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“No sentimos en absoluto la tentación de asumir ahora el liderazgo de Europa”

El que fuera presidente afirma que Alemania debe ayudar a diseñar instituciones europeas que superen a los intereses nacionales

El expresidente alemán Richard von Weiszäcker.
El expresidente alemán Richard von Weiszäcker.J. MacDOUGALL

Richard von Weizsäcker (Stuttgart, 15 de abril de 1920), era presidente de Alemania (1984-1994) cuando cayó el muro de Berlín. Weizsäcker habla en esta entrevista de sus profundas convicciones europeístas y del papel que, desde su punto de vista, le toca desempeñar a Alemania en esta Europa azotada por la crisis.

Pregunta. Se ha abierto un debate sobre una posible nación hegemónica europea. ¿Puede identificar cuál es?

Respuesta. Los alemanes hemos aprendido por la vía más dura, en dos guerras, que el pensamiento hegemónico no le sienta bien a este continente. Lo que se necesita con urgencia es una Europa común. En la misma medida en que Alemania no puede reinterpretar su historia, tampoco puede definir un futuro por su cuenta, y menos aún si tenemos en cuenta los desafíos que plantea el mundo.

P. Esa es la experiencia europea por antonomasia: en solitario no se conseguirá nada en este continente.

R. Pero siguen existiendo diferencias en las condiciones previas. El camino hacia Europa era una tarea para naciones europeas. Gran Bretaña y Francia eran naciones más de cien años antes que nosotros. Los alemanes solo percibíamos que, debido al número de habitantes y a la economía, teníamos que desempeñar un papel importante en el presente y el futuro de este continente. Pero, a diferencia de Gran Bretaña y Francia, no teníamos tradición como nación.

P.  ¿Realmente siguen ejerciendo esa influencia las corrientes subterráneas de la historia? ¿No influyen también 75 años de historia de posguerra?

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R. La época nazi y luego la Segunda Guerra Mundial hicieron que en el mundo existiera más dependencia recíproca, que la política y la economía se fusionaran cada vez más. Europa llegó por sí misma a la conclusión de que debía integrarse. Era indispensable. Pero ¿con los alemanes? Nosotros éramos un país dividido en una Europa dividida. Recuerdo una visita que hice con el presidente francés Mitterrand al castillo de Wartburg y a Weimar, donde me dijo: “Pero si teníais todo lo que necesitabais. Teníais a Lutero y a Goethe, esos son los nombres en los que se sustenta la fundación de una nación. ¿Por qué no lo habéis hecho?”. Estas preguntas nos advierten de que debemos tener mucho más en cuenta las directrices históricas.

P.  Puede que esta falta de tradición nacional haga que a los alemanes les resulte más fácil declararse a favor de su ideal de Europa. Una Europa donde la nación desempeña un papel reducido. Pero ¿qué cambió en 1989? ¿Han dislocado la constelación de fuerzas la reunificación de Alemania y, sobre todo, la crisis económica de los últimos años?

La manera con la que se ha superado la división entre este y oeste nos debería ayudar a luchar contra las escisiones actuales”

R. Los alemanes quedamos marcados no solo por la guerra, sino por la división de Europa y de nuestro país. Por eso, nuestra política estaba guiada por reflexiones acerca de cómo podíamos superar esa división. Y eso no era fácil de entender para otros países.

P.  En estos momentos Europa vive una división entre norte y sur, entre Estados en crisis y Estados prósperos o, llevado al extremo, entre una Europa meridional mediterránea y una Europa septentrional protestante. Y de repente, los alemanes desempeñan el liderazgo.

R. La división de Europa entre norte y sur nunca me ha convencido. Creo que, precisamente por la manera en que hemos superado la división del continente y de Alemania, hemos aprendido algo decisivo para una Europa que crece. Gracias a esta experiencia deberíamos ser capaces de contribuir mejor a luchar contra las escisiones actuales. Pertenezco a una generación que es plenamente consciente de su responsabilidad. Lo repito una vez más: estamos rodeados de pueblos que tienen buenos motivos para no simpatizar con Alemania después de todo lo que han vivido con nosotros y por nosotros, en la guerra y en la época nazi.

P. Por eso reviven antiguos resentimientos. Se tiene la sensación de que Alemania es demasiado poderosa. ¿Pretende Alemania liderar Europa?

R. Yo no percibo nada semejante. No existe ninguna pretensión de liderazgo político amplio y, desde luego, no vinculado a rendimientos económicos. Casi ocurre lo contrario. En estos momentos se plantea una y otra vez la cuestión de si esta Europa que forzosamente ha de seguir unida no soportaría, mejor dicho, no necesitaría urgentemente, más liderazgo. Pero la cosa no irá muy rápido ni llegará muy lejos. Después de la reunificación, no sentimos en absoluto la tentación de asumir una especie de liderazgo. Aunque, a la inversa, también es cierto que podemos ofrecer ayuda a aquellos países de la UE que la necesitan, apoyándolos y explicando a nuestra propia población lo mucho que exigimos a estos pueblos. Somos un buen modelo a seguir, por ejemplo, por nuestra clase media. Nuestra principal responsabilidad consiste en impulsar instancias decisorias europeas comunes.

