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“La reticencia de EE UU a intervenir contra El Asad es aún extraordinaria”

Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group, describe un mundo en el que el G-cero gana terreno, sin un grupo de potencias capaz de llevar la batuta

El politólogo estadounidense Ian Bremmer.
El politólogo estadounidense Ian Bremmer.CARLOS ROSILLO

El mundo gira a velocidad y direcciones hasta ahora desconocidas. Ian Bremmer (1969, EE UU), presidente del Eurasia Group se dedica precisamente a eso, a intentar entender hacia dónde vamos e identificar los riesgos con los que se toparán los países, y sobre todo los inversores que tienen la vista puesta más allá de sus fronteras nacionales. Bremmer describe un mundo en el que su teoría del G-cero gana terreno. Es decir, en el que no hay una ni un grupo de potencias dispuestas y/o capaces de llevar la batuta. Es un mundo más desordenado con un equilibrio de fuerzas más complejo y probablemente más inestable. Este politólogo estadounidense estuvo la semana pasada en Madrid para hablar ante un foro de empresarios -ESADEgeo- sobre los riesgos para el sector privado de los cambios geopolíticos que se avecinan. Antes de poner fin a su gira europea, hizo un alto en el camino para conversar con este diario.

Pregunta. Empieza el G-8. Usted cree más en lo que usted llama el G-cero. Un mundo sin potencias dominantes ¿será más estable?

Respuesta. Hace un par de años escribí sobre el G-cero y desde entonces se ha convertido en un fenómeno más obvio todavía. Es una ausencia de Gobierno global y no es bueno. Es decir, las instituciones que nos gobernaban y que básicamente estaban controladas por EE UU y sus aliados, ya no funcionan. Nadie fuera de Europa tiene interés por ejemplo en rescatar a los europeos; no hay nada parecido a un Plan Marshall, asistimos impasibles a tensiones emergentes entre China y Japón… Siria es el ejemplo más claro. Ahora Siria está contagiando a la región de forma muy peligrosa. Los rusos actúan, los cataríes también y hasta ahora EE UU no había hecho nada. Hace cinco años la conversación hubiera sido otra. El sistema G-cero es simplemente menos eficiente.

P. ¿Cree que la decisión de Obama de armar a los rebeldes sirios cambia la ecuación?

China quiere participar solo en aquellos lugares en los que tienen intereses económicos directos

R. No. Obama no habla siquiera de establecer una zona de exclusión aérea, si no de más apoyo militar, lo que por cierto es algo que los europeos ya habían acordado. La reticencia estadounidense sigue siendo extraordinaria.

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P. ¿Hasta que punto tiene que ver la reticencia de EE UU de participar en conflictos globales después de Irak y de Afganistán en el nuevo equilibrio geopolítico?

R. Yo no soy de los que cree que EE UU esté en declive. Para nada, por muchas razones, hay más gente invirtiendo en valores estadounidenses que nunca antes, la revolución energética va a convertir a EE UU en autosuficiente, el crecimiento va en buena dirección, estamos aprobando leyes migratorias, la demografía pinta bien, el comercio también… EE UU va bien. Europa sí está en declive. Japón estaba en declive aunque puede que se recupere. Puede que EE UU no tenga interés en implicarse tanto en el exterior pero no por eso está en declive. En cualquier caso, el G-cero no es solo por EE UU, sino por muchas razones. Hay muchos más países en el mundo que importan con los que coordinarse. Son además países diferentes con otras prioridades. Son pobres, tienen sistemas políticos diferentes, el más importante es el caso de China, un país autoritario y con capitalismo de Estado y con los que a veces no estamos de acuerdo. Por otro lado, estos países no tienen capacidad aunque quisieran liderar. No tienen la historia de ayuda humanitaria, la diplomacia… Además, los aliados estadounidenses están muy ocupados. Los europeos tienen sus propios problemas, los japoneses están centrados en su economía. No están en condiciones de liderar, de organizar por ejemplo una gran cumbre del clima. Y luego además, EE UU quiere actuar menos. En parte porque quieren gastar menos por la crisis económica, pero sobre todo porque no entienden por qué deberían hacerlo. China se lleva un buen porcentaje del petróleo iraquí y EE UU fue el que se gastó el dinero y sus soldados los que murieron. Muchos estadounidenses se preguntan por qué no se gasta el dinero dentro del país en lugar de en el extranjero. La mayoría de los americanos, sí, se sienten mal por lo que pasa en Siria, pero no tienen claro por qué EE UU debe arreglarlo, especialmente cuando se les critica tanto en Oriente Próximo.

