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El Papa ordena desbloquear el proceso de beatificación de Monseñor Romero

El obispo fue asesinado el 24 de marzo de 1980 cuando oficiaba una misa en El Salvador

El arzobispo Monseñor Óscar Romero.
El arzobispo Monseñor Óscar Romero.

Sin haber sido beatificado, para muchos sectores de la llamada Iglesia Popular de Latinoamérica, el salvadoreño Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez es ya San Romero de América. Su proceso en el Vaticano había sido bloqueado durante años, pero con la llegada reciente a la jefatura de la Santa Sede del Papa Francisco las cosas han dado un giro que mantiene a El Salvador en optimista expectativa.

Este lunes desde el sur de Italia llegaron las “buenas nuevas”. “La causa de la beatificación de Monseñor Romero ha sido desbloqueada”, dijo el arzobispo Vincenzo Paglia, quien preside el Consejo Pontificio para la Familia y es el postulador de la causa de santificación de Romero. Paglia explicó que se había reunido el pasado sábado, 20 de abril, con el Papa y que la decisión pontificia de seguir adelante con el proceso de canonización del llamado “obispo mártir” había salido de dicho encuentro.

La Congregación para la Causa de los Santos abrió en 1997 el caso de Monseñor Romero, después de que la iglesia salvadoreña interpusiera la petición para canonizarlo en 1990. Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 cuando oficiaba una misa en la capilla de un hospital de cancerosos: la Divina Providencia. Un certero disparo le hizo estallar el corazón; un día antes había pronunciado un encendido discurso en el que pedía a los soldados y oficialidad de la Fuerza Armada que no obedecieran la orden de matar ni reprimir a quienes protestaban clamando tierras, trabajo y respeto a sus derechos humanos.

Se culpa del crimen al escuadrón de la muerte que dirigía el ya fallecido Roberto D´Aubuisson, ex mayor de inteligencia política y fundador del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), que gobernó a El Salvador durante 20 años, desde 1989 a 2009.

Antes de ser asesinado Romero era tildado como “cura comunista” por los generales, coroneles, políticos y empresarios de ultraderecha que formaban parte de agrupaciones nacionalistas y anticomunistas. Sus denuncias contra la violencia armada, incluida la incipiente guerrilla, fueron cada vez más constantes. Le llamaban “la voz de los sin voz”.

Romero nació el 15 de agosto de 1917, en Ciudad Barrios, departamento o provincia de San Miguel; fue ordenado sacerdote en 1942 y el 3 de febrero de 1977 fue nombrado por el Papa Pablo VI Arzobispo de San Salvador. Llegó siendo conservador pero comenzaron a matar a sacerdotes muy cercanos, como el jesuita Rutilio Grande, lo que empujó a la denuncia frontal contra la violencia política. De acuerdo a los analistas, en el seno de la misma Iglesia católica, la beatificación de Romero estaba bloqueada porque se había convertido en un símbolo de la lucha contra la injusticia social y en un emblema de la Teología de la Liberación.

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Los predecesores del Papa Francisco, Juan Pablo II y Benedicto XVI, sostuvieron que Romero fue un mártir de la fe, pero ha habido mucha polémica en torno a si su asesinato debía de considerarse un martirio o si fue a causa de las confrontaciones políticas y sociales en las que estuvo envuelto El Salvador en la década de 1980. Muchos teóricos del conflicto armado salvadoreño consideraron el asesinato de Romero como la última gota que hizo estallar la guerra civil, que se prolongó desde 1980 a 1992.

El presidente Funes agradecerá al Papa

El presidente salvadoreño, Mauricio Funes, visitará al Papa Francisco, en la Santa Sede, en mayo próximo, para agradecerle personalmente sus gestiones en favor de la beatificación. "Esta noticia nos produce una inmensa alegría al pueblo salvadoreño y a este servidor. Renace nuestra esperanza de ver reconocida la figura de nuestro obispo mártir, que entregó su vida por los pobres y desamparados de la El Salvador”, manifestó el mandatario Funes.

El presidente también invitó "a la clase política del país a manifestar su alegría por este anuncio y abstenerse de toda manifestación política que empañe este hecho histórico para el pueblo de El Salvador”, en referencia a las posibles polémicas que abrirá este proceso en la sociedad polarizada de esta nación centroamericana.

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