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Turquía quiere ser protagonista en la operación militar

El Gobierno de Erdogan reclama una intervención contra El Asad desde 2011

El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, llega al G20.
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, llega al G20. ALEXEY MAISHEV (EFE)

Si hay un Gobierno que quiere ser protagonista de la intervención internacional contra Siria, es el de Turquía. “Esto es un crimen contra la humanidad y un crimen contra la humanidad no debe quedar sin respuesta”, asegura el ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, en referencia al ataque en el suburbio de Ghuta en Damasco, presumiblemente con armas químicas y en el que murieron más de 1.400 personas, según Estados Unidos. “Estamos listos para asumir nuestro lugar en cualquier tipo de coalición”, afirmó ayer el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan antes de viajar a San Petersburgo, donde participará en la cumbre del G20.

Aunque es EE UU quien encabeza la intervención, el caso turco es particular. Se trata del único vecino de Siria que ha querido desde el principio participar en la operación, y además es miembro de la OTAN. Ha sido uno de los países más críticos con el régimen sirio y lleva pidiendo una intervención multilateral casi desde el inicio de la guerra, en marzo de 2011.

Ankara ha dado apoyo a los rebeldes sirios y les ha permitido usar su territorio

Turquía y Siria comparten 900 kilómetros de frontera. Ankara ha dado apoyo a los rebeldes sirios y les ha permitido usar su territorio. Además, en su suelo hay cerca de 500.000 civiles que han escapado de la guerra, unos 200.000 de ellos en campos de refugiados, según cifras de la ONU. Davutoglu, criticó ayer la inacción del Consejo de Seguridad de la ONU frente al conflicto en Siria y exigió transmitir un mensaje claro de que no se permitirá el uso de armas químicas.

La guerra se ha colado varias veces en territorio turco. En junio del año pasado, un caza turco fue derribado cerca de la costa de Siria, según Ankara por las fuerzas de El Asad. En octubre, cinco mujeres turcas murieron en un pueblo de la frontera por la explosión de un proyectil procedente del lado sirio, y en varias ocasiones más ciudadanos turcos han resultado heridos disparos desde el país vecino. El pasado mayo, dos coches bomba mataron a más de 50 personas en Reyhanli, otra ciudad fronteriza, en un atentado del que Ankara también culpó al régimen de El Asad.

Sin embargo, la participación turca en una intervención contra Siria se enfrenta a la indiferencia de la población, a las críticas de los partidos en la oposición y a sus propias limitaciones militares. “Ya hemos visto cómo Davutoglu está intentando hacer que parezca que Turquía está en el centro de todo pero, por supuesto, ha perdido tanta credibilidad, debido a cómo gestionó las protestas ciudadanas [de la plaza Taksim de Estambul] y también a su errática política exterior, que solo tendrá un papel periférico en cualquier decisión”, comenta Gareth Jenkins, analista del Instituto sobre Asia Central y el Cáucaso de en Estambul. “Desde un punto de vista militar, Turquía no tiene nada que EE UU necesite”, puntualiza.

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Diversos analistas coinciden en que, como mucho, se podría prestar apoyo logístico y permitir el uso de sus instalaciones si el conflicto se prolonga, principalmente la base aérea de Incirlik, en el sur del país. Para permitirlo, el Gobierno turco necesita que la operación esté sancionada por la ONU o por la OTAN. Si no, debe aprobar una moción en el Parlamento. Además, una parte importante de la población está más preocupada por las protestas contra el Gobierno de Erdogan, que podrían resurgir con fuerza en septiembre.

Por otro lado, y más allá de que Ankara quiera aparecer como una potencia regional, la intervención en Siria supone muchos más riesgos para el país que cualquier posible beneficio, según los expertos. “La reacción de El Asad puede incluir a Turquía”, señala Gokhan Bacik, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Ipek de Ankara, quien recuerda el apoyo sirio en el pasado a grupos armados turcos enfrentados al Gobierno, como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). “Además, también hay costes más estratégicos, como que crezca la distancia con Irán y [la milicia libanesa] Hezbolá”, añade.

“Es dudoso que los ataques limitados cambien el equilibrio de fuerzas en Siria. En este sentido, no parece que vaya a propiciar ningún cambio en cuanto a los refugiados ni a los proyectiles [que caen en Turquía], además de que puede incrementar el riesgo de ataques terroristas”, argumenta Mehmet Yegin, de la Organización Internacional de Investigación Estratégica, en Ankara. “Este tipo de operación tiene muy poco que ofrecer a Turquía”.

Las baterías de misiles Patriot que la OTAN instaló en Turquía entre enero y febrero pasados tampoco ofrecen total seguridad contra un posible ataque aéreo con armas químicas. En cualquier caso, parece improbable que Siria ataque abiertamente, porque podría provocar una respuesta conjunta de la OTAN.

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