P. ¿China tampoco quiere liderar?

La seguridad nacional está cambiando. Está menos centrada en aviones y más en la economía

R. No, no están interesados. Odian la responsabilidad global. Sí, empiezan a jugar un papel algo más relevante en la mediación en Oriente Próximo, pero ahí las expectativas son tan bajas, que si no consiguen nada, nadie les va a culpar, pero en realidad no quieren crear un nuevo orden mundial. Quieren participar solo en aquellos lugares en los que tienen intereses económicos directos. Pero serán relaciones bilaterales. Serán más asertivos en Asia, pero no van a ser los policías globales como lo ha sido EE UU.

P. Y desde un punto de vista interno, ¿hasta qué punto se puede esperar un cambio profundo de la mano de la nueva élite política china?

R. Son fuertes. Lo acabamos de ver con la visita de Xi Jinping a EE UU. Se ve con Obama sin asesores, en privado: Hu Jintao no lo habría hecho nunca. Supone un gran cambio. Es muy carismático y confía en sí mismo. A la gente joven en China le gusta, pero es un país y muy grande en el que no puede acabar con la corrupción de un plumazo o con la pobreza. No es un país en el que vayan a derribar al régimen cualquier día de estos. Evidentemente, hay disidentes y gente que no se siente cómoda con el régimen comunista, pero el chino medio está más contento con su Gobierno que el estadounidense medio, por no hablar del español medio.

P. ¿Dónde queda Europa en todo esto? ¿Qué papel jugará en un mundo G-cero?

R. Será menos relevante. En primer lugar, porque Reino Unido tiene una crisis existencial acerca de si quieren estar en la UE. Si no quieren, supondría un enorme problema para los europeos, desde un punto de vista estratégico y de su capacidad de liderazgo global y para los mercados. La eurozona está coordinándose mejor y dotándose de reglas –bancarias, fiscales…- pero con un enorme coste social, en desigualdad, desempleo juvenil, deslegitimación de los Gobiernos en la periferia y también algo incluso en Francia. La recesión que continúa en Europa sin signos de recuperación hace que los europeos sean hoy mucho menos relevantes. Es evidente. Los alemanes sí son relevantes. Los chinos viajan a Alemania todo el tiempo, quieren trabajar con ellos.

P. ¿Es una pérdida de relevancia irreversible?

R. Si Reino Unido supera el referéndum y si los europeos son capaces de ser más competitivos y si los mercados se fortalecen y si los griegos vuelven a los mercados… pero serían cambios lentos, que parten de un punto de partida muy desfavorable. La situación va a empeorar o como mucho va a mejorar pero muy lentamente.

P. Se habla estos días de lo mucho que afectará a la Administración del presidente Obama la gran filtración del veinteañero Snowden. ¿Es para tanto?

R. La guerra contra el terror y la seguridad nacional se nutren es cada vez más de la tecnología de la información. Es el nuevo campo de batalla, junto con la tierra, el mar y el aire. EE UU ha dicho públicamente que el ciberterrorismo es ya más importante que la guerra contra el terror. Durante décadas, la mayor amenaza para EE UU fue la Unión Soviética, luego sucedió el 11-S y durante 12 años la gran amenaza fue Al Qaeda. Hace dos meses, Washington dijo que ya no, que ahora la gran amenaza es el ciberterrorismo. Si es la mayor amenaza, van a tratar de combatirla lo mejor posible y eso incluye controlar información en EE UU, aunque haga sentirse incómodos a muchos americanos. Los jóvenes tienen un concepto de privacidad diferente. Cuelgan todo en la Red, tienen menos privacidad que los más mayores. Aún así, a medida que vayamos sabiendo más, se volverá más polémico.

P. ¿Por qué?

R. Porque la revolución de la información fortalece a los individuos, pero la revolución de los datos da más poder a los Estados y a las empresas. Mire la gran filtración, mire a China, a Irán, donde la revolución verde fue aplastada gracias al control del Gobierno iraní de las redes sociales. De los mensajes de los disidentes aprendieron lo que hacían, sus patrones de conducta, sus redes… les presionaron y movilizaron a la policía para detenerlos. Será interesante ver cómo responde Turquía. Los chinos son también muy buenos a la hora de controlar, los americanos también. Google y Facebook también. Las grandes instituciones- empresas y Gobiernos- se están volviendo increíblemente efectivos a la hora de controlar y utilizar en su propio beneficio datos. Parte de eso será para el bien común y parte, no. Esta es una batalla global que no ha hecho más que empezar.

P. Ha mencionado Turquía. ¿Hasta dónde van a crecer las protestas? ¿Se puede descartar una revuelta a gran escala?

R. Turquía no es Egipto ni Túnez. Aquí la cuestión es que [el primer ministro, Recep Tayyip] Erdogán es un individuo con una voluntad muy fuerte y diez años de gobierno han fortalecido algunas de sus tendencias autoritarias latentes. No es Putin, pero tampoco es Bill Clinton y su actitud y su deseo de convertirse en un Atatürk laico le va a traer problemas. Pero hay una tentación en Occidente ahora de pintar su gobierno como una rama del islam radical y tampoco es así. Ayudaría si [Erdogán] moderara el tono, si ordenara investigación sobre la brutalidad policial el uso brutal y si negociara sobre el parque. No harían falta grandes cambios políticos, pero no parece muy dispuesto.

