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Cameron, desnudo frente a Europa

Los primeros análisis del Gobierno británico desmienten el mito de que la pertenencia a la Unión Europea dañe los intereses de Reino Unido

David Cameron durante una conferencia de líderes europeos en Bruselas.
David Cameron durante una conferencia de líderes europeos en Bruselas.Françoise Lenoir (reuters)

Los seis primeros informes realizados por funcionarios británicos sobre el balance de competencias entre la Unión Europea y Reino Unido, que debía convertirse en un arma arrojadiza de Londres para exigir la repatriación de poderes desde Bruselas, revela que los británicos apenas tienen argumentos de peso para sostener esa exigencia. Dados a conocer casi de incógnito, esos informes dejan a David Cameron desnudo frente a Europa porque no solo no respaldan la urgente repatriación de poderes que exige el primer ministro, sino que hacen un balance positivo de los intereses británicos, aunque con matices, en cada sector analizado.

Paradójicamente, esa no es necesariamente una mala noticia para Cameron: la debilidad de esos informes sobre Europa, la notable recuperación de los tories en los sondeos electorales y los buenos datos económicos en lo que va de año le permiten abrigar la esperanza de un escenario político en el que la cuestión europea pierda fuelle. Y eso le beneficia inmensamente porque debilita tanto a los euroescépticos dentro de su partido, al restar dramatismo a la relación con Europa, como a la oposición laborista porque sitúa la competencia económica de los dos grandes partidos en el centro del debate en las elecciones legislativas de 2015.

El drama para los euroescépticos es que en el escenario de una victoria conservadora, basada en la recuperación económica más que en la promesa de un referéndum sobre Europa, a Cameron le bastarían unas cuantas concesiones de Bruselas

Para quien de verdad constituye una mala noticia es para el poderoso sector antieuropeo dentro del Partido Conservador, que puede quedarse también desnudo, pero frente a Cameron, un líder al que detestan. Su reacción ha sido de manual: matar al mensajero. A su juicio, si los informes no confirman su análisis de que la pertenencia a la UE es un desastre para Reino Unido es porque los funcionarios británicos, los llamados mandarines de Whitehall, son una élite proeuropea casi tan perniciosa como los eurócratas de Bruselas.

“El mayor obstáculo para la repatriación de poderes significativos, como llevo diciendo a todo el que quiere escuchar, no es la Eurocracia, sino nuestros propios funcionarios en Bruselas que tienen una lamentable tendencia a confundir su presencia en la mesa con el interés nacional”, ha escrito en su blog en The Daily Telegraph el eurodiputado conservador Daniel Hannan.

El drama para los euroescépticos es que en el escenario de una victoria conservadora, basada en la recuperación económica más que en la promesa de un referéndum sobre Europa, a Cameron le bastarían unas cuantas concesiones de Bruselas —es decir, de Berlín— para apoyar la permanencia en la UE y ganar el referéndum sobre Europa que ha prometido para 2017.

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Los informes estaban preparados desde hace días, pero su divulgación no se materializó hasta el lunes pasado, con los diputados de Westminster ya de vacaciones, el país gozando la prolongada ola de calor y medios y opinión pública pendientes del nacimiento del primer hijo del príncipe Guillermo y la duquesa de Cambridge, tercero en la línea de sucesión a la corona. Una clandestinidad que contrasta con el bombo y platillo con el que fue lanzado el ejercicio hace un año por el jefe del Foreign Office, William Hague.

La conclusión genérica es que Reino Unido se está beneficiando de esas políticas en todas y cada una de las áreas estudiadas.

Como muchos esperaban, los informes no son dramáticamente concluyentes y se limitan a exponer los pros y contras de las políticas comunitarias en seis áreas: Mercado Interior; Fiscalidad; Bienestar Animal y Seguridad Alimentaria; Sanidad; Ayuda al Desarrollo y Política Exterior. Pero la conclusión genérica es que Reino Unido se está beneficiando de esas políticas en todas y cada una de las áreas estudiadas. Hay cosas que renegociar, pero nada capital para el futuro del país.

