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China-Alemania, una relación especial

En Europa se extiende el temor de que los alemanes actúan en contra de su propio bando cuando se trata de enfrentarse al gigante asiático

Un empleado de una empresa de paneles solares en China.
Un empleado de una empresa de paneles solares en China.REUTERS

La disputa entre China y Europa por los paneles solares chinos, que concluyó con un acuerdo comercial a comienzos de agosto, ha confirmado un temor cada vez más común en Europa, pero no siempre justificado: ¿no parece que Alemania, cuyo Gobierno se opuso con firmeza a las sanciones antidumping, está actuando en contra de su propio bando cuando se trata de enfrentarse a China, debido a la relación cada vez más sólida que tiene con su tercer socio comercial (después de los Países Bajos y Francia)? “Lo que está claro es que los alemanes repiten casi al pie de la letra la retórica del Ministerio de Comercio chino”, destaca un diplomático europeo destinado en Pekín y perteneciente a uno de los países favorables a las sanciones. “La relación especial que está naciendo entre Alemania y China es a la vez una oportunidad y un peligro para el resto de Europa”, pronosticó el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en mayo de 2012, en su informe China and Germany: a new special relationship.

En el caso de la industria fotovoltaica, la paradoja es que son los fabricantes alemanes los que acudieron a la Comisión para solicitar una investigación. Entre ellos, SolarWorld, cuyo vicepresidente, Milan Nitzschke, dirige el grupo de presión del sector solar europeo, EU Pro Sun. Ni siquiera en la propia Alemania se ha alcanzado nunca un consenso sobre la energía solar. A diferencia de SolarWorld, los exportadores alemanes de nódulos, que son parte integrante de los paneles solares chinos, tienen miedo de que sus clientes asiáticos disminuyan si se implantan aranceles de castigo a la importación. Der Spiegel ha destacado en tono sarcástico la enorme deuda que tiene el sector solar chino con la ayuda al desarrollo y los préstamos baratos que Alemania ha concedido a empresas chinas.

Es decir, la situación no es tan sencilla. Además, recuerda un diplomático alemán en Pekín, Angela Merkel prometió al primer ministro Wen Jiabao, durante su visita a China en agosto de 2012, que buscaría una solución amistosa. La misión de la canciller en aquella ocasión era convencer a los chinos de que la crisis del euro era superable. Algo que nadie podía hacer mejor, a juicio de los chinos, que la representante de la economía más fuerte de la UE. Los diplomáticos alemanes aseguran que Berlín está haciendo todo lo posible para que la estrecha y privilegiada relación lograda con Pekín beneficie a la posición común europea sobre China. China, por su parte, ha demostrado grandes dotes tácticas: a finales de mayo de 2013, la primera visita del nuevo primer ministro Li Keqiang a Europa fue precisamente a Alemania, días antes de que los Estados miembros se pronunciaran a favor o en contra de las sobretasas provisionales a los paneles chinos. Li firmó varios acuerdos con Berlín, y Alemania votó contra las sanciones.

Desde luego, en caso de guerra comercial, la economía alemana sería la primera en sufrir: casi el 50% de las exportaciones europeas a China proceden de ese país, y China absorbe el 7% de sus exportaciones. Es sabido que los dos gigantes se complementan: la fábrica del mundo importa maquinaria y tecnologías alemanas. China desea imitar el modelo alemán de formación profesional. Además, las inversiones chinas en Alemania están en pleno crecimiento: “En sus circunstancias actuales, China quiere aprender de las empresas familiares alemanas, que poseen una larga tradición de emprender acciones de marca”, dice Gai Zhikai, vicepresidente de la Sino-Europe United Investment Corporation, una estructura de inversiones creada por el Ministerio de Asuntos Exteriores chino. La empresa china Sany adquirió en enero de 2012 Putsmeister, un fabricante alemán de bombas de hormigón calificado como una de las joyas de la industria alemana; una compra que las dos partes consideran todo un ejemplo. No obstante, se alzan con frecuencia voces que previenen contra los peligros de plagio tecnológico por parte de los chinos, tanto en Alemania como en China, donde los grupos alemanes son inversores fundamentales.

A pesar del idilio que parecen vivir Alemania y China, es indudable que la canciller Merkel es la jefa de Estado europea que más presiona a Pekín en materia de derechos humanos. Tras los meses de mutuo enfado que siguiron a su entrevista con el Dalai Lama en 2007, y su ausencia en la inauguración de los Juegos Olímpicos de 2008, Merkel ha encontrado la manera de aunar eficacia económica y presiones políticas: “Defienden enérgicamente los derechos humanos”, reconoce una diplomática francesa, que indica los mecanismos de diálogo sobre derechos humanos y Estado de derecho que han establecido los dos gobiernos. “Los chinos nos dicen que los alemanes están menos ideologizados que la UE”.

En 2012, durante su visita a China, Merkel trató en vano de reunirse con los responsables del grupo liberal de prensa Nanfang y con el abogado Mo Shaoping, el defensor de Liu Xiaobo. El pasado 16 de agosto, después de que un tribunal de Pekín confirmara la condena de 11 años de prisión al cuñado del Premio Nobel de la Paz por una simple disputa comercial, Angela Merkel fue la única, con la UE, que mostró su indignación: la canciller se declaro “decepcionada por esta sentencia extraordinariamente dura”. “Esperamos un mínimo de respeto al Estado de derecho y la transparencia por parte de un socio con un desarrollo tan impresionante como China”.

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