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Washington, la ciudad más castigada por el cierre de la Administración

Miles de funcionarios no acuden a su puesto de trabajo, mientras los turistas deambulan sin saber bien dónde ir con los museos y monumentos cerrados

Carolina García
Un hombre revindica su derecho a trabajar en las escalinatas del Capitolio.
Un hombre revindica su derecho a trabajar en las escalinatas del Capitolio.C.G.

La avenida de la Constitución de Washington, una de las vías principales de la capital federal de Estados Unidos, ha amanecido casi vacía este martes, tras el cierre de la Administración ayer lunes; una situación que se produjo por la falta de consenso entre los dos partidos mayoritarios, republicanos y demócratas, en cuanto al presupuesto y que ha provocado que 300.000 funcionarios que trabajan en la ciudad -de los 800.000 afectados- no hayan acudido a su puesto de trabajo y que cientos de turistas deambulen por la ciudad sin saber bien dónde ir, con la mayoría de los museos y monumentos públicos cerrados.

En los alrededores del Capitolio, medio centenar de personas se congregaban para hacer fotos de los exteriores, ante la resignación de haber perdido las entradas y visitar la biblioteca, sitio que esconde joyas como la biblia de Gutenberg. Norma y Fernando Zenarola son argentinos y están en Washington de paso, vienen de Nueva York y se van a Boston dentro de tres días: “·Siempre que viajamos nos pasa algo, teníamos entradas para la biblioteca y las hemos perdido. Es espantoso esto del cierre”, dice Norma, quien asegura haber entrado al Senado gracias a un periodista: “Parece que no llegan a un acuerdo, y no saben cuándo se resolverá”. Un policía encargado de custodiar la entrada de la biblioteca y protegido por vallas y carteles, no deja acercarse a nadie a menos de 20 metros. “Señorita debe irse”, dice en tono serio.

Coches de policía, agentes de seguridad y policías hacían guardia alrededor del edificio, tanto en la fachada delantera como la trasera, para que nadie pasara y así evitar altercados; mientras tanto, otros reclamaban su derecho a trabajar. “No puedo estar en mi puesto, desarrollar mi labor. Soy funcionario del Estado y no sé cuando voy a poder volver a hacerlo. Estoy aquí para solicitar a senadores y congresistas que hagan el suyo, que su trabajo es llegar a un acuerdo. Tienen que hacerlo”, se lamentaba un trabajador, que no quiere decir su nombre, en las escaleras del congreso, mientras sujeta una pancarta que reza: “Haced vuestro trabajo, para que yo pueda hacer el mío”.

El edificio de los Archivos Nacionales de EE UU ha amanecido totalmente clausurado con cintas colocadas entre las columnas; las puertas cerradas a cal y canto, y un cartel que, una vez más, informaba del cierre. Megan Munt, de Ohio, es profesora y había organizado un viaje con sus alumnos para visitar el edificio desde hace meses. “Voy a dar mi clase”, aseguraba indignada mientras sus alumnos, una veintena, se han sentado a su alrededor para escuchar la lección como estaba previsto. En la Agencia Federal del Medio Ambiente (EPA, en sus siglas en inglés), un guardia aseguraba no poder hacer declaraciones pero que “dentro, las cosas funcionaban más o menos con normalidad y que había gente que había acudido a su puesto de trabajo”.

Mensaje en la puerta de todos los museos públicos de Washington.
Mensaje en la puerta de todos los museos públicos de Washington.C.G.

La National Gallery de Washington, una de las cinco pinacotecas más importantes del país de una lista en la que la acompañan grandes museos como el Metropolitan, de Nueva York, o el Museo de Arte, de Detroit, estaba igualmente cerrada y los trabajadores no han acudido a sus puestos. Los jardines, las salas de exposiciones, y el centro de investigación y estudio también fuera de servicio. “Los empleados son federales, así que imagínate. Todos a casa”, dice Félix M. vía correo electrónico.

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Efectivamente, los museos públicos y el zoo -las autoridades del mismo han explicado en su cuenta de Twitter que a pesar de la situación cuidarán de la misma forma a los animales- están clausurados hasta nueva orden, como bien recordaba el Museo del Aire y el Espacio en su gran puerta acristalada. Este museo es visitado por miles de personas anualmente y alberga objetos memorables de cuándo los estadounidenses llegaron a la luna, entre ellos una piedra autóctona de este satélite. El mensaje también añadía: “Perdonen las molestias”.

Otra de las visitas obligadas en la capital es al Museo de Historia Natural, que forma parte del conjunto de museos del Smithsonian, al igual que el anteriormente citado, esta mañana estaba cercado por guardias de seguridad y carteles que recordaban que no iban a abrir: “Debido al cierre del Gobierno, el Museo de Historia Natural está clausurado todo el día y para todos los eventos nocturnos”. Mark Schumacher y su mujer, Lesly, son de Australia y es su primera visita a Washington: “Sabíamos lo del cierre, pero aún así, queríamos intentarlo. Pero claro, si el museo es público, no abre, pero nos vamos esta noche a Londres y solo tenemos hoy”. Con resignación, al igual que los pocos turistas que pasean por las avenidas este martes, aseguran que caminarán o se subirán al autobús guiado, que son menos que los días normales, “para, por lo menos, ver algo, gracias a que el tiempo acompaña”, dice Schumacher, de 61 años.

Son muchos los que han tenido que recurrir a los museos privados de la ciudad, como el Newseum. Unas cincuenta personas se aglomeraban en las inmediaciones del edificio que, aprovechando la situación política, ha ilustrado sus paredes con una exposición dedicada al Cierre del Gobierno y su historia en EE UU. En cuanto a los edificios esenciales, aquellos que no se ven afectados por el cierre, como el Departamento de Justicia y el Tribunal Supremo, han abierto con normalidad, aunque varios trabajadores aseguran que “se ha doblado la seguridad, para evitar que haya problemas”.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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