P. Cuando uno vuelve la vista a Francia, contempla una nación que está atormentada por las dudas sobre sí misma y se siente en manos del capitalismo alemán. ¿Nos hemos ido distanciando?

El entendimiento con Polonia siempre ha sido uno de mis intereses capitales, probablemente también por motivos personales: allí enterré a mi hermano mayor en 1939”

R. La cooperación franco-alemana padece en estos momentos las fluctuaciones de la política interna francesa. Eso es algo que no podemos arreglar desde Berlín y que actualmente perjudica a Europa. Francia no ayudará a Europa ni se ayudará a sí misma si solo aspira a convertirse en una voz que guíe únicamente a la Europa del sur.

P. En este contexto, tiene su importancia la apertura alemana hacia el Este, sobre todo hacia Polonia, apertura que Francia nunca ha entendido ni ha respaldado .

R. El entendimiento con Polonia siempre ha sido uno de mis intereses capitales, probablemente también por motivos personales. El 1 de septiembre de 1939, tomé parte en la ocupación de Polonia y el 2 de septiembre tuve que enterrar allí a mi hermano mayor. Ambos combatíamos en el mismo regimiento. Tras la caída del muro, hemos fundado el Triángulo de Weimar. Los franceses no han entendido a fondo el asunto, pero esta iniciativa ha impulsado las relaciones entre Polonia y Alemania de forma colosal. Hoy en día son los polacos los que nos piden que asumamos nuestra responsabilidad.

P. ¿Estarán los alemanes a la altura de estas exigencias?

R. No, todavía no. Nos comportamos con relativa calma. Sigue pendiente la tarea de pensar en una política europea común en la parte oriental de Europa, y ese es un cometido que realmente nos compete a nosotros, los alemanes.

P. Los Estados nacionales de Europa parecen estar más lejos que nunca de querer renunciar a su soberanía. ¿Se ha pasado de moda la idea de una Europa integrada?

R. Lo dice usted de forma algo drástica. El desempeño del liderazgo por parte de los alemanes sigue consistiendo en procurar crear por lo menos instituciones europeas para solucionar nuestros problemas comunes. Tenemos que diseñar esas instituciones de tal forma que no caigamos en la tentación de pensar en soluciones nacionales. No, tenemos que delegar y repartir tareas en un mundo en el que todo evoluciona unificándose. Este mundo requiere una reacción europea para la que estaremos mejor preparados si disponemos de instituciones europeas comunes que si planteamos que un determinado país tiene ahora particular éxito y por eso debe asumir el liderazgo.

P. ¿Es Bruselas apta para esto, tal como es ahora?

Si Bruselas cumpliera realmente con sus compromisos, sobre todo en política exterior y de seguridad, supondría un desahogo también en nuestra relación con Estados Unidos”

R. Por el momento, Bruselas no cumple realmente con los cometidos que debemos afrontar conjuntamente en Europa, sobre todo en política exterior y de seguridad. Si los cumpliera, eso supondría un desahogo también en nuestra relación con Estados Unidos.

P. En estos momentos Washington considera a la política berlinesa capaz de ejercer el liderazgo europeo. ¿No existe la preocupación de que la política alemana le tome el gusto a ese papel?

R. No sabría decir quién impulsa semejante cosa ni quién desea eso en serio en Alemania. ¿Alguno de los partidos o de los líderes políticos? Yo no veo a nadie.

P. Pero la percepción que se tiene precisamente en los países en crisis atestigua ese miedo a una Alemania dominante. Los clichés están vivos.

R. Eso es inevitable. Todo el que ha estado alguna vez en Grecia y ha visitado sus cementerios comprende claramente que lo primero que les viene a la memoria a los griegos es lo espantoso que fue el período en que los alemanes estuvieron en el país como soldados y como invasores políticos durante la guerra.

P. Precisamente en el trato con los Estados en crisis es importante generar confianza y compartir una imagen moderna de Europa. ¿Cuál es su consejo para que estas sombras históricas no se vuelvan demasiado poderosas y el afán reformista también llegue a dar sus frutos?

R. Solo puedo subrayar una vez más que nosotros los alemanes no impulsamos reformas para asumir un liderazgo del tipo que sea. Esto solo traería consigo nuevas cargas y problemas. Tenemos que consultar más a los países que necesitamos y apreciamos lo que realmente queremos poner en marcha en Bruselas. Ya va siendo hora de entablar un diálogo serio. Tenemos que lograrlo con Londres. Y hay que recibir cada llamamiento a la cooperación que hace París con gratitud y buena disposición. También podemos defender perfectamente de cara a nuestra propia población la necesidad de respetar la fuerza creciente de Bruselas, porque la necesitamos con urgencia. Y esto es válido también para todos nuestros socios europeos. Nosotros, los alemanes, tenemos que contribuir con todas nuestras fuerzas a la consecución de este objetivo de forma conjunta con nuestros socios. Pero "de forma conjunta" significa justamente que no cabe ninguna pretensión exigente de liderazgo alemán de ningún tipo. De lo contrario, el resultado no sería Europa.

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