P. Si pensamos en aquel discurso de El Cairo de Obama. Por un momento pareció que EE UU estaba determinado a intervenir en la región a favor de la democratización y las libertades.

R. Fue estupendo.

P. Fue bonito pero no se cumplió.

R. Bueno, pero en parte ese discurso venía a decir que EE UU no iba a ser el policía del mundo, que se trataba de escuchar más lo que la gente quiere en la región, pero que las políticas impopulares de la era Bush no se iban a repetir en Oriente Próximo. Irak, Afganistán; Obama está poniendo fin a aquello y mucha gente dice: bien, no queremos más cowboys en Oriente Próximo´. La gente en el mundo árabe está encontrando su voz y su voz no es a favor de las democracias liberales, sino que a menudo es una voz muy enfadada con el apoyo de Occidente a dictadores como [el expresidente egipcio Hosni] Mubarak, pero también sectaria; es decir suní versus chií. Irak es eso, Bahrein es eso, Siria es eso. Al principio, los americanos alucinaron con los manifestantes prooccidentales que salían en la revista Time y que hablaban inglés y pensaron, ‘qué bien, los egipcios quieren ser como nosotros’. Luego hubo elecciones y ganaron los Hermanos Musulmanes. Y de repente se encontraron con un gobierno que criticaba duramente a Israel, su aliado en la región y que el resultado de la democracia en la región no nos gustaba. Que no nos gustaba que Hamás ganara en Gaza y no dejara a los niños y las niñas estudiar juntos. Lo que hemos aprendido de las llamadas primaveras árabes es que no hay soluciones rápidas en esta región.

P. Usted ha hablado de la ruptura de Obama con la era Bush. Guantánamo, los drones, la filtración. Crecen las voces que piensan que a lo mejor no hay tanta diferencia entre ambas administraciones.

R. Obama cuando fue elegido presidente no tenía experiencia. Igual fue excesivamente ambicioso e idealista acerca de lo que podía cambiar y del deseo de cambio de la gente. Luego se dio cuenta de los problemas legales que suponía el cierre de Guantánamo. Sí ha habido un avance importante en los derechos de los gais. Y si ha habido más ataques con drones es porque la tecnología ha avanzado muy rápido. Pero es verdad que hay más continuidad en política exterior entre ambos presidentes de lo que se podría haber esperado.

P. Donde sí son muy proactivos los estadounidenses es en la guerra financiera y eso se ve con claridad en la batalla declarada a los bancos suizos.

R. La seguridad nacional está cambiando. Está menos centrada en aviones y más en la economía, en los secretos comerciales, las transacciones financieras… porque ahí hay puntos muy vulnerables. Así es como se pelea una guerra asimétrica. No estamos tratando de derribar el Gobierno chino, sino de encontrar a los sujetos que te pueden hacer daño. Los americanos están aprendiendo a pelear la nueva guerra.

P. Usted sostiene que EE UU experimenta una revolución energética que pronto reducirá drásticamente su dependencia del petróleo de otros países. ¿Cómo será el mundo con un Estados Unidos autosuficiente?

R. Estados Unidos está produciendo mucho más petróleo y gas de lo que muchos esperaban hace dos años. No es barato y cuesta sacarlo, pero la tecnología ya está lista y EE UU lo va a explotar. Va a crecer el PIB, y en EE UU habrá muchas más inversiones en infraestructuras. Luego nacerán muchas industrias asociadas a las energéticas. Esto va a ser algo enorme para la industria. La revolución energética va a hacer también que EE UU preste menos atención a Oriente Próximo y convertirá a EE UU en un lugar más atractivo para los inversores y eso es bueno a la hora de contrarrestar el poder de los chinos.

P. ¿Qué consecuencias tendrá esta revolución para países como Venezuela o Arabia Saudí?

R. La revolución energética de EE UU no cubrirá todas las necesidades. Seguirá habiendo comercio internacional y además la demanda energética de China seguirá creciendo. Tienen muchos recursos, pero todavía no tienen el agua, la tecnología o la mano de obra para explotarlos. Están entre 15 y 20 años por detrás de EE UU en este campo. A largo plazo, los saudíes sentirán una enorme presión si no diversifican y reforma su economía y la OPEC, se hundirá. Pero no sucederá en dos años y a la gente no le importa lo lejano. El cambio climático va a ser por ejemplo una cuestión más urgente.

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