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La política prima sobre la ley en el ‘caso Assange’

Las contradicciones se multiplican tras un año de encierro del fundador de Wikileaks en la Embajada de Ecuador en Londres

Assange y el ministro de Exteriores ecuatoriano, el 16 de junio en la Embajada de ese país en Londres.
Assange y el ministro de Exteriores ecuatoriano, el 16 de junio en la Embajada de ese país en Londres.CHRIS HELGREN (REUTERS)

La saga de Julian Assange tuvo su comienzo heroico cuando la organización que fundó, Wikileaks, filtró a los medios un cuarto de millón de cables diplomáticos secretos de Estados Unidos. Hoy, tras cumplirse un año desde que Assange se refugió en la Embajada de Ecuador en Londres huyendo de la ley sueca, la historia —repleta de contradicciones, hipocresías y bufonadas— ha degenerado en farsa.

El elenco es de lo más variopinto. Incluye al director de cine Oliver Stone, al presidente de Ecuador, Rafael Correa; Lady Gaga, Vladímir Putin, Bianca Jagger y el juez Baltasar Garzón, todos defensores del protagonista australiano, de 41 años. En contra de Assange hay una larga lista de antiguos discípulos, colaboradores y periodistas que trabajaron con él, además de los gobiernos de Estados Unidos, Suecia y Reino Unido.

Los británicos aportaron lo suyo a la comedia a las pocas semanas de que Assange se hospedara en el despacho convertido en suite, con ducha y cinta de correr, que le había preparado la Embajada ecuatoriana. Un espectacular autogol dejó en ridículo la afamada diplomacia británica cuando el Foreign Office amenazó con violar la regla más elemental del protocolo diplomático y entrar en la embajada por la fuerza para sacar al prófugo, requerido por la ley sueca para responder de acusaciones de violación y otros delitos sexuales. El Gobierno de Ecuador aprovechó el regalo acusando a Reino Unido de comportarse como si aún fuera “un gran imperio”. El Foreign Office no tuvo más remedio que retractarse de la amenaza.

Sus defensores son variopintos: el presidente ecuatoriano, Rafael Correa; Lady Gaga, Putin o Garzón

La verdad es que el gran imperio hoy es Estados Unidos y en materia de política exterior Reino Unido tiende a actuar como su fiel mayordomo. Lo cual nos lleva a la contradicción principal en el argumento de Assange y sus aliados cuando justifican el delito de esquivar la extradición a Suecia dictada por un juez británico en conformidad con la ley europea: el temor a que las autoridades suecas lo extraditen a su vez a Estados Unidos, donde Assange dice creer que existe la posibilidad de que un juzgado le condene a muchos años de cárcel, incluso a muerte, por haber revelado los secretos de Wikileaks.

El problema con el argumento es que, por un lado, los británicos, que suelen responder a solicitudes de extradición desde Estados Unidos con sumisa docilidad, tuvieron amplia oportunidad de entregar a Assange a su aliado antes de que se refugiara en la Embajada de Ecuador, pero no lo hicieron. Por otro lado, los suecos tienen una larga historia de rechazar solicitudes de extradición de Estados Unidos, empezando por un sustancial número de desertores de la guerra de Vietnam que consiguieron el tenaz amparo de Suecia del mismo modo que hoy lo recibe Assange de Ecuador. Si Reino Unido no lo entregó, mucho menos lo va a hacer Suecia, uno de cuyos jueces del Tribunal Supremo, Stefan Lindskog, alabó públicamente la labor informativa de Assange en abril de este año y explicó por qué la ley de su país no permitiría su extradición.

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“La extradición no se puede conceder por presuntos delitos cuya naturaleza es militar o política”, dijo el juez sueco, poniendo prácticamente punto final a la cuestión.

En su contra están Estados Unidos y una larga lista de antiguos discípulos

Otra contradicción que surge del caso Assange tiene que ver más con cuestiones políticas que legales. Ricardo Patiño, el canciller ecuatoriano, declaró el lunes pasado tras una reunión poco fructífera en Londres con su homólogo británico, William Hague, que Assange seguiría “teniendo la protección que le hemos dado como asilado político en nuestro país, protegiendo su vida, su integridad personal y, en particular, su libertad de expresión”.

Ese mismo día la Sociedad Interamericana de Prensa denunció una nueva ley aprobada por el Gobierno de Ecuador como “el más grave retroceso para la libertad de prensa y de expresión en la historia reciente de América Latina”. Las disposiciones que contiene la ley, aseguró el organismo defensor de la libertad de expresión en las Américas, “no se diferencian en nada de las que establecían las dictaduras militares que asolaron la región en los años setenta y ochenta del siglo pasado”.

Vladímir Putin, en cuyo país asesinan a periodistas, se ha sumado a la fiesta, denunciando la continuada “detención” de Assange como “antidemocrática”. Oliver Stone y Lady Gaga estarían de acuerdo con él pero otro ingrediente en la confusa comedia ha sido su decisión y la de famosos que comparten su visión del mundo de optar, sin ningún aparente dilema, por anteponer su fe en la causa de Assange a lo que sería su habitual defensa de las mujeres. “Si Assange no se identificara con la izquierda”, comentó un diplomático británico consultado por este diario, “esta gente estaría clamando al cielo para que se enfrentara a las acusaciones de las mujeres suecas que dicen haber sido agredidas por él”. La abogada de una de las dos mujeres agregó el mes pasado que en medio del barullo político que se ha armado alrededor de Assange no debería olvidarse el sufrimiento de su clienta. Assange niega las acusaciones. Sus discípulos, los famosos y los no famosos, creen ciegamente en su versión. Pero no todos. Un íntimo excolaborador de Assange en Wikileaks, Daniel Domscheit-Berg, ha escrito un libro en el que narra su creciente desencanto con su exjefe. “Si Julian se equivocaba”, cuenta en el libro, “siempre había otra razón por ello. Siempre tenía una explicación compleja, una que lo dejaba a él como un héroe”.

Un héroe es lo que dice el Gobierno de Ecuador que es. ¿Lo verían igual Correa y Patiño si en vez de filtrar secretos norteamericanos hubiese filtrado secretos suyos?

¿O hubieran pedido su extradición?

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