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Una ola de ataques contra instalaciones del Gobierno dispara la tensión en Egipto

Grupos armados atacan al Ejército tras la muerte de decenas de personas en disturbios Los ataques se extienden desde el Sinaí a otras zonas del país

El presidente interino, Adli Mansur, habla en televisión por el Día de las Fuerzas Armadas.
El presidente interino, Adli Mansur, habla en televisión por el Día de las Fuerzas Armadas. EFE

La violencia no tiene freno en Egipto desde el derrocamiento del expresidente Mohamed Morsi por el Ejército el pasado 3 de julio. Este lunes, un día después de que fallecieran más de 50 personas en disturbios callejeros, al menos nueve personas más han muerto en dos atentados contra las fuerzas de seguridad, uno cerca de la ciudad de Ismailiya, y el otro en la península del Sinaí. Una tercera acción violenta con cohetes en El Cairo no produjo víctimas. Aún se desconoce la autoría de los ataques.

Según ha informado el diario oficialista Al Ahram, un grupo de encapuchados ha asaltado un puesto de control del Ejército cerca de la ciudad de Ismailiya, situada a orillas del Canal de Suez. Los asaltantes han abierto fuego desde su vehículo contra los soldados, y han matado al menos a seis de ellos. Este tipo de ataques ha sido habitual durante los últimos tres meses en la península del Sinaí, pero empiezan a extenderse a otros puntos del país. El pasado viernes, otros dos soldados murieron en un asalto parecido en la carretera que une El Cairo e Ismailiya.

El otro atentado mortal se ha producido en una comisaría situada al sur de la península del Sinaí, una zona con numerosos complejos turísticos. Tres personas han fallecido y 48 han resultado heridas como producto de una fuerte explosión, probablemente a causa de un coche bomba. El Sinaí es un territorio desértico donde varios grupos yihadistas tienen una fuerte implantación, y desde el golpe de Estado se ha registrado un continuo goteo de atentados. Sin embargo, normalmente estos tienen lugar en el norte de la península, cerca de la frontera de Gaza.

Un tercer atentado se ha producido en el barrio cairota de Maadi, donde una sede de la compañía pública de telecomunicaciones ha recivido el impacto de dos cohetes. El ataque no ha producido ninguna víctima, y ha causado solo daños menores a una de las antenas gigantes del complejo. La mayoría de canales de televisión privados en Egipto retransmite vía satélite, y esta podría ser la motivación detrás de esta acción.

En los tres meses desde el golpe de Estado, se calcula que la cifra de muertos a causa de la violencia política supera con creces el millar. Y vista la actitud durante este fin de semana del Ejército y los Hermanos Musulmanes, firmemente enrocados en sus posturas, la violencia no tiene visos de amainar. Los que apoyan a Morsi, liderados por la cofradía, han hecho un llamamiento a sus seguidores a continuar las movilizaciones, y han fijado para el martes la celebración de nuevas protestas. Además, han anunciado que el viernes volverá a intentar tomar la plaza Tahrir, la estrategia que desencadenó la brutalidad de la policía el pasado domingo.

A pesar de tener sus líderes encarcelados, y pesar sobre ella la amenaza de aplicar un veredicto judicial de disolución, la cofradía parece dispuesta a evitar a toda costa que se consolide la nueva realidad institucional después del golpe. Incluso aunque ello represente la muerte de decenas de sus seguidores. No obstante, con buena parte de la población ofreciendo un respaldo firme al Ejército, no parece que pueda forzar la dimisión de las nuevas autoridades. "Su estrategia es errónea. Se basa en una evaluación errónea... Ellos creen que tienen el apoyo de la mayoría, y que por tanto, triunfarán. Pero no es así", sostiene el analista H. A. Hellyer en su cuenta de Twitter.

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Por su parte, en la celebración oficial del 40º aniversario de la "victoria" de Egipto en la guerra de 1973 contra Israel, el ministro de Defensa y verdadero hombre fuerte del nuevo régimen, Abdelfatá el Sisi, ha reiterado el mismo argumento de los últimos meses para justificar sus acciones: la lucha contra el terrorismo. El Sisi ha apelado al patriotismo de la ciudadanía en la batalla contra la cofradía islamista. "Algunos quieren la quiebra del Ejército, pero éste es tan fuerte como una pirámide, y lo es gracias al apoyo del pueblo egipcio", ha dicho en su discurso.

A pesar de la indudable influencia de los uniformados en la escena política, el país está gestionado por un Gobierno civil. Sus máximos representantes insisten en relativizar la gravedad de la violencia, sus mensajes se centran en el avance de la hoja de ruta, que establece la pronta redacción de una nueva Constitución, y la celebración de elecciones. "Hemos de mirar hacia el futuro y ser optimistas. Estamos construyendo un país democrático, basado en la igualdad de sus ciudadanos", ha declarado Nabil Fahmi, el ministro de Exteriores, en un encuentro reciente con la prensa en español en el país.

Las únicas autoridades interesadas realmente en promover una reconciliación nacional que asegure la participación en la vida política de la Hermandad, cuyo partido venció todas las elecciones tras la caída del dictador Hosni Mubarak, parecen ser las extranjeras. Catherine Ahston, responsable de la política común de Exteriores de la UE, visitó Egipto de nuevo la semana pasada, pero parece que no pudo desencallar el estancado conflicto.

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