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Los ecologistas exigen que EE UU retire las armas químicas de Panamá

Los grupos temen que existan más agentes venenosos en sitios desconocidos

Varias organizaciones ambientalistas de Panamá han repudiado la existencia de basureros de armas químicas en el país y han exigido al Gobierno de Estados Unidos que inicie inmediatamente las operaciones de limpieza de ese tipo de arsenal, para que salde lo que han considerado una “deuda ambiental” de Washington con los ecosistemas panameños.

Las informaciones que han mostrado que peligrosos basureros con toneladas de bombas y municiones de armas químicas fueron abandonados por tropas estadounidenses han provocado la reacción de los ambientalistas del país. Las armas fueron usadas por el Ejército de Estados Unidos en experimentos bélicos en el siglo XX—como gas mostaza y agentes nerviosos asfixiantes y venenosos— y se abandonaron en la pequeña isla panameña de San José, en el Océano Pacífico, ubicada a poco más de 80 kilómetros al sur de tierra continental, y en áreas militares aledañas al Canal de Panamá.

“Cuando existe un peligro para el ecosistema, hay una conexión con la salud de los seres humanos”, advirtió la panameña Alina Spadafora, directora ejecutiva de la Asociación para la Conservación de la Naturaleza. “Esas sustancias químicas están afectando obviamente a especies que, de alguna u otra forma, después entran en la cadena alimentaria (marítima y terrestre) con sus presas y depredadores”, agregó.

Consultada por EL PAÍS, Spadafora explicó que se trata “esencialmente de especies de moluscos que acumulan y filtran pequeñas partículas de alimentos, pero que pueden estar contaminados con sustancias de la isla por las corrientes o las lluvias. Siempre se va a contaminar el ambiente marino. Las especias se van distribuyendo por las corrientes. Las aves también se pueden contaminar con esas partículas, con un efecto en esas poblaciones. Todo está conectado y nos va a afectar también a nosotros”.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá informó a este periódico que en la isla hay cinco bombas de hasta 2.000 libras y una de 500 y que, aunque los químicos se habrían debilitado, contienen explosivos convencionales que pueden permanecer activos. Los artefactos contienen gas mostaza y fosgeno, un componente industrial para producir plásticos y pesticidas que se utilizó como arma química en la Primera Guerra Mundial por su capacidad de agente asfixiante y venenoso, por lo que causó gran número de muertos en ese conflicto bélico.

Los basureros son parte de la herencia que dejó Estados Unidos al finalizar en 1999 su presencia militar en Panamá, que se inició en 1903. San José, de 44 kilómetros cuadrados y la segunda isla más grande del archipiélago de Las Perlas, sirvió como plataforma de experimentos militares de Estados Unidos con armas químicas, con apoyo de los Ejércitos de Canadá y Reino Unido entre 1943 y 1947.

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Panamá y Washington acordaron este año que el Departamento de Defensa de EE UU (Pentágono) financiará la limpieza. A pesar de que estaba previsto que las operaciones se iniciarían en el último trimestre de 2013, ahora se han atrasado por los problemas presupuestarios que mantienen cerrada la Administración de Estados Unidos desde el primero de octubre. Las discrepancias sobre la limpieza de San José—casi deshabitada aunque cuenta con un hotel de 14 habitaciones—se remonta a más de 66 años. En 1999, cuando el Canal y las regiones adjuntas fueron entregados por Washington a Panamá, quedó pendiente una solución bilateral al problema.

“Esta desidia del Gobierno de Estados Unidos de no enfrentar esta responsabilidad tiene que ver también con la falta de exigencia de Panamá de hacer que Estados Unidos cumpla”, aseguró la panameña Raisa Banfield, directora ejecutiva de la Fundación Panamá Sostenible, una organización no gubernamental.

“La deuda ambiental del Gobierno de Estados Unidos con Panamá es un compromiso adquirido desde el proceso de reversión del área canalera al país”, que se desarrolló de 1979 a 1999, recordó. “Es un compromiso de Estados Unidos el tener que sanear las áreas que, cada día más, implican un riesgo en la salud pública y ambiental de Panamá, porque la población crece y estas zonas son cada vez más turísticas. Estas armas ponen en riesgo no solo a la población nacional, sino también a la extranjera”, alegó.

La situación, describió, “es cada vez más compleja: las zonas son reservas forestales o son reserva de la cuenca del Canal. Eso no quita el compromiso de Estados Unidos de limpiarlas por la seguridad de Panamá”.

En su libro Emperadores en la jungla: la historia oculta de Estados Unidos en Panamá (Duke University Press, 2003), el investigador estadounidense John Lindsay-Poland aseguró que en las áreas aledañas al Canal también quedaron depositados agentes químicos.

“No se tiene certeza sobre todas las armas químicas de que se dispuso, ni cómo ni dónde”, afirmó el panameño Félix Wing, director ejecutivo de Derechos Humanos, Ambiente y Comunidades, una organización no estatal de Panamá.

“Existe el temor de que haya enterradas armas químicas en otros lugares desconocidos, sin descartar la posibilidad de que se haya dispuesto de armas químicas en el mar, lo cual es más grave”, aseguró Wing a EL PAÍS. “Aunque ha transcurrido mucho tiempo y uno pudiera decir que se degradaron y que ha habido reacciones químicas con el agua de mar por su alta salinidad y otras consideraciones, son cosas que no se han aclarado debidamente y ni siquiera sabemos si se llevaron registros adecuados de todo esto”, alertó.

El Gobierno estadounidense, añadió Wing, “se había resistido durante mucho tiempo a llegar a un acuerdo con el Estado panameño para la descontaminación de esas áreas, porque en la época en la que ocurrió el abandono de esas armas químicas, todavía no estaba firmada la Convención para la Prohibición de Armas Químicas (suscrita en 1993 y vigente desde 1997) y no se hizo siguiendo la metodología correcta”.

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