_
_
_
_
_

El fin del Ramadán atiza la protesta egipcia

La esposa del presidente destituido aparece en la acampada islamista para pedir la restitución de su marido en el poder mientras el Ejército sopesa desalojarlos

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS-LIVE! / AP

El sol comenzaba a despuntar cuando millones de egipcios se han preparado para efectuar la primera oración de la fiesta del fin de Ramadán. Unos lo han hecho en las mezquitas y otros en aquellos lugares que se han convertido en el símbolo de dos facciones enfrentadas. El ambiente de celebración se ha adueñado por momentos de quienes se estaban reunidos en plazas cuya distancia no se puede medir en kilómetros, aunque los símbolos en forma de eslóganes y fotografías han hecho difícil olvidar las profundas desavenencias ideológicas.

Los seguidores del depuesto presidente, Mohamed Mursi, han acudido a sus principales bastiones: la mezquita de Rabaa Al Adauia y la plaza de Al Nahda en El Cairo, y las calles que rodean a la mezquita de Al Qaed Ibrahim en Alejandría. En el asentamiento de Rabaa Al Adauia, ha tomado el micrófono una inesperada maestra de ceremonias: la esposa del expresidente. Poco amiga de las apariciones en público, Naglaa Mahmoud se ha dirigido a la concurrencia asegurando que su marido retornará al poder de forma definitiva: “Dios ayuda a sus aliados y a sus soldados a triunfar y creemos que somos el partido de Dios. Os quiero felicitar de parte del presidente. Todavía no he podido verlo o escucharlo pero sé muy bien lo que guarda en su corazón”.

En una jornada eminentemente festiva, los acampados han liberado tensiones con cantos y danzas y han lanzado al viento globos y confeti. No obstante, tampoco han dejado de lado su ímpetu defensivo y han vuelto a robustecer las trincheras que los separan de las fuerzas de seguridad, las cuales esperan la orden del Gobierno de iniciar el desalojo. Sacos de arena, bloques de cemento y paneles de metal refuerzan ya sus defensas y, según ha publicado el diario local Egypt Independent, el siguiente paso consistirá en levantar muros e instalar puertas electrónicas para controlar férreamente todos los accesos.

Si es que cabía alguna duda, la Coalición Nacional para la Defensa de la Legitimidad insistió en que en las concentraciones pro Mursi nadie está haciendo las maletas y convocó cinco marchas bajo el lema “La fiesta de la victoria”. Las trincheras y los tanques del Ejército que custodian unas calles turbadoramente desiertas no han disuadido ni siquiera a las familias numerosas que se han desplazado a la capital egipcia desde diferentes puntos del país. En el parque infantil de la plaza de Al Nahda, Khaled Shaban se resguardaba del sol bajo la sombra de un árbol, acompañado por su mujer y por sus cuatro hijos. El cabeza de familia afirmaba no tener miedo a la posible irrupción de la policía y añadía: “Quienes estamos aquí sólo tenemos temor de Dios. Si vienen a por nosotros, resistiremos de forma pacífica y, si acaban con nuestras vidas, seremos mártires en el paraíso”.

Más información
Toda la información sobre el golpe militar en Egipto
Celebración del Festival de la Ruptura
El fracaso de la mediación de EE UU en Egipto eleva la tensión
Los actores de la crisis egipcia
1.200 millones de musulmanes celebran el inicio del mes sagrado de Ramadán
El Gobierno egipcio promete una transición con todas las fuerzas políticas

La otra cara de la moneda se hallaba en la plaza de Tahrir, donde los partidarios del Ejército festejaron también el fin del Ramadán. Minutos antes del inicio de la oración, cientos de congregados se arremolinaron en torno a un grupo de soldados, expresando su admiración hacia quienes consideran guardianes de los intereses del pueblo egipcio. Entre vítores, los uniformados se situaron frente al escenario para, seguidamente, efectuar los rituales de la oración junto al resto de ciudadanos. Todos ellos escucharon atentamente el discurso del imán Gomaa Mohamed Ali, quien destacó la necesidad de que los partidarios del depuesto presidente Mursi sean desalojados con métodos pacíficos. Apoyaba sus palabras, también sobre el escenario, el renombrado abogado copto Naguib Guebrail: “Como activista de derechos humanos, estoy de acuerdo con el ministro del Interior, quien dice que los campamentos no deben ser disueltos por la fuerza sino de forma pacífica. Pero si la policía es víctima de cualquier ataque tendrá que defenderse”.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Los términos en que se expresaba el letrado no concuerdan con el mensaje lanzado por el Ejecutivo. Una vez el Gobierno interino dio por fracasada la mediación de las delegaciones extranjeras de Estados Unidos y la Unión Europea entre otras, el primer ministro, Hazem El Beblaui, recordó a los acampados que Interior no va a permitir que mantengan sus asentamientos por mucho tiempo y que, independientemente de su nivel de hostilidad hacia las fuerzas de seguridad, deben volver a sus casas. Parte de los vecinos de las zonas afectadas por la suciedad y el ruido de las concentraciones dieron un respiro a los simpatizantes de Mursi con motivo de la festividad musulmana, pero no todos se sumaron a la tregua. Varios residentes reforzaron los argumentos legales que arguye el Gobierno para justificar el desalojo, presentando quejas frente a la policía que acusan a los congregados de monopolizar lugares públicos y amenazar la paz social. La contención del Ejecutivo, hasta la fecha, podría deberse a las advertencias del vicepresidente para Asuntos Exteriores, Mohamed El Baradei, quien amenazó con dimitir si se produce una masacre.

Estados Unidos y la Unión Europea se han sumado a las inquietudes por el futuro inmediato de Egipto, con sus delegaciones ya fuera del país. El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, y la alta representante diplomática europea, Catherine Ashton, publicaron este miércoles un comunicado conjunto en el que sugerían al Gobierno egipcio una serie de “ideas prácticas” para bajar la temperatura en las calles. Entre ellas se incluye la publicación de un comunicado que condene la violencia y el compromiso con unas negociaciones significativas. Las palabras de ambos mandatarios parecen estar cargadas de buenas intenciones pero resultan inevitablemente cándidas, en un contexto en el que los reiterados esfuerzos diplomáticos han sido vapuleados tanto por el Gobierno interino como por los líderes de los Hermanos Musulmanes.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_