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Le Guen, un yihadista francés quincuagenario apresado en Malí

El ministro francés de Defensa anuncia la captura del "perdedor" convertido al islam Al Qaeda sospechó que podía ser un espía, pero al final le permitió luchar en sus filas

Gilles Le Guen, en una captura del vídeo difundido en octubre en el que advertía a Francia de que no interviniera en Malí.
Gilles Le Guen, en una captura del vídeo difundido en octubre en el que advertía a Francia de que no interviniera en Malí.

Gilles Le Guen o Abdel Jelil, su nombre musulmán, es un caso atípico. Los yihadistas que fueron a luchar a Malí con Al Qaeda eran jóvenes nacidos en países musulmanes o educados en esa religión. Le Guen tiene 57 años, es francés y se convirtió al islam en 1985 en Túnez.

El titular francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, ha confirmado este miércoles en la emisora de radio Europe 1, que el Ejército francés le había capturado, en la noche del domingo al lunes, en Tombuctú, donde Le Guen se instaló con su familia —su mujer marroquí y su prole— en 2011. Ahora será enviado a Francia donde será, probablemente, imputado por pertenencia a una “asociación de malhechores en relación con actividades terroristas”.

“Es una evolución individual hacia el fanatismo”, ha explicado el ministro. “No hay que imaginarse que hay muchos franceses que siguen esta pauta fanática, pero cuando surgen hay que señalarlo y tomar las medidas necesarias (…)”, ha proseguido Le Drian. “Hay una conversión [al islam], un itinerario personal y un perdedor se convierte en terrorista”. “(…) combatió con los grupos yihadistas”, ha asegurado el ministro.

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¿Era Le Guen un perdedor? Nacido en Nantes (Loira-Atlántico), en 1955, fue marino mercante y recorrió el mundo antes de echar el ancla en África, donde trabajó para la ONG Médicos Sin Fronteras. Se casó después con una marroquí —su segunda esposa— con la que tuvo cinco hijos que se añaden a otros dos de su primer matrimonio. Saltó a la fama el 9 de octubre pasado cuando, con barba, vestido con una chilaba caqui y un turbante negro, apareció en un vídeo debajo de las siglas de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).

Le Guen advirtió entonces a Francia de las consecuencias de un ataque militar contra los islamistas que se habían adueñado, en marzo de 2012, del norte de Malí. Para que no cupieran dudas sobre sus intenciones mostró a su lado un fusil de asalto kalashnikov. Se había entrenado a manejar esa y otras armas en el campamento de Abu Hareta, un antiguo cuartel de la policía militar maliense del que se apoderó AQMI y que la aviación francesa destruyó en enero.

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Tres meses después de la prédica audiovisual de Le Guen, Francia desencadenó la operación Serval para desalojar de allí a los terroristas. La arenga del musulmán francés no debió acabar de convencer de su lealtad a AQMI, el nuevo amo de Tombuctú. Lo detuvo en noviembre de 2012, lo encarceló durante un mes y fue interrogado —junto con su esposa— por el propio Abdelhamid Abu Zeid, el cabecilla de Al Qaeda caído a finales de febrero en el norte de Malí. Sospechaba que era un espía.

La revista estadounidense Foreign Policy encontró en Tombuctú diez folios manuscritos en árabe que resumían los interrogatorios a los que fue sometido Le Guen después de haber recibido una llamada telefónica de la Embajada de Francia en Bamako de la que informó, ingenuamente, a otros yihadistas.

Abu Zeid quiso recabar otras opiniones y llamó a Abu al Dardaa al Shanquiti, un yihadista mauritano con el que Le Guen había tenido mucho trato. Describió al francés como un hombre bueno, pero desconocedor de algunos aspectos del islam. Contó además que recibía con regularidad dinero de su madre en Francia y dejó entrever su sorpresa porque le hacía preguntas sobre los rehenes europeos en manos de AQMI o de otros grupos terroristas.

Al final Al Shanquiti dio una clave de la trayectoria de Le Guen: “He observado que a veces parecía afectado por una enfermedad psicológica”. Aun así Abu Zeid consideró que era apto para el servicio. Liberó al francés que se incorporó con su motocicleta a la nueva policía islámica de Tombuctú.

Sin llegar a afirmar que era un perturbado, Bosri Thiolay, el único periodista que le entrevistó, por teléfono, sostiene que Le Guen era más bien una especie de “altermundialista” que vivía en una pequeña granja con un puñado de cabras.

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