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Kidal, el último escollo en Malí

Tres meses y medio después de la intervención francesa, el conflicto en el país del Sahel está todavía lejos de terminar

José Naranjo
Un soldado del grupo rebelde tuareg MLNA con un AK-47, el pasado 4 de febrero en Kidal.
Un soldado del grupo rebelde tuareg MLNA con un AK-47, el pasado 4 de febrero en Kidal. Cheick Diouara (REUTERS)

La guerra de Malí está lejos de haber terminado. Han pasado tres meses y medio desde el desembarco de las tropas francesas, que dio inicio a la operación Serval para restablecer la integridad territorial de este país partido en dos por la ocupación del norte por parte de grupos armados. Después de ese tiempo, en la ciudad de Kidal las banderas de la República del Azawad ondean por todas partes con el beneplácito de las tropas francesas estacionadas a escasos metros. Allí, los rebeldes tuaregs del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA) controlan los accesos en tensión permanente con los soldados chadianos que ocupan una base militar próxima. Mientras tanto, en Bamako se multiplican las consignas para que haya elecciones presidenciales en julio. Pero, ¿cómo celebrar unos comicios cuando en una parte importante del país no hay ni rastro del Ejército o la Administración maliense?

Kidal se ha convertido ya en un quebradero de cabeza, en el último escollo de esta guerra, en la piedra en el zapato del discurso triunfal francés respecto al conflicto de Malí. Esta región es el auténtico feudo tuareg del norte del país. Hace algo más de un año, el 30 de marzo de 2012, el Ejército maliense fue expulsado de Kidal tras el ataque combinado de dos grupos tuareg, los rebeldes del MNLA (laicos) y los miembros de Ansar Dine (islamistas radicales a las órdenes de Iyad Ag Ghali). Tras unos meses de cohabitación, estos últimos se impusieron a los primeros, aunque la sharia o ley islámica no se aplicó allí nunca como en Gao o Tombuctú. Ni amputaciones ni lapidaciones ni castigos corporales.

Sin embargo, la intervención francesa en Malí a partir del 10 de enero y su progresión hacia el norte del país provocó un cambio de escenario. El 28 de enero, el MNLA, que había sido derrotado en el terreno militar por los yihadistas, aprovecha los bombardeos franceses para volver a tomar Kidal. Los rebeldes tuaregs no solo se benefician de la debilidad de los radicales, sino que se vieron reforzados por la llegada de numerosos elementos que habían desertado de las filas de Ansar Dine. Unas horas más tarde, los soldados franceses toman el aeródromo de Kidal y el 5 de febrero unos 1.800 militares chadianos llegan a la ciudad. El enemigo común es los terroristas de la rama magrebí de Al Qaeda y los miembros de Muyao y Ansar Dine, así que chadianos, franceses y tuaregs empiezan a colaborar.

Hasta ahora, el Ejército de Malí no ha sido autorizado a entrar en Kidal. La consigna es política y emana directamente de París. En el resto de Malí la población se debate entre el estupor y la indignación de comprobar cómo el MNLA, el grupo armado que llegó a un acuerdo con los yihadistas para partir al país en dos y que cometió graves exacciones y abusos en ciudades como Gao, campa a sus anchas en Kidal con permiso de Francia y se permite dictar las órdenes, nombrar gobernador e incluso proyectar la emisión de carnés de la República del Azawad, un estado que no existe ni ha sido reconocido por ningún país del mundo. La satisfacción generalizada de los malienses hacia Francia por su rápida intervención para frenar el avance del yihadismo empieza a tornarse en decepción y malestar por la complacencia gala con el MNLA.

El ministro de Asuntos Exteriores francés, Laurent Fabius, fue interpelado hace tres semanas durante su visita a Bamako respecto a la incoherencia francesa en Kidal. Su respuesta, en la que aseguraba que el MNLA “tendrá que acantonarse y entregar las armas en un momento dado” para convertirse en partido político no ha satisfecho a casi nadie en Malí, sobre todo después de que el Ejército francés anunciara a su llegada hace más de dos meses que su intención era combatir “a todo grupo armado en el norte de Malí”. El fantasma de la existencia de un estrecho vínculo entre los rebeldes tuaregs y el Elíseo vuelve a reaparecer.

Frente a la propuesta de desarme y su conversión en partido político, el MNLA ha comunicado esta semana que ni una cosa ni la otra. “El MNLA ha sabido de fuentes bien informadas y coincidentes que Malí proyecta atacar nuestras posiciones militares en Anefis, Kidal y Menaka (…) Informamos a la opinión pública nacional e internacional de que no dudaremos en ningún momento a la hora de reaccionar militarmente”, expresaba el movimiento rebelde mediante un comunicado. Mientras la ONU acaba de aprobar el despliegue de una misión de mantenimiento de la paz, la Minusma, con 12.600 efectivos, y los franceses han comenzado su retirada (500 de 4.000 soldados ya se han ido) tras haber golpeado duro a los grupos yihadistas, las cosas en Kidal parecen ir en otra dirección.

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Hasta ahora, las fuerzas francesas desplegadas en Malí han tenido razones para apoyarse en la fuerza independentista tuareg, desde su amplio conocimiento del terreno en el extremo norte del país hasta sus contactos con los terroristas a la hora de intentar localizar a los rehenes galos retenidos por AQMI y Muyao. Sin embargo, la colaboración con el MNLA puede volverse en contra de la presencia francesa en Malí, cuyo Ejército mantiene intacta su sed de venganza contra el MNLA y empieza a mover ficha apuntando hacia Kidal. Un batallón de boinas rojas maliense, el cuerpo de élite de esta Armada, se encuentra desde hace un mes en Gao con la intención de seguir hacia el norte. Cuando Francia dé su luz verde.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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