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El caso de los 12 desaparecidos se convierte en un triángulo de las Bermudas

La imagen de estabilidad de la capital de México se debilita por los desatinos en las pesquisas

Pablo de Llano Neira
Miguel Mancera, este miércoles.
Miguel Mancera, este miércoles.A. ESTRELLA (AFP)

Han perdido a un testigo clave como si fuese una moneda de un peso. Un sospechoso se les ha escapado. Saben que las posibles víctimas entraron en una discoteca pero no saben cómo salieron de allí. -“¿Se los llevaron los extraterrestres?”, se pregunta la abuela de uno de ellos-. Han tardado diez días en arrestar a alguien que pueda explicar qué demonios ocurrió en ese crepuscular bar de fiesteros llamado After Heavens: en español, después del cielo. Y han tardado lo mismo en confirmar –después de mucho dudar- la base del asunto: que el domingo 26 de mayo por la mañana un grupo de jóvenes se esfumó de un local del centro de México DF sin que quedase ni rastro de ellos.

El caso de los 12 desaparecidos, que tiene a México en vilo, muestra dos facetas alarmantes: una es la lógica preocupación por el destino de este grupo de jóvenes, y otra es la exponencial pérdida de confianza de la opinión pública en la capacidad del Gobierno local para resolver una crisis de seguridad. La imagen del alcalde, Miguel Ángel Mancera, se erosiona a cada metedura de pata o contradicción del proceso de investigación del caso, y también por la torpe línea de comunicación de su gabinete. En México mantener limpia la reputación de la capital como una ciudad bajo control es casi una cuestión de Estado, y en los diez días que han pasado desde que se perdió la pista de esos jóvenes a plena luz en el centro mismo de México DF las autoridades locales solo han contribuido a aumentar la confusión y la sensación de vulnerabilidad.

Hasta ayer la fiscalía del DF no fue capaz de corroborar que el grupo de jóvenes había desaparecido del After Heavens. El fiscal, Rodolfo Ríos, lo confirmó anoche sobre las diez. Horas antes, sin embargo, el alcalde continuaba diciendo que no había evidencia “testimonial ni científica” de ello. Ahora bien: confirmada la presencia de los desaparecidos en esa discoteca, a la fiscalía la asalta otra incerteza no menos desconcertante. Saben cómo entraron allí, pero no saben cómo salieron. Es como si la puerta de entrada del after-hours hubiese funcionado como un agujero negro, como un triángulo de las Bermudas al que pasas a tomar una copa y acabas desapareciendo por el fondo del vaso.

Los fallos de la fiscalía enturbian el caso y hacen que la capital de México parezca más vulnerable

El Gobierno ha tardado en aceptar que los desaparecidos estuvieron en la discoteca y consecuentemente han ido creciendo los rumores de que podría tratarse de un engaño intencionado con origen en el barrio de Tepito, de donde son la mayoría de las posibles víctimas, un barrio de mala fama por ser el centro mexicano de la piratería comercial y por su leyenda de dureza callejera y de criminalidad. Los familiares no toleran esa especulación. “Dicen que es un montaje. Tratan de desvirtuar el asunto. Yo los invito a que vean la desesperación que estamos pasando. Los invito a que vean nuestra gran actuación”, dijo ayer a EL PAÍS Jair Ramírez, primo de Jerzy Ortiz, un menor de edad que está entre los desaparecidos.

Para mayor desbarajuste, la fiscalía ha perdido la pista de un joven que supuestamente formaba parte del grupo que llegó a la discoteca pero que logró escapar por la azotea del edificio. El fiscal ha reconocido que este testigo llegó a declarar ante ellos durante los primeros días pero afirma que a posteriori intentaron contactarlo de nuevo y no lo encontraron. Rodolfo Ríos dice que les dio un nombre falso y una dirección falsa de su domicilio.

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La fiscalía tampoco tiene noticia del paradero del dueño del After Heavens, un tal Ernesto Espinoza Lobo, conocido como Polo o El Chaparro. Un periódico local especula en su edición de hoy con que este hombre podría haberse fugado a Miami o a Centroamérica el mismo día en que desaparecieron los jóvenes. En estos momentos la fiscalía solo tiene tres supuestos testimonios directos de lo que pudo haber ocurrido en el local: el jefe de seguridad, apodado El Diablo, un camarero y la pareja sentimental del prófugo dueño del local. El fiscal reveló ayer que los habían arrestado: nueve días después de los hechos.

El Gobierno le ha perdido la pista a un testigo y al dueño del 'after-hours'

Otra aparente incoherencia del proceso de búsqueda. La fiscalía se puso a investigar el caso como una desaparición colectiva el miércoles 1 de junio, cuatro días después del supuesto rapto de los jóvenes. Anoche el fiscal arguyó que no pudieron concluir antes que se trataba de una desaparición colectiva porque en los primeros cuatro días solo le iban llegando denuncias de familiares “de manera paulatina”. Los familiares, sin embargo, aseguran que en los primeros dos días posteriores a los hechos dieron cuenta de que se trataba de la desaparición de un grupo de amigos en el mismo local a la misma hora. La fiscalía no hizo un registro de la discoteca hasta el jueves: cinco días más tarde.

Por último, el Gobierno del DF ha dado otro paso de dudosa pertinencia registrando tres bares de streap-tease de la Zona Rosa, el mismo barrio en el que está el After-Heavens, una decisión que solo ha conseguido enfadar a los empresarios del ramo. El presidente de la asociación nacional de discotecas, Ismael Rivera, ha afirmado a este diario que esa reacción es una “caza de brujas” y que esos tres locales estaban en regla. Rivera dice que dos de ellos han sido clausurados por matices administrativos que no tienen que ver con el drama del after-hours, y que hoy mismo se han visto con el Secretario de Gobierno del DF y han logrado que eche el freno a las acciones contra los garitos nocturnos.

La próxima reunión del fiscal con los familiares de las víctimas es el viernes que viene. Tal vez sea la última oportunidad del Gobierno del DF para dar un golpe de efecto revelando alguna novedad de peso y para recuperar así el timón del caso y asegurar la credibilidad institucional de la capital de México.

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