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Los palestinos acogen con frialdad el mensaje del presidente de EE UU

El presidente de EE UU hace su primera visita a los Territorios Palestinos

Protestas durante la visita de Obama.Foto: atlas | Vídeo: ATLAS | ATEF SAFADI (EFE)

Una ventana frente a la Mukata luce un cartel diminuto: “Bienvenido a Palestina”, dice en inglés, letras rojas, negras, verdes y blancas, los colores de la bandera nacional, junto al rostro sonriente de Barack Obama. Ahí, junto a la sede del Gobierno en Ramala, languidece la única muestra de afecto al presidente de los Estados Unidos en su primera visita a los Territorios Palestinos. Ni flores ni canciones ni cadenetas. Ni siquiera banderas estadounidenses adornando las principales calles. Lo que se ha encontrado Obama es el desencanto de la calle, con manifestaciones que han congregado a unas 300 personas —según datos de la Policía palestina— cerca del palacio donde ha sido recibido por el presidente Mahmud Abbas, y la frialdad de sus anfitriones, más enfadados que resignados ante el bloqueo del proceso de paz.

“Quiero volver a la aldea de mi padre”, “Stop a las colonias”, “Devuelve el Nobel de la Paz”, se leía en las pancartas de la manifestación. Frente a los críticos, unos 150 agentes blindaban el perímetro, con la tumba del rais Yasser Arafat a sus espaldas y el nuevo símbolo de la Ramala en expansión, el restaurante de comida rápida KFC, nuevo icono americano en una ciudad, enfrente. La mayoría de los concentrados eran jóvenes universitarios y familiares de presos que querían hacer llegar a Obama sus exigencias en forma de cartas personales y dibujos infantiles. Y de zapatazos, listos para ser lanzados contra la esfinge en gomaespuma del mandatario, en señal de rechazo a su gestión. “Sólo le pido que haga aplicar las resoluciones de Naciones Unidas y los acuerdos de paz. Con eso, nuestra vida será digna. Pero él ha venido sólo a hacer negocios con Israel”, se duele Samer Abusalama, activista de la asociación de reclusos Addameer.

Otra concentración trató de hacerse oír en Al Bireh, una villa anexa, donde Obama visitó un centro de formación para jóvenes. La vigilancia intensa apenas los dejó acercarse a dos kilómetros del objetivo. El presidente, en el momento más relajado del día, chocaba manos con los chavales y se interesaba por sus experimentos científicos, pagados en parte con dinero de Washington.

Lejos de Ramala, en Eizariya, al este de Jerusalén, se lanzaba el mismo mensaje, bajo las carpas de las 15 tiendas levantadas por activistas locales por los derechos humanos en una especie de campamento improvisado –y van cinco desde principios de año- para reclamar la soberanía palestina sobre la tierra y sus bienes y el derecho de retorno de los refugiados. Mientras esperan el desalojo por parte de la policía israelí, sus moradores se dedicaron a leer en voz alta el discurso de Obama al llegar ayer a Tel Aviv, argumentando en contra de cada una de sus afirmaciones, relata Ali Kress, activista del International Solidarity Movement, presente en el acto.

En la Mukata no halló mucho más calor. Tras su espectacular llegada en helicóptero, un solemne apretón de manos con el presidente Abbas, un paseo rápido sobre la alfombra roja y firmes para los himnos bajo un baldaquino de madera. Ni una sonrisa, ni un gesto relajado. Nada comparable a sus guiños del día anterior, cuando se encontró en el aeropuerto Ben Gurion con el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y su presidente, Simón Peres. Abbas, siempre un paso por detrás de Obama, superó los registros de su proverbial seriedad. Más tarde, en su despacho, el hielo se resquebrajó ligeramente cuando el líder palestino regaló a su visitante un dibujo a carboncillo de Obama con una especie de sombra protectora, el rostro del presidente norteamericano Abraham Lincoln. Vistazo rápido y al nudo de la cuestión, a la radiografía de situación.

Cuando los dos presidentes comparecieron dos horas más tarde, tras los balances, reproches y peticiones cruzadas, los gestos fueron otros: entrada en la sala en un medio abrazo y ayuda de Obama a Abbas, al final, para bajar de la tribuna. Sin química, pero sin la tensión inicial. Mañana, en Belén, tendrán la oportunidad de verse de nuevo. De momento, en la calle, para esta tarde se preparan manifestaciones destinadas a denunciar el muro de separación levantado por Israel.

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