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La mujer que protege al presidente

Julia Pierson hace historia al convertirse en la primera directora del Servicio Secreto de EE UU

Yolanda Monge
Pierson jura como directora del Servicio Secreto el 27 de marzo en Washington.
Pierson jura como directora del Servicio Secreto el 27 de marzo en Washington.M. NGAN (AFP)

El que es probablemente el hombre más protegido del mundo, Barack Obama, ha puesto su seguridad y la de su familia en manos de una mujer. En una agencia relacionada frecuentemente con la “cultura machista dominante”, el Servicio Secreto tiene como directora desde el mes pasado por orden de Obama —y sin necesidad de confirmación del Senado— a Julia Pierson. De sus 53 años, Pierson ha pasado más de 30 en una agencia cuyos miembros juran proteger con su vida la del presidente, su familia y su entorno. Hasta su nombramiento, Pierson era la jefa de gabinete del director saliente, Mark Sullivan, quien anunciaba su retiro hace dos meses y se disculpaba por, quizá, el capítulo más escandaloso de la historia del Servicio Secreto: una docena de agentes se vieron implicados en un asunto de prostitución durante la Cumbre de las Américas el año pasado en Cartagena de Indias (Colombia).

Como resultado, muchos han visto en la designación de Pierson un intento de reformar una agencia en la que impera un estilo de club británico masculino del siglo XIX, con agentes encarnados en el cine por Clint Eastwood. El 90% de sus 3.500 agentes especiales son hombres y la plantilla total del Servicio Secreto está integrada en un 75% por varones. La primera mujer entró en el cuerpo en 1970 y al año siguiente, otras cinco juraban su cargo como agentes. Los días convulsos que siguieron a Cartagena destaparon que entre el prestigioso boys club imperaba un lema secreto: “¡Despegamos, fuera los anillos!”.

Criticado por formar un Gabinete en el que escasea la diversidad racial e imperan los varones, el presidente Obama ha situado a otra mujer en las altas cumbres, aunque en esta ocasión su nombre no será revelado, ya que está al frente del Servicio Clandestino de la CIA, el cuerpo de espías de élite que recaba información vital tanto para la seguridad nacional como para la política exterior que ejerce Washington. Dice el diario The Washington Post que esta mujer administró los programas de tortura que se pusieron en práctica tras el 11-S, lo que ha excitado la imaginación de los más adeptos a Hollywood y ven a la protagonista de La noche más oscura sentada en un despacho de Langley (sede de la CIA).

El 90% de los 3.500 agentes que forman este cuerpo especial son hombres

Un nombre más para una corta lista: Lisa Monaco, de 45 años, actual asesora de seguridad en materia de antiterrorismo de la Casa Blanca, suena en las quinielas para sustituir el próximo septiembre al actual director del FBI, Robert Mueller. Así cambiaría una fotografía predominantemente masculina del poder en las principales agencias de seguridad de la nación.

Creado en el año 1865 para luchar contra la falsificación de dinero —responsabilidad que todavía tiene en su misión—, en 1901, tras el asesinato del presidente William McKinley, el Congreso de EE UU pidió al Servicio Secreto que se ocupara de la protección del mandatario de turno. Con el paso de los años, el organismo ha expandido su ámbito de tutela y protege a los expresidentes y a sus hijos hasta la edad de 16 años, a los candidatos a la Casa Blanca y a los jefes de Estado extranjeros que visitan el país.

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El Servicio Secreto perdió parte de su prestigio durante el escándalo de Cartagena. “Espero que tenga éxito para poder restaurar su credibilidad”, declaró el senador republicano Charles Grassley tras la nominación de Pierson.

“Pierson pone en valor a muchas otras mujeres en las fuerzas del orden y por fin se les reconoce el mérito”, ha declarado Margaret Moore, agente retirada de la agencia federal estadounidense que controla las armas, el alcohol y el tabaco.

