_
_
_
_
_
TRAGEDIA EN LAMPEDUSA

Gritos de “asesinos” a las autoridades en el funeral por las víctimas de Lampedusa

Lo peor no fue que Letta no asistiera, sino que enviara a Angelino Alfano, partidario de la ley Bossi-Fini que criminaliza a los inmigrantes

Los ministros Alfano (de Interior), Mauro (Defensa) y Kyenge (Inmigración).
Los ministros Alfano (de Interior), Mauro (Defensa) y Kyenge (Inmigración). tullio m. puglia (getty)

Como se temía, el funeral de Estado que prometió el primer ministro italiano, Enrico Letta, durante su visita fugaz a Lampedusa se quedó en un mero trámite, una ceremonia sin ataúdes ni supervivientes, en un puerto turístico -el de Agrigento, Sicilia- situado a más de 200 kilómetros del lugar donde se ahogaron 387 inmigrantes hace ya dos semanas y media. "Esto no es un funeral de Estado, esto es una farsa de Estado", dijo el alcalde de Agrigento, Marco Zambuto, quien además calificó de "puñalada a los muertos" la presencia en el acto de representantes diplomáticos de Eritrea, "el país del que muchas de las víctimas querían huir".

Lo peor del asunto no fue que Letta no asistiera al funeral, sino que enviara en su nombre a Angelino Alfano, vicepresidente del Gobierno, ministro del Interior y, como buen dirigente del Pueblo de la Libertad (PDL) de Silvio Berlusconi, ferviente partidario de la ley Bossi-Fini que criminaliza a los inmigrantes y a quien les tiende una mano. Su presencia en el funeral no fue precisamente un prodigio de diplomacia. Al término del acto, en el que también participaron los ministros de Defensa e Integración, los guardaespaldas tuvieron que llevarse a Alfano casi en volandas mientras buena parte de los asistentes le gritaban "asesino, asesino".

La celebración del funeral en Agrigento no tenía para muchos ningún sentido. Entre ellos se encontraba la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, quien acusó entre líneas a Enrico Letta de haber prometido en falso un funeral de Estado: "¿Por qué los funerales no se han celebrado en Lampedusa? Si hubiéramos sabido que se iban a celebrar así los funerales, los hubiéramos organizado nosotros antes de dejar salir a las víctimas. La verdad es que la decisión del funeral de Estado naufragó en el momento mismo en que se anunció: nunca ha habido señales concretas". Ni de eso ni de una presencia más activa del Gobierno en Lampedusa. Aunque el presidente de la República, Giorgio Napolitano, pidió hace 15 días al Ejecutivo que se trasladase a la isla para tomar desde allí las decisiones, aún lo están esperando. En un intento por desbloquear la situación -a pesar de las promesas de Letta y del presidente de la Comisión Europea José Manuel Durao Barroso, el centro de acogida sigue en condiciones infrahumanas--, la alcaldesa Nicolini acudió ayer a Roma y se reunió con el presidente Napolitano.

Mientras, en Lampedusa, una parte de los 155 supervivientes del naufragio del 3 de octubre -en su mayoría eritreos, pero también sudaneses y etíopes-protestaron ante los responsables del centro de acogida por no permitirles acudir a Agrigento para honrar a sus compañeros de travesía. Durante el acto, algunas pancartas también reclamaban su presencia con lemas como "¿Dónde están los supervivientes?" o "Sangre nostrum, víctimas de vuestras leyes".

"Hemos llegado con tres autobuses desde Roma y otros tres desde Milán", dijo a la agencia Ansa la eritrea Naznet Indipendenca Araia, quien llegó a Italia en 1979 y trabaja como intérprete. "Han llegado representantes de otras comunidades eritreas desde todo el mundo. No conocíamos a las víctimas, pero son nuestras víctimas. Queríamos acercarnos a los ministros para preguntarles por qué no han traído a los supervivientes. El ministro del Interior [y también el primer ministro Letta] dijo que los muertos tendrían automáticamente la ciudadanía. ¿Y los vivos, qué tienen?"

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_