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Tribuna
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Reelección y autoritarismo

Si bien ya no tenemos dictaduras dirigidas por militares, con excepción de Cuba, el autoritarismo latinoamericano se ha extendido como la verdolaga

Las dictaduras pasaron de moda; repudiadas por el mundo civilizado. Se estila ahora disfrazar los regímenes autoritarios con vestimentas “democráticas” para ser aceptados en el concierto de las naciones del mundo sin muchos resquemores. La hipocresía y el disimulo es más tolerado que tener al frente de un gobierno a un gorila, como se acostumbraba antes.

Lo hemos visto con Venezuela más recientemente. Con las elecciones del 14 de abril pasado se comprobó lo fraudulento y corrupto del sistema electoral después de la primera elección de Hugo Chávez en 1998; todas las subsiguientes han quedado en tela de duda. Sin embargo, a diferencia de la última, donde la organización opositora fue más efectiva que nunca, las irregularidades cometidas en el ascenso como gobernante temporal de Nicolás Maduro vergonzosas y las dudas sobre la fecha exacta de la muerte de Chávez, el mundo estuvo más pendiente de los males que sufría la llamada “democracia participativa” chavista, dejándola al descubierto. El producto: la creciente ilegitimidad interna y externa que padece el gobierno “electo” el 14 de abril pasado.

Ese ropaje democrático que disimulaba el autoritarismo que caracterizaron los 15 años de despóticos y arbitrarios gobiernos de Chávez, fue adornado con la figura de la reelección presidencial, casi indefinida en su caso. Gracias a la voluntad de Dios, sirvió para enseñar a sus interesados aliados que no era eterno, como ilusamente llegaron a pensar.

El ejemplo de Venezuela se ha diseminado. Sus seguidores utilizan cualquier vía para permanecer en el poder, aunque sus constituciones y leyes lo prohíban. El caso más reciente fue el de Daniel Ortega Saavedra quien, imposibilitado para optar para la reelección en 2012 por prohibición constitucional, consiguió el año anterior que “su” Corte Suprema de Justicia, integrada por afectos sandinistas, decidiera en irregular sesión, interpretó que podía reelegirse porque la prohibición existente “violaba el principio de igualdad jurídica”, o sea sus derechos humanos.

Otro camino ha sido obviar esa prohibición mediante el cambio constitucional una vez llegan al poder, caso de Bolivia con Evo Morales y Rafael Correa en Ecuador. Ahora Morales podrá optar por un nuevo período en 2014 porque su Corte Suprema electa por manipulada votación popular recientemente, siguiendo el ejemplo de Nicaragua, ha “interpretado” que puede hacerlo.

Si bien ya no tenemos dictaduras dirigidas por militares, con excepción de Cuba, el autoritarismo latinoamericano se ha extendido como la verdolaga. Se toman los poderes legislativos, destruyen el aparato judicial, compran a los opositores y así extienden su control sobre asuntos nacionales, como ocurre en Venezuela, donde ni siquiera existe una Contraloría independiente del poder central del gobierno. Casos como el de Honduras, que prohíbe la reelección, quiso ser violentado por Zelaya en 2009, lo que produjo su destitución como mandatario.

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Brasil ha dado ejemplo de que la reelección, aunque permitida, puede también ser dañina en términos de la concentración de poder y la corrupción que ello genera. Fernando Henrique Cardoso, social demócrata, estuvo dos períodos, democráticamente dando paso al izquierdista Lula da Silva. Si bien muy popular en su gestión, hoy envuelto en graves acusaciones de corrupción por la compra de votos de diputados opositores, caso conocido como mensalao y que tiene en la cárcel a varios, incluyendo a su mano derecha, antiguo Ministro de la Presidencia, José Dirceu. Su reemplazo Dilma Rousseff enfrenta graves consecuencias por la corrupción política que heredó en su país.

Argentina es otro caso que ya se va convirtiendo en dinastía. Néstor Kirchner en un período y su esposa Cristina Fernández que va por su segundo período y estudia posibilidad de aspirar a un tercero. Los escándalos de enriquecimiento ilícito y lavado de dinero que los rodean hacen presagiar que está en la lista próxima de los ex gobernantes que terminan en la cárcel: Videla y Menem en su propio país, Fujimori en Perú, Portillo en Guatemala y Manuel Antonio Noriega en Panamá.

La democracia en nuestro Continente cada vez se debilita más, lo que echa más fuego a los que piensan en la inoperatividad de los organismos regionales como la OEA, llamados a preservarla y fortalecerlas. Es necesario que en la búsqueda del equilibrio que impida esta dañina diseminación de malas yerbas, fortalezcamos nuestros sistemas judiciales y legislativos, para que coadyuven en encontrar los correctivos para que estos fenómenos no sigan proliferándose.

Guillermo A. Cochez es abogado, catedrático, escritor y político. Fue alcalde de Ciudad de Panamá (1989-1991) y embajador de Panamá en la OEA (2009-2013). gcochez@cableonda.net

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