Nacida en Orlando (Florida), Pierson trabajó mientras estudiaba en el instituto de esa localidad. Tras pasar tres años en la policía de Florida, se sumó al Servicio Secreto en 1983. En 1988 fue transferida a la división que protege al presidente y formó también parte del equipo que cuidaba de la seguridad del presidente George Bush padre, hasta 1992. En ese mismo año se convirtió en la coordinadora del programa de drogas de la agencia, y en 1996 fue ascendida a agente especial al frente de la Oficina de Operaciones de Protección. Tras pasar por la unidad de cibercrimen en Tampa (Florida), recaló finalmente en Washington, donde comenzó su ascenso hasta llegar en 2008 a jefa de personal de la agencia.

El Servicio Secreto hace honor a su nombre y muy poco es lo que trasciende de lo que sucede entre bambalinas. La propia Pierson reconoció en una entrevista recientemente que “la gente no se da cuenta de la cantidad de trabajo y preparación que hay en cada viaje que hace el presidente, desde donde va a dormir, hasta si va a ir en avión o en coche, por ejemplo”.

Pierson no concede entrevistas. Nadie en el Servicio Secreto lo hace. La agencia vive bajo el lema “Sin Comentarios”. Por eso, cuando Ronald Kessler publicó en 2009 su libro, In The President’s Secret Service, se convirtió automáticamente en un éxito de ventas. A más de 100 agentes se les concedió permiso bajo la Administración de George W. Bush (2001-2009) para hablar con ese antiguo reportero de The Washington Post y dieron rienda suelta a años de anécdotas, cotilleos y quejas acumuladas.

Poco más aporta el libro. Ni siquiera entra a valorar que esos hombres y mujeres iban a tener que proteger a partir de 2009 al primer presidente negro de la nación. Las amenazas de muerte se dispararon un 400% tras su elección con respecto a sus predecesores.

El cuartel general del Servicio Secreto está a pocas manzanas de la Casa Blanca, en la esquina de la calle Nueve con la H. En su entrada, grandes letras de plata dejan ver el lema de la agencia: “Merecedor de confianza y seguridad”. El mismo dicho reza en las tarjetas de identificación de los agentes, unos hombres que relataron a Kessler que Jimmy Carter está considerado por el cuerpo como el presidente más arrogante y ofensivo del elitista grupo; que Lyndon B. Johnson tenía un “establo” de mujeres y disfrutaba emborrachándose en su rancho para luego salir y miccionar en el jardín frente a los agentes; que Richard Nixon era un mandatario “extrañamente moderno” y que su sucesor, Gerald Ford, era amable, pero muy tacaño.[

Testigos de las correrías de JFk

[TXT-DESPI]Ronald Kessler deja claro en su libro In The President's Secret Service que los hombres de rostro impasible, con perpetuas gafas de sol y un pinganillo en la oreja, la guardia pretoriana del presidente de EEUU, son bastante conservadores políticamente hablando. Parecen lanzar más basura sobre los presidentes demócratas que sobre los republicanos. "La gente se volvía loca al conocer a Reagan", aseguran del actor convertido en presidente, al que describen como "muy cercano". "Un gran hombre", dicen de Bush hijo. "Una persona con la que era muy agradable estar", aseguran del padre del anterior. Dice el agente especial Robert Sulliman que Carter llegaba al Despacho Oval a las 6.30, trabajaba un ratito y luego se echaba una larga siesta. En general, los entrevistados dicen que no soportaban la impuntualidad a la que los sometían tanto el presidente Bill Clinton como su número dos, Al Gore. Pero Bush hijo estaba siempre a la hora, indican.
Al Servicio Secreto siempre se le interrogará por los líos de faldas de John F. Kennedy. Probado queda que dormía con Marilyn Monroe y que los agentes vivían en un temor constante a que Jackie le sorprendiera en un encuentro amoroso clandestino. Pero los agentes Chuck Taylor y Larry Newman describen —como un par de niños traviesos— las correrías de hace más de 40 años del malogrado presidente Kennedy al recordar cómo se divertía en la piscina de la Casa Blanca jugando a las camisetas mojadas con dos secretarias apodadas Fiddle y Faddle. "Podías verles los pezones", relatan estos hombres que mantenían la seguridad del presidente y que hoy deberían acatar las órdenes de una mujer.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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