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Lo que cuesta el ‘billion’ que no es billón

La traducción a 23 idiomas multiplica la factura mientras una ‘eurolengua’ se abre paso

El presidente del Parlamento Europeo, Martin Shulz, asiste a la cumbre de portavoces de los parlamentos europeos celebrada el pasado lunes.
El presidente del Parlamento Europeo, Martin Shulz, asiste a la cumbre de portavoces de los parlamentos europeos celebrada el pasado lunes.K. CHRISTODOULOU (EFE)

El dinero tiene su propio lenguaje, sobre todo en Bruselas. “A billion euros” en inglés es “um bilhão de euros” en portugués. En español, podría parecer que “billion” es “billón”, pero “a billion euros” es “mil millones de euros”. Para confundir aún más las cosas, ese “billion” es “milijarde” en croata, y “miljard” en holandés. Cuando un francés dice “un billion”, que en español es lo mismo, se refiere a lo que en inglés se llama “trillion”. Y un “Billiarde” alemán es un “quatrillion” francés, un cuatrillón. Cómo no.

En el cuartel general de la UE, la traducción es un asunto complicado y, a menudo, caro. La Comisión Europea tiene tres “lenguas de trabajo” oficiales: alemán, francés e inglés. Pero, dado que en los Estados miembros se hablan 23 idiomas, existen 506 combinaciones posibles, que requieren traducciones capaces de hablar esos idiomas. Con las sucesivas ampliaciones de la Unión, el número de traductores se ha disparado de entre 200 y 300 a entre 2.000 y 3.000. Se calcula que la UE produce 1,76 millones de páginas traducidas al año, que cuestan alrededor de 300 millones de euros. El 1 de julio, cuando Croacia se incorpore a la Unión, habrá que añadir una lengua más.

Con las ampliaciones de la UE, el número de traductores  ha pasado de entre 200 y 300 a entre 2.000 y 3.000

En estos tiempos de austeridad, los gobiernos nacionales están deseando recortar el presupuesto de la UE, y por eso se recibió con tanto entusiasmo un reciente discurso del presidente alemán. Al hablar en febrero sobre el futuro de la integración europea, Joachim Gauck propuso que el inglés se convierta en lengua oficial de la UE: “Es indudable que, para los jóvenes, el inglés es ya la lingua franca. Pero creo que no debemos dejar la integración lingüística a merced del azar”. Música para los oídos tanto de los federalistas como de los halcones fiscales: si en los pasillos de Bruselas se hablara inglés, la UE sería más racional y eficiente.

¿Pero es realista esta propuesta? Hasta cierto punto, confirmaría una tendencia ya existente. Desde el big bang de la ampliación al este de Europa en 2004, el uso del francés en las reuniones ha caído de forma considerable, y el alemán lleva ya un tiempo siendo lengua oficial solo en teoría. Los documentos del Parlamento Europeo ya solo se traducen a las lenguas que tienen algo que ver con el tema: por ejemplo, no existen transcripciones de los debates sobre política de pesca en checo.

El uso del francés en la UE ha caído  y el alemán lleva ya un tiempo siendo lengua oficial solo en teoría
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Pero, si los Estados miembros del norte y el este adoptaran el inglés como lengua oficial, el sur se levantaría en armas. Algunos diplomáticos franceses se han quejado de que el inglés introduciría de contrabando ideas “anglosajonas” sobre política y economía en la elaboración de las políticas europeas. El pasado diciembre, un periodista del diario francés Libération boicoteó una rueda de prensa sobre la presidencia de la UE en Dublín porque se iba a celebrar exclusivamente en inglés. Si de verdad no había dinero para traductores, dijo en su blog, entonces deberían haberla hecho en gaélico.

Además habría obstáculos legales. “Imponer el inglés como lengua oficial de Europa sería profundamente antidemocrático”, dice Diego Marani, novelista y responsable de políticas en la Dirección General de Interpretación de la Comisión Europea. No solo no contribuiría a la integración de Europa, sino que podría hacer que el proyecto fuera aún más elitista. El coste total de la labor lingüística en la UE, destaca Marani, equivale más o menos al coste de dos cafés por persona y año: un precio muy barato a cambio de tener más democracia.

¿Y otras soluciones alternativas? La propuesta de que el latín fuera la lengua de trabajo oficial de la institución, por desgracia, es un viejo chiste, pero un intérprete opina que sería más justo que la lingua franca fuera el esperanto, y no el inglés. Otro sugiere que no se permita nunca a los diplomáticos utilizar su lengua materna, para que nadie juegue con ventaja. Los empleados de la oficina de Marani han experimentado con el “europanto”, una cosa que él califica como “der jazz des linguas”: un idioma hecho de una mezcla libre de lenguas europeas, sin reglas gramaticales y con un vocabulario ilimitado.

Lo del europanto es una broma, desde luego, pero el mensaje que lleva implícito es serio. Tal vez no se deba imponer una lengua europea común, pero eso no quiere decir que, a la larga, no se vaya a desarrollar una lengua así de manera natural. El año pasado, un veterano traductor del Tribunal Europeo de Cuentas, harto, reunió un documento de 33 páginas con expresiones en inglés que se utilizan mal habitualmente en las publicaciones de la UE (“to precise” cuando se quiere decir “resumir”, “actors” para hablar de personas u organizaciones que intervienen en algo, cuando su significado es “persona que actúa sobre un escenario”). A lo mejor, esa eurolengua que tanto chirría a oídos anglófonos es la nueva lingua franca que está formándose ante nuestras narices. Discardant la textbuch, externalise sus sprachangst y just improviste.

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