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La crisis política se eterniza en Lisboa

Cavaco Silva rechaza el pacto de coalición de Gobierno de Passos Coelho. El presidente pide un gran acuerdo entre el Ejecutivo y la oposición socialista

Antonio Jiménez Barca
El presidente portugués, Aníbal Cavaco Silva.
El presidente portugués, Aníbal Cavaco Silva.FRANCISCO LEONG (AFP)

El presidente de Portugal, el conservador Aníbal Cavaco Silva, se ha convertido en el tercer actor de la crisis política y ha vuelto a poner el panorama político luso patas arriba cuando todo parecía enderezarse. El miércoles, en un discurso inesperado, atrevido, tan solemne como opaco e intencionadamente ambiguo, el jefe del Estado portugués rechazó el nuevo Gobierno propuesto por la coalición que sustenta el Ejecutivo, exigió un acuerdo entre los tres grandes partidos portugueses (los que actualmente gobiernan más el Partido Socialista, en la oposición). Y definió este acuerdo como un “compromiso de salvación nacional”. También se mostró partidario de convocar elecciones en junio de 2014, es decir, cuando la troika haya dejado el país y Portugal haya vuelto (en teoría al menos) a financiarse a los mercados por sí solo. La manera sibilina que Cavaco tuvo de rechazar el Gobierno propuesto el sábado fue sintomática: no lo mencionó en el discurso. Lo ignoró. No dijo que lo rechazaba pero tampoco que lo aceptaba: un discurso extraño en el que lo importante era lo que no se decía.

El mandatario no quiere convocar elecciones antes de junio de 2014

El sábado pasado, después de una semana de locos, el primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho, del mismo partido que Cavaco Silva, se disponía a cerrar la crisis política desatada días atrás por la dimisión del democristiano Paulo Portas, ministro de Asuntos Exteriores y líder del partido menor de la coalición gubernamental. Tras cinco reuniones cara a cara (y de comprobar cómo los mercados se cebaban con Portugal al olfatear la inestabilidad política), Passos Coelho y Portas llegaban a un acuerdo raro pero viable: Portas renunciaba a dimitir, se mantenía en el Gobierno y se tragaba su palabra y su dimisión “irrevocable”; a cambio, Passos Coelho le nombraba vice primer ministro y responsable de coordinar la política económica, lo que, hoy por hoy, en Portugal, quiere decir todo. Solo faltaba que Cavaco Silva aprobarse el acuerdo para proseguir la legislatura, aun con el Gobierno debilitado. El jefe de Estado portugués, entre sus competencias, cuenta con la de ratificar los cambios en el Gabinete y la de disolver la Asamblea y el Gobierno y la de formar, en caso de necesidad, un Gobierno presidencial designado por él mismo. En los dos últimos años de su segundo mandato, Cavaco Silva se ha caracterizado por ponerse de perfil, por apoyar silenciosamente al Gobierno de Passos Coelho casi siempre y por ejecutar una presidencia tan irrelevante como nimia. Por eso todo apuntaba a que Cavaco Silva daría un visto bueno protocolario.

No ha sido así. Ahora, oficialmente, Portas vuelve a ser ministro de Asuntos Exteriores dimisionario: renunció pero Passos Coelho no aceptó la renuncia. Lo que le coloca en una situación surrealista y en un descrédito creciente. De hecho, ayer no participó en la reunión ordinaria del Consejo de Ministros y fue sustituido por un secretario de Estado. El resto de cambios previstos en el Gabinete (aireados ya por la prensa, que los daba por hechos) han vuelto a los cajones ante el sonoro portazo de Cavaco Silva, colocado de un plumazo por encima de los partidos tras ganar estatura política. Mientras, todo se desliza hacia la incertidumbre. “¿Tenemos Gobierno?”, se preguntaba un comentarista político hoy.

¿Y ahora? ¿Qué va a pasar? Nadie se atreve a hacer previsiones dada la capacidad de la política portuguesa (representada por el trío Passos Coelho, Portas y Cavaco Silva) para sorprender. Hay varias posibilidades. Si hay acuerdo entre los tres partidos, tal y como exige Cavaco Silva, podría haber un Gobierno con incorporación de varios ministros socialistas. O un Gobierno monocolor, integrado solo por miembros de la coalición de centroderecha con un apoyo parlamentario de los socialistas en asuntos cruciales: deuda, política económica… Si no hay acuerdo (lo más probable, dado que el PS reclama desde hace meses elecciones anticipadas) pueden pasar tres cosas: que Cavaco, —que ayer se reunió por separado con Passos Coelho, Portas y António José Seguro, líder del PS— acepte otra propuesta gubernamental como la que ha rechazado, que forme un Gobierno de iniciativa presidencial o que convoque elecciones ya. Esto último parece ser el último recurso, ya que ayer, en ese corrosivo discurso que sacudió el país con el efecto de una bomba retardada, se refirió a ellas como algo “esencialmente negativo” para el país.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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