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GOLPE EN EGIPTO: LOS ACTORES DE LA CRISIS POLÍTICA | 2

La Hermandad se vuelve clandestina y busca refugio en las mezquitas

Con sus líderes entre rejas, los Hermanos Musulmanes avanzan desorientados Los militares han arrestado a 3.000 y sus cargas se han saldado con un millar de muertos

Islamistas levantan un Corán en una manifestación en El Cairo, el viernes. Los cuatro dedos al aire provienen de la acampada en Raba al Adauiya, desmantelada por el ejército. "Raba" significa cuarto en árabe.
Islamistas levantan un Corán en una manifestación en El Cairo, el viernes. Los cuatro dedos al aire provienen de la acampada en Raba al Adauiya, desmantelada por el ejército. "Raba" significa cuarto en árabe. AMR ABDALLAH DALSH (REUTERS)

Salá Fatim ya no puede dormir en su casa, junto a su mujer y sus cuatro hijos, por miedo a que vengan, también, a detenerle. Abandonó su hogar hace una semana, después de las matanzas. Cambia de cama constantemente. Tras los cientos de muertos, llegaron las detenciones, ya más de 3.000. En la hermandad se habla de una caza en toda regla. En los más de dos años en que la cofradía de los Hermanos Musulmanes abandonó la clandestinidad en la que había vivido durante medio siglo, los servicios de inteligencia del estado recabaron una información valiosísima: nombres, números de teléfono y direcciones de dirigentes, rangos medios y bases. Ahora van a por ellos. Sus líderes están casi todos en prisión. Pero hay algo distinto. Después de más de un año en el poder, los Hermanos Musulmanes ya no tienen intención de permanecer en silencio.

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“En los pasados dos años obtuvieron toda nuestra información, lo saben todo de nosotros, esa es la diferencia respecto a los años de Hosni Mubarak. Ahora nos conocen mejor”, explica Fatim, ingeniero de 38 años, frente a la mezquita de Al Rayán, en El Cairo, a la que acude a rezar y desde la que participa en marchas de protesta contra el golpe de Estado. “Hay otra diferencia: no vamos a dejar de luchar públicamente, hasta que el último de nosotros esté muerto. Los Hermanos Musulmanes no volveremos a los viejos tiempos”. Aquellos viejos tiempos son los de la prohibición de la cofradía, impuesta por Gamal Abdel Naser en 1954. Se mantuvo hasta que cayó Mubarak en las revueltas de 2011. Sus líderes regularizaron la asociación en marzo, cuando la registraron finalmente como organización caritativa.

Al caer Mubarak, la hermandad creó un partido político, Libertad y Justicia, que se presentó a las elecciones, que ganó, con Mohamed Morsi como líder. Este gobernó durante un año, y su ejecutivo se convirtió en un ejemplo para los grupos islamistas moderados de todo el mundo, hasta el golpe de Estado del 3 de julio. En su año en el poder, los cofrades emergieron de la oscuridad en la que habían vivido durante años. Había acabado la persecución. Eran, por fin, libres para hablar de su visión del islam político y para defender sus ideas. O al menos eso creían.

Las bases islamistas participan en manifestaciones desinfladas, con un plan de acción aún incierto

Tras el golpe militar, el ejército arrestó a Morsi y a su círculo más cercano de colaboradores. Dos días después cayó una de las personalidades más influyentes en la Hermandad, el poderoso ‘número dos’ Jairat el Shater. Poco a poco fueron arrestados los demás dirigentes. Los que quedaban en libertad se replegaron a una acampada islamista de protesta en El Cairo, alrededor de la mezquita de Raba al Adauiya. El 14 de agosto el ejército la desalojó, empleando una fuerza desmedida. Desde entonces ha muerto más de un millar de personas, en su gran mayoría islamistas. Y la policía ha arrestado a más de una treintena de dirigentes de la cofradía, entre ellos su líder supremo, Mohamed Badie.

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“Fue humillante para nosotros ver al guía espiritual arrestado de ese modo”, admite Mohamed Sawan, organizador de la hermandad, de 46 años. El gobierno interino distribuyó el martes las fotos del arresto, en las que se ve a Badie agotado, derrotado, con ojeras y mirada baja. Se le había visto en público por última vez el 5 de julio, en la acampada islamista de El Cairo. “No huyo. No me escondo”, había dicho, desafiante. Finalmente, tuvo que esconderse. Fue arrestado en el apartamento de unos conocidos, en El Cairo. Ni siquiera había podido acudir al funeral de su hijo, Ammar, de 38 años, fallecido en una carga militar en la plaza de Ramsés el 16 de agosto.

Las cargas militares han provocado ya más de un millar de muertos en los pasados diez días, y los generales han advertido de que no tolerarán más actos masivos de protesta

Privadas de sus líderes, las bases de la hermandad, que tiene una estructura muy atomizada y descentralizada, operan hoy casi por libre, temerosas del ejército pero decididas a mantener una presencia, por débil que sea, en las calles. Su empeño es demostrar que los generales no las han borrado de la faz de Egipto. Y si hay algo que caracteriza a la cofradía es su capacidad de resistencia. Ha dado ya prueba de ella en el pasado. “Durante una larga época avanzamos en silencio, aguantando la represión del gobierno. Esta situación no nos es nueva”, explica Sawan, el organizador, que ingresó en la sociedad hace 18 años. “Bajo estas condiciones, nos reforzamos”.

De detentar el poder, la hermandad ha pasado a replegarse, de nuevo, en las mezquitas, desde las que operó en silencio en los largos años de su prohibición. Sus miembros se encuentran en ellas. Desde allí parten sus manifestaciones, cada vez más magras. Planean hoy sus siguientes pasos. Al fin y al cabo, sus líderes, como Badie o Morsi, ya pasaron por la cárcel durante los años de Mubarak. Y la hermandad aguantó y resistió. Esperan ahora estos cofrades que esa historia acabe repitiéndose.

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