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La televisión venezolana elimina a los buques insignia de la polarización política

Mientras se despide a varios periodistas de Globovisión muy críticos con el Gobierno, cierra 'La Hojilla', el programa favorito de Chávez

Francisco 'Kiko' Bautista, tras su despido.
Francisco 'Kiko' Bautista, tras su despido.MIGUEL GUTIÉRREZ (EFE)

Dos decisiones trascendentales para el futuro de los medios de comunicación audiovisuales de Venezuela ocurrieron el lunes 27 de mayo en la noche. La fecha ya representaba una efeméride histórica. Seis años antes el Gobierno de Hugo Chávez clausuraba las transmisiones de Radio Caracas Televisión (RCTV) a través del espectro radioeléctrico del Estado y la condenó a una muerte agónica. El tiempo dirá si al triste aniversario se debe agregar lo que hoy luce como el comienzo del viraje definitivo de la televisión informativa venezolana privada hacia una zona de confort compartida con el Ejecutivo.

Tras el sonado despido del periodista Kico Bautista, conductor del show noticioso Buenas Noches, Globovisión, el canal que transmitía el programa, decidió cruzar el Rubicón al aceptar la renuncia de Carla Angola y Pedro Luis Flores, dos de los comentaristas que acompañaban a Bautista en el espacio. Un tercero, el cronista Roland Carreño, director de la versión venezolana de la revista Hola, está de vacaciones, pero fuentes de la planta dan por descontado que se sumará a sus compañeros, que se han marchado en solidaridad con Bautista.

El compromiso que asumió la nueva junta directiva del canal, cercana al chavismo, de no despedir a nadie por sus posiciones políticas quedó deshecho con estas medidas. Otras dos periodistas menos conocidas por los televidentes, Lina de Amicis y Mirla Castellanos, también se fueron. Globovisión navega hoy en medio de una marea alta aunque sigue dispuesta a seguir por el camino trazado de moderar su perfil para posicionarse en el centro. “Este canal nunca más se comportará como un partido político”, aseguró el presidente Juan Domingo Cordero a la salida de una reunión con el jefe de Estado Nicolás Maduro hace ocho días en el palacio de Miraflores. Son las mismas consideraciones que hiciera el número dos del Gobierno, Diosdado Cabello, en la rueda de prensa del Partido Socialista Unido de Venezuela de ese mismo lunes.

Mario Silva, presentador de 'La Hojilla'.
Mario Silva, presentador de 'La Hojilla'.Angel Colmenares (EFE)

Casi en paralelo al caso Bautista el canal estatal, Venezolana de Televisión, anunciaba la definitiva salida de La Hojilla, el programa favorito del fallecido presidente Hugo Chávez, conducido por Mario Silva. En tres trinos retuiteados por el ministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas, la emisora oficial agradecía a Silva “el papel desempeñado” en el programa, “que cumplió un valioso ciclo en defensa de la Revolución”. Silva ya estaba liquidado. El lunes 20 de marzo la oposición dio a conocer un audio en el que él contaba a un miembro de los servicios de contrainteligencia de Cuba las fracturas internas del oficialismo. Fue el abrupto fin de su insólito estrellato.

Las interpretaciones han quedado a la orden del día. Que las cabezas de Silva y Bautista rodaran en ocho días, justo después de la reunión entre Globovisión y el Gobierno, parece indicar que hay esfuerzos concretos para ponerle fin a un modelo de hacer televisión que el propio Hugo Chávez aupó en vida. “Estamos entrando en otro ciclo”, afirmó Marcelino Bisbal, director del postgrado de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello. “Globovisión no será la misma”, dijo el presentador estrella del canal, Leopoldo Castillo, al comentar sobre el caso del programa Buenas Noches. Y es aquí en este punto donde tal vez comience a verse la mano de Nicolás Maduro.

