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El conservador Horacio Cartes gana las presidenciales de Paraguay

El empresario tabacalero, del Partido Colorado, fue uno de los principales artífices en la destitución del anterior mandatario, Fernando Lugo

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS LIVE!
Francisco Peregil

El domingo ganaron los de siempre en Paraguay. El Partido Colorado, el que gobernó el país durante seis décadas hasta 2008 -incluidos los 35 años de la dictadura de Alfredo Stroessner -, el que fundó el general Bernardino Caballero en 1887, el mismo que fraguó su identidad bajo el lema Iglesia-Estado-Fuerzas Armadas. Ganaron los de toda la vida, pero no con la gente de siempre. Para vencer en las presidenciales y legislativas de ayer, el partido de los 22 presidentes tuvo que admitir en su seno hace cuatro años al empresario tabacalero Horacio Cartes. En un país donde el voto es obligatorio, Cartes no había votado nunca en sus 56 años de vida, ni siquiera en unas municipales. Los estatutos del partido exigían una afiliación mínima de diez años para presentarse como candidato presidencial. Pero el escollo lo solventó Cartes promoviendo la modificación de los reglamentos en enero de 2011.

Lo más cerca que había estado nunca de la política fue cuando empezó a administrar en 2001 el club de fútbol Libertad, pasó a ser presidente y lo convirtió en el equipo que más campeonatos ganó en este siglo en Paraguay. Eso le granjeó una popularidad y una imagen de eficiencia lo bastante grandes como para aspirar a la presidencia de un país con 6,4 millones de habitantes. Todo lo que traía Cartes al partido era la solidez de una inmensa fortuna levantada sobre la industria tabacalera y su experiencia como accionista de 25 empresas con 3.500 empleados. A cambio arrastraba un currículum demasiado cargado de sombras.

El presidente electo, quien asumirá el cargo el 15 de agosto, fue encarcelado dos meses por un delito de evasión de divisas. “Pero fue durante el régimen militar, donde el código penal era totalmente distinto. Primero ibas a prisión y después te juzgaban”, afirmó el propio Cartes al día siguiente de ganar las elecciones. Uno de sus seguidores, el candidato a senador Arnaldo Wiens, provocó decenas de burlas en las redes sociales cuando declaró: “Si Cartes estuvo preso durante la dictadura fue en un rol de perseguido, como Nelson Mandela”.

Cartes suele alegar que su caso fue sobreseído después en tres instancias. En 2004, la Fiscalía de Brasil inició una investigación contra él por presunto envío ilegal de remesas desde Brasil a Paraguay. Ese mismo año, una comisión parlamentaria de Brasilia acusaba su empresa Tabacalera del Este de introducir de contrabando “incontables cajas de cigarrillos”. En 2011 un documento de Wikileaks reveló que la Agencia Antidroga de Estados Unidos (DEA, en sus siglas en inglés) investigó a Cartes en 2007 por lavado de dinero. Para eso, la agencia llegó a infiltrar a varios agentes en el entorno del empresario.

Además, la rumorología de Asunción lo relaciona con el negocio del narcotráfico. Cartes siempre esgrime que nunca le ha condenado ningún tribunal por narcotráfico. Pero eso no impidió que el candidato del Partido Liberal, Efraín Alegre, le llamase “narco” durante la campaña y que su esposa, Mirian Irún de Alegre, protagonizara un anuncio electoral en el que llamaba al voto “como madre”, porque no quería un país controlado por la droga.

Alegre compareció en público tres horas y media después de que se cerraran las urnas y admitió su derrota por un margen de entre el 5% y el 7% respecto a Horacio Cartes. Para entonces, la capital del país se había llenado ya de autos con banderas, coches, camisetas y globos rojos. Media hora después, a las ocho de la tarde en Asunción, las autoridades del Tribunal Superior de Justicia anunciaban que tras escrutar el 81% de las papeletas, Cartes se convertía en el nuevo presidente del país con el 45,9% de los votos. Efraín Alegre se quedaba con el 36,8%, a nueve puntos de diferencia. En cuanto a la izquierda, que concurrió dividida a estos comicios, se tuvo que conformar con las migajas del tercer y cuarto puesto, a una distancia sideral del segundo. Mario Ferreiro, el candidato de Avanza País, obtuvo un 5,6% de los votos. Y Anibal Carrillo, el hombre al que apoyó el expresidente Fernando Lugo, se quedó con un 3,4%.

