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La huelga en Portugal paraliza el transporte y afecta a servicios públicos

Los dos principales sindicatos convocan conjuntamente este paro tras el fracaso del último

Antonio Jiménez Barca
Algunos trabajadores comienzan la huelga general en Lisboa.
Algunos trabajadores comienzan la huelga general en Lisboa.JOSE MANUEL RIBEIRO (REUTERS)

El Gobierno del conservador Pedro Passos Coelho afronta hoy su cuarta huelga general contra su política de recortes y de austeridad a rajatabla en los dos años de legislatura que lleva en el poder en Portugal. Las dos principales centrales sindicales del país, la CGTP y la UGT han convocado este paro conjuntamente, algo que no acontece siempre en el país. De hecho, los dos sindicatos desfilarán en manifestaciones separadas en Lisboa. Con todo, es un nuevo zarandeo a un Ejecutivo que, a pesar todo (incluidas las otras tres huelgas generales y los sondeos desfavorables) no ha cambiado apenas nada la política de recortes y de ahorro. Eso sí, se cuida bien de señalar que no hay alternativa posible y de que le viene impuesta por una troika acreedora que cada dos meses visita Portugal para comprobar los resultados.

El transporte público se ha visto muy afectado. En Lisboa ha cerrado el metro y no ha circulado ningún tren. Los autobuses lo han hecho a cuentagotas y, por lo general, repletos. Muchos han recurrido a su coche particular o a taxis. Los hospitales y ambulatorios, en todo el país, han retrasado consultas generales, de especialistas y operaciones quirúrgicas. Sólo las urgencias han funcionado como cualquier otro día. El sector privado, sin embargo, se ha visto mucho menos tocado. Las tiendas, en su gran mayoría, abrieron, así como los restaurantes. Los sindicatos, sin embargo, señalaron que había fábricas paralizadas por la huelga.

A media mañana, tanto el secretario general de la UGT, Carlos Silva, como el de la CGTP. Arménio Carlos, aseguraban que la adhesión había sido muy alta, rozando lo excepcional. El ministro de Presidencia, Luís Marquez Guedes, replicó, tras el Consejo de Ministros, que el país “no se ha parado”.

Esta cuarta huelga general se produce en un contexto particular: es cierto que la última gran marcha organizada por los movimientos ciudadanos, celebrada el pasado 1 de junio, se saldó con un fracaso. Algunos lo achacaron a un previsible hartazgo de la gente a salir a la calle sin respuesta del Gobierno, a una suerte de resignación fatalista al ver que el Gobierno no se mueve. Pero también lo es que el reciente paro de los profesores de instituto el mismo día de los exámenes de selectividad, seguido en su inmensa mayoría, lo que llegó a poner en riesgo el futuro universitario de 70.000 alumnos hizo recular al ministerio de Educación, que transigió con algunas de las peticiones de los docentes. En concreto, el Gobierno aceptó retrasar la entrada en vigor de una ley que posibilitaba el despido de funcionarios.

El Gobierno, por su boca del ministro de Finanzas, Vítor Gaspar, aseguró el martes que algo comienza a moverse para mejor: la recaudación comienza a subir y el mismo ministro aventuró que hasta es posible que, si todo sigue así, se puedan bajar algunos impuestos en esta legislatura. No es nada fácil que esto sea así (el mismo primer ministro aseguró ayer que no se compromete) pero el hecho de que el por lo general pesimista y algo cenizo ministro de Finanzas se empeñe a ver algo de luz en el túnel cerrado de la economía portuguesa es todo un signo.

Con todo, los intereses de la deuda suben: los intereses de los bonos portugueses a diez años en el mercado secundario han sobrepasado ya estos días la barrera psicológica de los 7%, algo que no ocurría desde diciembre. Y la Unión Europea, en un informe hecho público ayer relativo a la última visita de la troika pedía al Gobierno portugués que acelerara “las reformas”, esto es, los recortes en gastos en la función pública y que haga público el prometido plan de Passos Coelho para ahorrar 4.700 millones de euros en tres años, algo que tiene que estar listo antes del 15 de julio.

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Passos Coelho, en un debate en el Parlamento, ayer, repitió que su Gobierno carece de alternativa y criticó a la izquierda la suya, que consiste, entre otras cosas, en renegociar la deuda con Europa y el FMI. El primer ministro sigue convencido de que lo mejor para Portugal es pagar cuanto antes y en los plazos acordados a fin de evitar el fantasma de un segundo rescate. Ayer, en referencia a la huelga, con la tranquilidad del que ya está acostumbrado a este tipo de zarandeos, manifestó: “El país no está para huelgas y sí para el trabajo y el rigor. Pero ése es un derecho inalienable de las personas”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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