Aunque algunas de las áreas ya tratadas son esenciales en el debate europeo británico, quedan para más adelante asuntos potencialmente muy jugosos, como Justicia, Asilo e Inmigración; el Presupuesto Europeo; Política Social y Empleo; Pesca; y un examen más detallado del impacto del Mercado Único desde el punto de vista del tráfico de mercancías, del tráfico de servicios y, sobre todo, de la libre circulación de personas. En total se realizarán 32 informes.

En esta primera entrega, el tema capital es el análisis sobre el balance de competencias en el Mercado Interior. Es importante porque, aunque hay debates más aparatosos, como la inmigración, a la hora de la verdad la cuestión sobre la pertenencia a Europa se reducirá al asunto fundamental de si es más rentable estar dentro o estar fuera. Los euroescépticos defienden cada vez más abiertamente que, lejos de facilitar el comercio exterior, el Mercado Interior europeo es un laberinto de obstáculos regulatorios que cercena a la economía británica.

La conclusión de los funcionarios británicos es muy distinta. Aunque critican ciertas regulaciones, subrayan que el objetivo de gran parte de ese aparato regulatorio es precisamente abrir los mercados y que buena parte de la normativa europea vigente sería sustituida por normativa nacional si no existiera la UE. Y van mucho más allá al sostener que en muchas ocasiones el mercado interior europeo es precisamente la plataforma que permite a las empresas británicas convertirse en globales. Lejos de cercenar la expansión a otros mercados mundiales, la pertenencia a la UE lo facilita.

Conclusión semejante a la de los informes sobre otros sectores. En Sanidad, aunque la directiva sobre tiempo de trabajo puede afectar a la formación de médicos jóvenes, el informe señala que el Servicio Nacional de Salud se ha beneficiado de la llegada de trabajadores de otros países. En Política Exterior, se considera de interés británico actuar junto a los socios europeos. Lo mismo ocurre en Ayuda al Desarrollo. Aunque eso no excluye que se señalen problemas en ambos sectores.

El dilema de los laboristas

Tras varios meses claramente por detrás, varios sondeos reflejan una clara recuperación del voto de los conservadores. En especial el de ICM publicado por The Guardian a mediados de este mes, que deja a conservadores y laboristas empatados gracias al hundimiento del antieuropeo Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP), que se desploma al pasar del 12% al 7%. El mejor dato tory desde marzo de 2012. Ese desplome vendría a confirmar la visión tradicional del UKIP como partido protesta: se infla en las municipales y europeas, y se desinfla cuando llegan las legislativas.

Eso beneficia claramente a David Cameron y perjudica al líder laborista, Ed Miliband, que sigue sin consolidarse entre los votantes como una alternativa de poder creíble. La promesa de Cameron de convocar un referéndum sobre Europa le ha pillado a contrapié y, aunque teóricamente se opone a la consulta, puede verse forzado a sumarse a la propuesta para que esta pierda su carácter de baza electoral tory en los comicios de 2015. Todo un dilema.

Por otro lado, si el debate europeo se desinfla, la economía está llamada a convertirse en el tema central. Y los buenos datos en lo que llevamos de año, con crecimientos del 0,3 en el primer trimestre y del 0,6% en el segundo, han socavado su crítica a la política de recortes del gasto público puesta en marcha por los conservadores.

Es el escenario ideal para David Cameron porque minimiza el factor desestabilizador del UKIP (un partido que no tiene ninguna credibilidad en materia económica y basa su discurso en la fobia a Europa y a la inmigración), desactiva la capacidad presión del sector antieuropeo dentro de su propio partido y coloca contra las cuerdas a Ed Miliband al desmontar su estrategia de críticas a la política económica conservadora sin presentar, hasta ahora, una alternativa creíble.

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