hernán. “Hay mucho desencanto con los sacerdotes. El mundo va muy rápido, mientras que la Iglesia se ha quedado un poco”, añadió el joven. “El aborto y los gays son temas que tenemos que ver de qué manera conciliar”, opinó Karina. “Porque es una realidad que uno vive a pesar de ser parte de la Iglesia. La Iglesia tiene que aceptar a todos, amar a todos, que es el mensaje de Jesús”, agregó la joven. Ambos esperan que no recrudezca la tensión entre Francisco I y Fernández, que no se repita la historia como cuando Juan Pablo II se opuso al régimen comunista de su país, Polonia.

A la catedral también se acercaron algunos turistas que se enteraron de la novedad. Había franceses y norteamericanos. También banderas peruanas de residentes en Argentina. Unos peregrinos venezolanos que decían caminar por la paz se sumaron. “Estamos muy felices de que haya un papa latinoamericano”, dijo León, diplomático venezolano jubilado de 63 años. “Esto va a hacer que cambie la visión religiosa de Latinoamérica”, se esperanzó León. Su compañero de camino Juan Antonio, misionero de 42 años, también se ilusiona con el que la Iglesia transforme al mundo antes que suceda lo contrario: “Hay muchos cambios que la Iglesia tiene que hacer dentro del mundo. Hay que rescatar sobre todo los valores”.

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A Roberto, jubilados de 67 años y veterano de la Guerra de Malvinas (1982), le gusta que el papa sea latinoamericano, porque servirá para que la Iglesia recupere “peso político”, y que sea de la Compañía de Jesús, por la “inteligencia” de los miembros de esa orden. Pero lamenta que Francisco I tenga “mucha edad” y no vaya a extenderse demasiado su papado. “La Iglesia necesita cambios. No es un equipo de fútbol en el que se pueden cambiar jugadores. Pero sí necesita modernizarse. Francisco lo puede hacer. Otros candidatos no tenían la flexibilidad de él. En lo personal pienso que debería existir la posibilidad de que los sacerdotes que quieran casarse lo puedan hacer. La prohibición de casarse a veces trae consecuencias desagradables. Otra cosa para cambiar es que puedan comulgar los divorciados. Hay otros que cometieron delitos más graves y puedan comulgar: hay asesinos o personas que roban grandes cantidades de dinero de organizaciones dedicadas a ayudar a la gente. Bergoglio eligió el nombre del santo de la pobreza, San Francisco de Asís, porque él se siente identificado con ella”, expuso Roberto.

Sobre su presunta colaboración con la última dictadura militar de su país (1976-1983), el exuniformado aclaró: “Ni lo justifico ni lo dejo de justificar, pero no creo que sea conveniente meter el dedo sobre cosas viejas. La justicia se ha expedido ya sobre cosas que deberían haberse decidido más temprano”. Así se refirió a los juicios contra los criminales del régimen, que fueron amnistiados entre 1986 y 1990 y vueltos a juzgar a partir de 2003, cuando Néstor Kirchner llegó a la presidencia de Argentina e impulsó la declaración de inconstitucionalidad de aquellos perdones que habían dispensado gobiernos anteriores.

Hasta la puerta de la catedral se acercaron algunos de los jóvenes que protestaban contra el alcalde Macri. Entre ellos, Celeste y Florencia, estudiantes de antropología, ambas de 25 años. “Estamos a favor de que el Estado se separe de la Iglesia y pensamos que está pasando lo contrario. Esto del papa va a revivir el catolicismo en Argentina”, comentó Celeste, que recibió educación católica, pero después dejó de serlo. “Cuando empecé a pensar por mis propios medios”, explicó la joven que había decidido acercarse al templo para hacer una “observación antropológica” del festejo católico. “Este señor tiene muchas vinculaciones con la dictadura. Estuvo en contra del matrimonio igualitario y ni hablar del aborto”, recordó Florencia. “Que Bergoglio ahora sea papa frena nuestras ilusiones de que el aborto sea legal, seguro y gratuito en Argentina. Va a ser más difícil nuestra lucha”, opinó Celeste, que el año pasado había marchado por esta reclamación hasta la misma catedral. “La noticia del papa traerá efervescencia católica”, agregó Florencia, atea desde siempre.

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