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En Paraguay el voto de izquierda siempre fue muy minoritario. La mayoría de las familias son coloradas o liberales. Y el voto suele heredarse. Si tu padre es liberal votarás a los liberales. A un liberal nunca se le verá con corbata o camisa roja. Y un colorado nunca cometerá el descuido de vestir camisetas azules. Las rencillas se remontan a los tiempos en que fueron fundados los partidos, a finales del siglo XIX, tras la guerra de la Triple Alianza contra Uruguay, Brasil y Argentina, cuando los liberales acusaban a los colorados de responder a los intereses de Brasil y los colorados decían que los liberales estaban vendidos a Argentina. El analista paraguayo Jorge Rubiani, indica que los colorados asumieron el pendón rojo porque sus primeros soldados, a finales del siglo XIX, iban vestidos con ropa del ejército militar brasileño. “La insignia del Ejército iba justo en frente del gorro. Tuvieron que darle la vuelta a los gorros y el forro era rojo. De ahí el nombre”.

Las diferencias ideológicas entre ambos no son tan fáciles de distinguir como sus colores. En ambos partidos se puede encontrar militantes que oscilan entre la extrema derecha y el centro izquierda. Los críticos de ambos aseguran que los liberales son colorados en reposo. Los cierto es que a lo largo de la historia la Asociación Nacional Republicana (ANR) –nombre oficial de los colorados- ha sido el gran partido del poder, el que ha creado a lo largo de muchas décadas una potente maquinaria electoral capaz de llegar hasta el último rincón del país.

Una vez que Cartes ganó las elecciones internas de la ANR, en diciembre de 2012, el partido desenrolló como una alfombra toda su infraestructura al servicio de este empresario separado hace años de su esposa y con tres hijos, de 15 a 28 años. Pero, en realidad, la campaña electoral había comenzado seis meses antes. Concretamente, el 22 de junio de 2012, cuando el Senado votó por la “por la condena” política del entonces presidente, Fernando Lugo . Lugo fue destituido como presidente por 39 votos a favor, cuatro en contra y dos ausencias. Concluía así, de forma fulminante, el mandato del hombre que había terminado en 2008 con los 61 años de mandato ininterrumpido del Partido Colorado. Los seguidores de Lugo alegaron que el juicio, previsto en la Constitución de 1992, estuvo plagado de irregularidades. Y lo tacharon de “golpe institucional”.

El Congreso obvió la denuncia y designó como presidente al liberal Federico Franco. Pero los Gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay decidieron retirar a Paraguay del Mercado Común del Sur (Mercosur) hasta que no se celebraran nuevos comicios en abril. La misma resolución adoptaron los 11 integrantes de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Lugo se tuvo que conformar con su candidatura como senador en la lista del Frente Guasú, desde la que intentará amalgamar a la izquierda como tercera fuerza política en el país.

Para Lugo, Federico Franco sólo fue una herramienta en manos de Horacio Cartes. Franco se conformaría con su sueño de ser presidente por unos meses y finalmente el poder volvería a los manos del Partido Colorado. Lugo apuntó a Horacio Cartes como el auténtico muñidor de su destitución, el hombre que llegó con su fortuna, con su mensaje electoral de que él no necesita robar, con su imagen de gran gestor deportivo, y se convirtió en el claro favorito. Incluso a pesar de haber afirmado, cuando le preguntaron sobre el matrimonio gay, que se pegaría “un tiro en las bolas” si su hijo quisiera casarse con otro hombre. La unión entre Cartes y el Partido Colorado les ha salido rentable a los dos.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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