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Bruselas prepara una segunda línea de ayuda preventiva para Portugal

La Comisión ya negocia con Lisboa un ‘rescate blando’ por parte del Mede

Claudi Pérez
Manifestación, el sábado, para exigir la dimisión del Gobierno de Portugal.
Manifestación, el sábado, para exigir la dimisión del Gobierno de Portugal. PATRICIA DE MELO MOREIRA (AFP)

Puede que la crisis del euro lleve un tiempo en hibernación, pero ahí sigue, al acecho: siempre al acecho. La Comisión Europea prepara una segunda ronda de ayudas para Portugal —y podría explorar la misma posibilidad con Irlanda— a la vista de que es muy difícil que Lisboa vuelva con garantías de éxito a los mercados a mediados del año próximo, cuando expire el actual programa de rescate. Portugal muestra claros signos de fatiga por varios flancos. La cura de austeridad a la que se ha visto sometido el país no da resultados, el Gobierno se ha tambaleado en los últimos días, la recesión y el paro se recrudecen, y los mercados no perdonan: los intereses de su deuda vuelven a volar alto, tan alto como las dudas acerca de la estabilidad política y de la recuperación. Dos altas fuentes comunitarias aseguran que Bruselas ya está en conversaciones con Lisboa para tener a tiempo “una línea de crédito de precaución” del fondo de rescate europeo (el Mede): un rescate blando que funcione como dique de contención, como medida preventiva para asegurarse de que la salida del programa, en mayo de 2014, no sea un calvario.

Ese segundo arreón de ayudas tiene dos lecturas. La positiva: es una señal de que Bruselas no va a dejar caer a Lisboa, que ha hecho todo lo que le pedía la troika e incluso más; es un indicador de que la Comisión va a ayudar al Ejecutivo de Passos Coelho en su intento de rebajar la inquietud que existe entre los socios europeos y en los mercados, que vuelven a hacerse preguntas. Y la realista: el programa portugués no funciona, las buenas noticias no llegan y es necesario un nuevo espaldarazo en Portugal, y probablemente en todo cuanto tiene la troika entre manos.

Las soluciones técnicas pueden ir por varias vías. Las líneas de crédito precautorio del mecanismo de rescate tienen distintas posibilidades: el Mede puede dar un nuevo préstamo a Lisboa, optar por comprar deuda en el mercado primario (la solución más probable, que consiste en acudir a las emisiones del Tesoro) o incluso en el secundario (comprando deuda que se negocia en el mercado). En todos los casos habría condiciones asociadas, aunque esta vez menos exigentes, con exámenes menos concienzudos y más espaciados en el tiempo. Pero sobre todo esa línea de precaución permitiría activar el programa de compra de deuda que acordó el BCE el pasado septiembre, aún pendiente del veredicto del Tribunal Constitucional alemán. Y, de paso, podría acabar con la troika: el Mede se encargaría de evaluar el programa, y no ese extraño triunvirato en horas bajas que forman la Comisión, el FMI y el BCE. El Eurogrupo debatirá hoy la situación de Portugal, Grecia y España, aunque esta fórmula de rescate blando se decidirá en los próximos meses.

Portugal es el alumno más aplicado de la troika: el Gobierno conservador ha aprobado todas las reformas y recortes solicitados, pero ni aun así —o precisamente por eso— consigue ver la salida del túnel. Por dos veces Bruselas le ha dado más tiempo con el déficit. La troika ha extendido también el plazo de vencimiento de las ayudas de 79.500 millones que debe devolver a los socios y al FMI. Y nada: la economía portuguesa, que llevaba una década estancada antes del rescate, no levanta el vuelo, más allá de alguna que otra señal de aliento como la efímera tranquilidad en los mercados (quebrada la semana pasada, al primer asomo de crisis política) y un superávit comercial que se apoya más en el desplome de la demanda que en el vuelo gallináceo de sus exportaciones. Con una tasa de paro que sigue al alza (cerca del 20%), cuatro de los últimos cinco años en recesión —incluido 2013— y una deuda pública del 120% del PIB, los rumores de flexibilización del programa de la troika son incesantes, a la vista de la fatiga de los portugueses con la austeridad: los sindicatos convocaron una huelga general hace unos días para frenar la enésima reforma, esta vez para facilitar los despidos en el sector público. “Vienen dos años terribles”, avisaba el primer ministro Pedro Passos Coelho al inicio de su mandato.

Se quedó corto. Y aunque prosperen los planes de la Comisión, el jaleo está asegurado: Bruselas sabe que Lisboa necesita ayuda, pero para ello hay que esperar a las elecciones alemanas, al veredicto del Constitucional de Karlsruhe, a que los socios pacten las condiciones de esa línea de crédito (inédita en Europa), a que varios Parlamentos den el visto bueno y a que el FMI no apriete mucho las tuercas. El Fondo es partidario de una reestructuración de deuda en Grecia, y en Portugal podría poner problemas para desembolsar los últimos tramos de las ayudas si no lo ve claro. “Es evidente que el FMI planteará también algún tipo de reestructuración en Portugal”, señalan fuentes financieras, “y que la UE se opondrá radicalmente”. Ese es el pulso de los próximos meses.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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