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Catar y Arabia Saudí sufragan la revuelta siria

Los expertos creen que el dinero puede incluir, aparte de armas, partidas para pagar salarios a los combatientes y ayuda económica general

Ángeles Espinosa
Dos soldados rebeldes contra posiciones del régimen en Qusayr, en Siria.
Dos soldados rebeldes contra posiciones del régimen en Qusayr, en Siria. AFP

La revuelta siria nunca ha sido como el resto de las englobadas en la primavera árabe. Las especiales relaciones del régimen de Bachar el Asad con Irán (y en otro sentido con Israel), convirtieron desde el principio el conflicto en un enfrentamiento no solo interno sino por el poder regional. De ahí que los principales rivales geoestratégicos de la República Islámica sean también la principal fuente de apoyo económico y militar a los rebeldes. Sin embargo, esa ayuda ha resultado insuficiente hasta ahora para inclinar la balanza, algo que no depende solo del desembolso sino del tipo de armamento que se facilita.

La percepción generalizada entre diplomáticos y analistas es que Catar sufraga la revuelta siria con dinero y armas. Fuentes cataríes citadas por el diario económico Financial Times el pasado fin de semana cifraban en 3.000 millones de dólares lo que ese pequeño pero rico emirato ha gastado en apoyar a los rebeldes desde que hace dos años estallara la revuelta. Incluso si solo ha sido un tercio de esa cantidad, como afirman los beneficiarios, supera sin duda a la ayuda de cualquier otro país.

“Es una cantidad considerable de dinero para haberse dedicado a exclusivamente a armas o asistencia militar”, precisa Pieter Wezeman, investigador principal del programa sobre transferencias de armas en el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, en sus siglas inglesas), en una conversación telefónica con esta corresponsal. “No hemos visto hasta ahora armas avanzadas en manos de los rebeldes, solo armas ligeras, en gran medida obtenidas del Ejército sirio, o de segunda mano, procedentes de depósitos que están siendo renovados”, apunta.

“Me parece una cifra creíble, y probablemente es mucho más elevada”, declara por su parte Theodore Karasik, el director del Instituto de Análisis Militar para Oriente Próximo y el Golfo (INEGMA), en Dubái. Este experto se muestra convencido de que Arabia Saudí ha gastado “el doble” que Catar en ese empeño, aunque reconoce que no tiene datos concretos y que el centro que dirige no ha publicado ningún estudio al respecto porque los datos son “opacos”.

Aunque es difícil saber cómo se ha gastado ese dinero, Wezeman sugiere que puede incluir salarios de combatientes y ayuda económica en general. La información que existe al respecto es escasa. “Solo los países implicados conocen el volumen real de lo que se ha dedicado a armas”, señala. Y éstos mantienen un discreto silencio al respecto, salvo ocasionales e intencionadas referencias a esa ayuda, como cuando en el verano de 2011 el ministro de Exteriores saudí habló de la necesidad de que la comunidad internacional interviniera y dejó caer la voluntad de su país de apoyar a los sublevados.

Los estudiosos del SIPRI se basan sobre todo en las imágenes del conflicto que obtienen los medios de comunicación o que los propios implicados cuelgan en internet (aunque también han analizado el aumento de los vuelos entre ciertos países, lo que de nuevo coloca a Catar el primero de la lista). De ellas se desprende que los rebeldes manejan sobre todo armas ligeras y equipos muy básicos, como los morteros, cohetes, minas y catapultas de fabricación casera que muestran sus vídeos propagandísticos. Sus portavoces suelen quejarse de que no disponen de misiles guiados con los que hacer frente a los ataques de la aviación del régimen.

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“Solo tienen un número limitado de viejos lanzacohetes portátiles de los años setenta y ochenta [del siglo pasado]”, confirma Wezeman. Según este experto, ese tipo de armamento puede muy bien provenir de los depósitos de los países que les respaldan, pero es imposible desglosar cuánta asistencia militar o de otro tipo facilita cada uno de ellos. “Hace unos meses se pudo trazar el origen de ciertas armas que estaban siendo utilizadas por la oposición siria hasta Emiratos Árabes Unidos y Catar, pero no sabemos en qué cantidades”, explica.

Ambos países, al igual que Arabia Saudí, disponen de Ejércitos muy bien equipados que en la actualidad se encuentran en proceso de modernización por lo que cuentan con importantes excedentes que podrían transferir a sus grupos preferidos en Siria sin apenas más desembolso que el trasporte. Sin embargo, el hecho de que pueda detectarse su proveniencia acarrea otros problemas como puede ser la violación de los términos de la compra, o que el proveedor imponga futuras restricciones. De ahí, que se recurra al mercado internacional para buscar potenciales proveedores.

En 2012, los investigadores descubrieron un envío de armas croatas a los rebeldes. Tal como reveló The New York Times el pasado febrero fue Jordania quién hizo el pedido a petición de, y financiado por, Arabia Saudí. Un blog especializado que sigue de cerca estos asuntos, lleva tiempo recopilando información sobre la presencia entre los sublevados de armamento procedente de la antigua Yugoslavia. También ha detectado recientemente un lanzagranadas antitanque RPG-75 fabricado en la antigua Checoslovaquia en manos de los opositores de Alepo. Al parecer el grupo que lo usa compró ocho de ellos a otro, pero no está claro cómo llegaron hasta allí porque, como afirma el autor del blog, “no se usan en la región”.

Una vez más faltan las pruebas que conecten las armas con la fuente de financiación, pero Wezeman considera “bastante verosímiles” los rumores que atribuyen la parte del león a Catar, Arabia Saudí y en menor medida Emiratos. Todos ellos han hecho público su apoyo a los rebeldes tanto en declaraciones oficiales como en gestos diplomáticos y advertencias a Irán. “Algo se mueve, pero resulta extremadamente difícil de probar”, concluye.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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