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Israel reclamará a Obama la liberación del espía Pollard

El norteamericano, nacionalizado israelí, cumple condena en Carolina del Norte por espiar para Israel en los 80

Un cartel que pide a Obama la libertad del preso Jonathan Pollard, en Jerusalén.
Un cartel que pide a Obama la libertad del preso Jonathan Pollard, en Jerusalén.AHMAD GHARABLI (AFP)

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, será recibido este miércoles en Israel con multitud de carteles que le reclaman la liberación de Jonathan Pollard, nacido norteamericano y nacionalizado israelí, judío, que hoy cumple cadena perpetua en una cárcel de Carolina del Norte por espiar para Israel desde su puesto en la Inteligencia naval de EE UU en los pasados años 80. El suyo es uno de los episodios más espinosos en las relaciones entre los dos socios en la historia reciente.

Desde 1995, los sucesivos primeros ministros y presidentes de Israel han hecho siete reclamaciones oficiales para que Pollard salga de su encierro y se han encontrado con otras tantas negativas por parte de Washington. La última carta del primer ministro Benjamín Netanyahu, de 2011, aún no ha recibido respuesta. Obama, el jueves pasado, en una entrevista al Canal 2 de la televisión israelí, ya avanzó que no tiene “ningún plan inmediato para su liberación”, que ha cometido “un delito muy grave” y está “cumpliendo su tiempo”.

Desde 1995, los sucesivos primeros ministros y presidentes de Israel han hecho siete reclamaciones oficiales para que Pollard salga de su encierro y se han encontrado con otras tantas negativas por parte de Washington

“Nosotros arrastramos un profundo remordimiento y pesar, por eso pedimos ayuda al presidente Obama. Mi marido, además, está enfermo, no puede más. Es un problema humanitario y por eso tenemos esperanza en que el final está cerca”, dice pese a todo Esther, esposa del detenido, en un comunicado facilitado por su plataforma, Justicia para Jonathan Pollard.

Esa debilidad del preso ha multiplicado las muestras de apoyo en Israel, ya profundamente inclinado a su favor, donde los coches lucen pegatinas y los balcones, banderas en las que se repiten su rostro barbudo y la palabra “justicia”. “Obama, trae contigo a Pollard” se lee hoy por todo Jerusalén.

La Knesset ha celebrado un debate especial sobre el preso, 175.000 personas –entre ellas, escritores, actores y músicos israelíes- han firmado un manifiesto en su favor, hay convocada una protesta, esta tarde, ante la casa del presidente Simón Peres y una decena de activistas promete una huelga de hambre para recibir a Obama.

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Según trascendió en el juicio al espía, en 1987, y el año pasado, con una filtración de documentos de la CIA, Pollard habría entregado a Israel maletas repletas de información clasificada norteamericana, “decenas de miles de folios”, durante casi dos años, a cambio de dinero y joyas. En entrevistas posteriores confesó que pasó códigos de radio y datos de la red de vigilancia electrónica, además de fotos de satélite de edificios de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Túnez y de las actividades militares de todo el mundo árabe, de Marruecos a Asia central, “amigos y enemigos” de Israel. También habría vendido secretos a Sudáfrica y lo habría intentado con Pakistán y Australia.

Finalmente, llegó a un acuerdo con el fiscal para declararse culpable de “conspiración para entregar información de la defensa nacional a un país extranjero”, a cambio de mejoras en su pena. En 1998, Benjamín Netanyahu, en su periodo inicial como primer ministro, se alineó abiertamente con el espía y puso a los abogados del Estado a su disposición, pero ningún recurso ha prosperado. Hasta lo ha visitado en la cárcel. Pollard estuvo presente en las negociaciones de Way (1998), cuando Netanyahu puso como exigencia su liberación si el entonces inquilino de la Casa Blanca, Bill Clinton, quería avanzar en la paz con los palestinos.

Los ex secretarios de Estado de EEUU, George Shultz y Henry Kissinger, y el ex director de la CIA, James Woolsey, avalan ahora su liberación

Pollard tiene derecho a salir en libertad condicional en 2015, amparado por una ley que concede ese privilegio a quien arrastre delitos previos a noviembre de 1987 y tenga un expediente limpio en prisión. Sus allegados no piden que se adelante esa libertad, reclaman “clemencia”, porque creen que es un final más justo a su situación, y la reclaman para ya, porque “hay motivos”: “Jonathan actuó por obligación moral como judío, pasando información retenida por el Pentágono, clave para Israel. Espiaba para un aliado, no un enemigo, y su condena es desproporcionada, se está violando la promesa del fiscal. Dos tercios de los condenados por idéntico motivo han salido antes de los 28 años que él lleva atrapado. No es un peligro para nadie. Obama debe escuchar esto”, sostiene Effi Lahav, portavoz de su plataforma.

En dos exsecretarios de Estado de EE UU, George Shultz y Henry Kissinger, y un exdirector de la CIA, James Woolsey, ha calado este ruego y avalan ahora la liberación, pero frente a ellos sigue la firmeza de otros cuatro exdirectores de la Inteligencia norteamericana que emitieron un reciente informe recordando que el espionaje fue más allá de Israel y dio al traste con fuentes “esenciales”. El diario Yedioth Aharonot añade que EEUU teme que Pollard pudo tener un socio y lo tendrá encarcelado hasta que confiese.

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