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El comandante presidente, partidario de agitar las contradicciones, entendía a los medios como trincheras de combate que transmitían propaganda. En virtud de ello tachó de enemiga a la prensa que le criticaba. Todo el personal de los medios, pese a los esfuerzos del Presidente de recoger el ovillo cuando arreciaron las agresiones físicas por la pegada de su sermón, pasó a ser un apátrida que no respaldaba el proceso de cambios. Maduro ha seguido el ejemplo de interpelar a sus contrarios en público en tono amenazante, pero la hostilidad es apenas una hoja de parra que tapa sus verdaderas intenciones. Urgido por la severa crisis de abastecimiento de productos de la canasta alimentaria y papel higiénico, y los explosivos efectos que una cobertura negativa tendría sobre su estabilidad, el jefe del Estado ha convocado a los empresarios a conversar para reactivar la producción. Sucedió hace unas semanas con Empresas Polar, la principal productora de alimentos del país, y ocurrió ahora con los dueños de los medios, a quienes pidió prudencia en el manejo de las informaciones.

Aunque se desconoce qué se conversó entre Globovisión y Maduro todo indica que hay en marcha un acuerdo tácito para garantizar la estabilidad del régimen a cambio de devolver al redil de la noticia al pequeño canal. La primera víctima es el líder de la oposición Henrique Capriles. Después de las elecciones y debido a su postura de desconocer los resultados el ex candidato presidencial no se ha quitado el traje de faena de la campaña. Globovisión no está dispuesto a emitir sus actos en directo porque considera que ya no hay razones para ello. A cambio sus espacios están recibiendo a voces no habituales. Este martes, después de muchos años, un ministro del gabinete de Maduro aceptó una entrevista en el noticiero de Globovisión para informar sobre los estragos del brote de gripe AH1N1.

Son cambios que toda la parcialidad opositora empieza a notar con preocupación, porque sienten que han perdido la única voz que transmitía las intervenciones, no siempre noticiosas, de Capriles. Gracias a Globovision el antichavismo más duro también entiende al periodismo como la defensa acrítica de una parcialidad y explican ese punto de vista con el razonable argumento de que el chavismo usa al canal del Estado como su boletín interno de comunicaciones. Así, entre ambos canales se creó una ilusión de equilibrio en la cual el televidente siempre fue el perdedor. Cada bando ocultaba los hechos a conveniencia y resaltaba aquello que convenía a su parcialidad para desprestigiar al rival.

La nueva línea editorial del canal de noticias es vista como una capitulación. Desde el viernes la cuenta de Twitter de Globovisión ha perdido casi 400 mil seguidores. La Sociedad Interamericana de Prensa, el Instituto Prensa y Sociedad y el Colegio Nacional de Periodistas han mostrado su preocupación ante las restricciones a la libertad de expresión generadas por el caso de Bautista. ¿Pero realmente se puede hablar de esa situación en el país en el país? “Me parecen arriesgadas las renuncias de los periodistas de Globovisión. Ellos hablan de censura, pero aquí no hay un atentado a la libertad de prensa. Nosotros podemos seguir trabajando. Lo que ha cambiado es la orientación de un negocio que depende de la renovación de un permiso por parte del gobierno para seguir operando”, explica Bisbal.

Se trata de otro caso en el cual colisiona la viabilidad de un negocio con la libertad de expresión. Globovisión enfrenta ahora el incierto camino de mantener el porcentaje de encendido resignando la visión crítica que lo llevó a acumular buenos números. En 2010 alcanzó el 12% de share, una cifra extraordinaria para una planta que sólo transmite en señal abierta a dos capitales del país. Hay precedentes que no son auspiciosos. La estación que sustituyó a RCTV, la Televisora Venezolana Social, partidaria del Gobierno, dilapidó un share de 40%. De acuerdo con los cálculos de Bisbal, hasta 2010 los medios de comunicación del Estado poseían en conjunto el 3,7% de porcentaje de la audiencia.

Todos son meras especulaciones salvo un hecho que sobresale. Sin Buenas Noches y La Hojilla las noches venezolanas no serán las mismas. Habrá quien agradezca que la televisión recobre un poco de la sindéresis perdida en estos años. Quien quiera revivir las legendarias peleas entre ambos programas, que alguna vez se sintonizaron para denostarse mutuamente, puede entrar a Internet y revivir una era que no volverá.

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