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Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El eterno alcalde de San José busca la presidencia de Costa Rica

Johnny Araya, que gobernó la capital costarricense por 22 años, abandona el cargo para competir en las presidenciales de 2014

El alcalde durante la inauguración del Barrio Chino en San José.
El alcalde durante la inauguración del Barrio Chino en San José.LUIS ÁNGEL ESPINOZA

Cuando Esteban Salas nació en Calle Blancos, un barrio marginal de San José, Johnny Araya Monge ya gobernaba la capital costarricense. Era 1991. Esteban habría de esperar 22 años para verlo abandonar el mando de la ciudad que evitan los turistas cuando vienen a Costa Rica. Ya no lo verá de alcalde. Aunque es posible que lo vea de presidente, si mantiene la amplia ventaja que le otorgan las encuestas.

Hasta hace poco, Esteban pensaba que Araya, un ingeniero agrónomo de 56 años, ejercía un cargo vitalicio, una especie de papado resistente a todas las transformaciones políticas de Costa Rica en las últimas dos décadas. En 1991 el sistema no podía ser más bipartidista. Hoy la política costarricense es un avispero de grupos opositores medianos y pequeños que intentan frenar la maquinaria del Partido Liberación Nacional (PLN), que podría conseguir su tercer periodo presidencial consecutivo si Araya mantiene en las elecciones de febrero la ventaja que le dan todos los sondeos. Algunos se atreven a comparar a su partido con el PRI mexicano, que mantuvo un poder hegemónico por más de 71 años.

Esteban Salas ahora es mensajero y alérgico a la política, como tantos de su generación. El viernes entregaba su última encomienda por la tarde mientras Johnny Araya acababa de empacar en una caja de cartón sus pertenencias en el despacho de alcalde. Se fue. Renunció para meterse de lleno en una campaña en la que no tiene contendientes claros, pero sí obstáculos. El mayor de ellos, la hundida popularidad del Gobierno de Laura Chinchilla, de quien intenta desmarcarse. El siguiente: el desencanto creciente de la población con los asuntos que huelan a política.

Araya deja San José. Él dice que deja una ciudad viva, con agenda cultural, con espacios peatonales y un decidido impulso para repoblar la capital. Subraya también que deja una ciudad libre de las pandillas de niños que merodeaban sus calles en los años noventa. Es cierto, esas pandillas de niños ya no están. Ahora son jóvenes o adultos los que han convertido el casco central josefino en el sitio más inseguro del país, propensa a robos y asaltos pese a la policía municipal que el propio Araya creó.

El ahora exalcalde se despide con la intención de asumir las riendas de un país estable, donde la política se traba en una telaraña de leyes e instituciones. Pretende presidir un territorio de renta media donde crece tanto la desigualdad social como la economía, basada en un modelo abierto; un país con un sector empresarial privado fuerte, que mantiene el veto a una reforma fiscal integral. Es una nación de infraestructura mediocre, donde la inseguridad es baja si se compara con Centroamérica, pero alta si se compara con los índices de 1991, cuando Araya asumió su primer cargo político, el de concejal en el cantón de San José.

Sobrino del expresidente Luis Alberto Monge (1982-1986), Araya nació en Palmares, un pueblo a 80 kilómetros al norte de San José, y militó en partidos de izquierda en su juventud. Se graduó de ingeniero agrónomo en la Universidad de Costa Rica y no volvió a estudiar. Ahora toma clases de inglés, por si gana las elecciones, apura sus sesiones de ejercicios aeróbicos y organiza la boda con su cuarta esposa. Se ha mantenido indemne pese a su rivalidad dentro de su propio partido con el “arismo”: la corriente liderada por el expresidente Óscar Arias (2006-2010) y su hermano Rodrigo, quien en diciembre debió dejar sus aspiraciones presidenciales para 2014 al verse en desventaja. También ha conseguido dejar en el camino a José María Figueres —presidente de Costa Rica entre 1994 y 1998 y descendiente de José Figueres Don Pepe, fundador del PLN— que también compitió para lanzarse en los comicios de 2014, pero los cálculos no le dieron para superar al exalcalde.

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Cuando Araya perdió en 2009 las primarias contra Laura Chinchilla, que en 2010 se convirtió en la primera mujer en gobernar Costa Rica, volvió a su silla de alcalde y dejó curar las heridas. Ahora, a ocho meses de las elecciones, Araya renuncia de manera definitiva y se sabe el candidato único del partido más armado del país, frente al que algunas agrupaciones opositoras intentan formar una coalición contrarreloj.

Unos le critican su eternidad en la política en segunda línea. Otros le achacan inexperiencia en asuntos del Gobierno y tampoco faltan en las calles las sospechas de corrupción, sin que hasta ahora se le hayan comprobado ilícitos. Viene de una familia católica, fue monaguillo y ahora no es practicante, pero en marzo, en el día del santo patrono de la capital, dirigió una suerte de discurso desde el púlpito de la Catedral Metropolitana. Le gusta el whisky, no falta a los juegos de la selección de fútbol y a veces toma una avioneta para ir a la playa.

Se ha hecho amigo del presidente panameño Ricardo Martinelli, quien dijo que encantado votaría por él. Es un entusiasta de las relaciones diplomáticas con China. Visitó Pekín incluso cuando Costa Rica era aliado de Taiwán. Convirtió una calle tradicional del centro en un “barrio chino”, lo que le ha traído más críticas que aplausos. Aun así, objetó el mayor proyecto de la relación bilateral con China, la construcción de una refinería petrolera, por su coste político al inicio de la campaña. En China, en todo caso, lo ven casi sentado en la silla presidencial. Xi Jinping le dijo que lo espera pronto en su país.

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